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El pituco de Kogan - Un articulo de Fernando Rios sobre que es ser realmente pituco en el Perú colonial ...Gracias a http://elpanfleto.pe/

 
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El cholo con plata y el pituco, si la riegan y te dicen que les llega al pincho tu filtro, podrán salir de la cárcel. Pero el cholo con plata tendrá que pagar, harto, mientras que el pituco saldrá “porque tiene que salir, pues”.

Fernando Ríos
ESTUDIANTE DE ANTROPOLOGÍA, DESARROLLADOR WEB, CORRECTOR DE ESTILO, INVESTIGADOR EN MÚSICA Y UN ETERNO WANABI DE GEEK. ESTE ES MI BLOG PROCRASTINADOR

En el Viejo Saurio se retira, Miguel Gutiérrez retrata a Chopipo, un adolescente trigueño y campechano,  el que, a pesar de legitimarze como un borracho de cantina, es reconocido en el grupo de parroquianos del Bar Reyna como el descendiente de una casta muy ligada hasta la misma conquista de la Región Piura. Aunque él lo tomaba de forma deportiva, todos eran conscientes de su poder ya que era heredero de una enorme hacienda en la sierra de Morropón, dominios donde nunca se ocultaba el sol. Esta es una novela, es cierto, pero pone en el tapete el alcance de la etiqueta de “pituco”, hoy tocada por la profesora Liuba Kogan.

La categoría “pituco” no adquiere ni puede entrar en el terreno móvil de la “choledad”, de la que se discutió a tal punto que se llegó a entender que trascendía entornos geográficos, económicos y sociales. El “pituco”, en el Perú, lo es en Miraflores como en Andahuaylas. Por otro lado, una persona puede tener dinero y, a su vez, no ser pituco. ¿Qué determina, entonces, lo pituco? El pituco cumple dos características que lo diferencian, de manera permanente, de los otros que tienen plata y del resto de mortales. No es, como cree Kogan, o al menos lo que dice su artículo, su forma de vestir o su modo de andar, menos el dialecto, todas ellas son cargas culturales que fácilmente pueden ser copiadas por personas o grupos de otros contextos, y aunque lograran parecerse mucho, no entrarían en la categoría. La primera es el linaje, que puede estar relacionado tan solo a tres tipos de orígenes: familias ligadas a la conquista o administración colonial, familias ligadas a la emancipación o administración republicana desde el S XIX o familias que ingresan al país mediante el comercio y la educación de élites en el contexto de la República Aristocrática. Los pitucos que se integran posterior a aquello ya lo son en sus áreas de origen y en el país solo reproducen las prácticas, mientras que los que parten de los contextos que señalé pueden haber sido, previo, hasta obreros o pequeños comerciantes –como los Brescia, los Romero o los Wong-. Como verán, no estoy diciendo nada nuevo.

La segunda característica es su poder para decidir políticas públicas en el país. No me refiero a sobornar a un juez para voltear un juicio o influenciar a un municipio para ganar una buena pro, esas son minucias hasta aldeanas y anecdóticas en comparación con  lo que un pituco puede lograr. Ya que su contexto está ligado a élites históricas más que a la simple reunión de fondos económicos, cuenta con los lobbys suficientes para decidir la agenda en temas ambientales, la matriz energética o el destino de la salud pública. El pituco no necesita sobornar a algún funcionario para obtener sus intereses: sus intereses condicionan el rumbo de la nación. Él no necesita al funcionario, el funcionario lo necesita a él.

De tal modo, tuvimos en la década de 1990 a Fernando Zevallos, un narcotraficante que contaba con tantos o más recursos que cualquier pituco de Asia Sur, y aunque tenía el suficiente soporte económico para cooptar a cualquier autoridad de mando medio/alto del Estado, no logró sobrevivir a las usuales arremetidas de la justicia por no contar, lo vuelvo a recalcar, con un linaje mezclado con la construcción misma del aparato nacional que lo blinde. Tenía plata, pero no era pituco.

Al pie de estas ideas sostengo que es un absurdo pensar, o pretender el argumento, que los pitucos surgen en varias clases sociales tan solo por la errónea idea de que una persona de “clase popular” o de “clase media” cree pituco al que puede comer o vestir mejor que él. Un vecino de Carabayllo o El Porvenir (Trujillo) conoce a varias personas en el barrio o el entorno con mucho dinero pero se referirá a él como alguien “que tiene plata”, nunca como “pituco”. No niego que se use el término “pituco” para calificar a personas con dinero, pero esto es de forma temporal, volátil. Tan breve como cuando para atacar a un pucallpino se le dice “serrano” o “bajado del cerro”,  términos que están al alcance de la mano si se pretende denostar, pero que no se sustentan en el imaginario como conceptos de largo plazo. El “pituco” como elemento aristocrático tradicional sí tiene un sustento y cualquier persona podrá reconocerlo, lo dije en el primer párrafo, en cualquier latitud del país. Al que “tiene plata” se le reconocerá como pituco o adinerado tan solo en su contexto más próximo.

Hay una desalentadora tendencia, muy de rudimentaria etnografía, de explicar fenómenos a partir de factores inmediatos. Por eso es que el cholo en las décadas anteriores, el caviar hace poco y el pituco hoy han sido descritos y categorizados a partir de su forma de vestir, hablar, escribir y por sus elementos aspiracionales, desconectando aquello de contextos más amplios y de largo plazo.

Dentro de lo último creo válido abrir una nueva discusión: ¿dónde hay pitucos en el Perú? Creo que son pocos los centros urbanos que cuentan con aquél grupo porque son escasas las ciudades que detentan grupos sociales con el poder suficiente para moldear a sus intereses el rumbo del Estado tan solo con una llamada telefónica. Es probable que, fuera de Lima, Arequipa, Trujillo, Piura y Cusco cuenten con el resto de pitucos que tiene el Perú. No en vano Arequipa cuenta con la sede oficial del Tribunal Constitucional y familias que, por generaciones, han sido hasta presidentes de la república, Trujillo cuenta con los barones del azúcar y los centros financieros de los enclaves azucareros más grandes del país, Piura posee la refinería de petróleo más grande y la agroindustria que siempre estuvo administrada por descendientes de los fundadores españoles y colonizadores europeos -que hoy tienen, incluso, la universidad más cara y conservadora del interior, la UDEP- y Cusco cuenta con una larga tradición de administradores y burócratas que deciden, aún hoy, mucho de lo que sucede en la sierra sur del país y tienen la capacidad de manejar a su antojo, en Lima, lo que sucede en ministerios como el MINCUL.

Dicho de otro modo, no hay muchas vueltas que darle a qué significa lo “pituco”. Los pitucos son los que tienen la capacidad de estudiarse a sí mismos y, sin importar las discusiones afuera, publicarlas en primera plana en el diario más grande del país.

Nota:

Quiero agregar un comentario del profesor Jürgen Golte al artículo: Si bien la amplia mayoría de la población limeña peca de la voluntad de “exclusión”, el ser pituco es de hecho una categoría relacionada con los grupos de poder en la Lima antigua. Que L. Kogan lo confunda no me parece casual. Cuando miro de la U. del Pacífico a la redonda, todo parece un mar de arribistas que para camuflarme llamo a todos pitucos.


http://elpanfleto.pe/


1 comentario

El_troll -

Hey supay se extraña tus sesudos artículos. Sería interesante tu opinión sobre la unión civil y más interesante aún tus inigualables argumentos. Un abrazo.