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El circo de los niños de la India ...gracias a http://blogs.20minutos.es/enguerra/

31 enero 2012

Ya que las últimas entradas del blog las he dedicado a compartir con vosotros proyectos narrativos que nunca salieron del papel, o que se frustraron a medio camino, aprovecho la inercia y sigo en la misma dirección.

Temas para compartir no me faltan. En veinte años de profesión, son muchas más las ideas que no llevé a cabo que las que sí se hicieron realidad. Debo tener una decena de cuadernos llenos de apuntes para documentales, libros y reportajes que en su mayoría no han logrado ser más que eso: meros vislumbres de creaciones que no lograron ocurrir.

Niña se gana la vida en circo callejero de la India. Foto: C. V. Subrahmanyam

Llegué a Calcuta con 22 años, con hambre de contar historias y me encontré con una ciudad en la que cada baldosa, desde el Maidan hasta Tollygunge, parece tener algo importante que decir. Quizás por eso, ningún otro lugar del planeta ha abarcado tantas páginas de mis cuadernos.

El caos de la estación ferroviaria de Howrah, con sus plataformas atiborradas de familias, de enfermos, de mendigos, los describí en el guión del documental “Calcuta, vida en la estación de la muerte”, que emitiría TVE y al que le pondría voz Rosa María Mateo. El drama de las mujeres quemadas por sus maridos a causa de la dote, una práctica conocida como sari burning, la retraté en un extenso reportaje fotográfico, en blanco y negro, al que dediqué semanas de fatigas guardias de hospitales, juzgados y cárceles.

La existencia en los famosos barrios de chabolas de la ciudad, finalmente la plasmaría en el documental “Villas miseria”. La llegada de las lluvias en junio, que anegan la ciudad, en la exposición fotográfica “Calcuta bajo el monzón”.

Y el día a día de los moradores de las calles de esa urbe famosa por la miseria, protagoniza mi primer libro, “Un voluntario en Calcuta”. Título que aborrezco pero que me vino impuesto y no tuve capacidad de negociar. Cierto que es la mirada de alguien joven, idealista, sobre la pobreza en la India, pero nada más.

Sobre fuegos y alambres

De todos los temas que en algún momento en la India soñé con contar, hubo uno en especial que me molestó no haber logrado: los niños del circo. Aún recuerdo la mañana en que vi uno por primera vez. Estaba sentado en una esquina de la calle Sudder, seguramente tomando chai, cuando aparecieron varios adultos andrajosos tocando tambores y gritando para llamar la atención, a los que sucedían niños igual de andrajosos.

Una vez desplegadas telas y cañas de bambú en la calle, las pruebas que los hombros hacían con los pequeños eran difíciles de ver por el grado de crueldad y de peligro para los pequeños, a los que no dudaban a levantar a más de 20 metros de altura para que hicieran equilibrio entre la habitual maraña de cables salpicados de cuervos que se elevan sobre las aceras indias, entre tantas otras barbaridades como obligarlos a hacer malabarismos con elementos en llamas.

Me costaba creer que semejante espectáculo tuviera lugar adelante nuestro, y fue aceptado con normalidad y hasta aplaudido. Una perplejidad que en Calcuta experimentaba a menudo, por no decir casi a diario, con miles de cuestiones. Y eso seguramente fue lo que me llevó a querer entender el fenómeno en profundidad y retratarlo. Corría el año 1995.

Prohibidos, finalmente

Disculpad que hable tanto en primera persona cuando los niños del circo deberían ser los protagonistas, pero lo cierto es que nunca llegué hacer aquel documental. No llegué a conocerlos para poder deciros ahora quiénes eran, por qué lo hacían, con qué consecuencias. Lo intenté en varias ocasiones, pero o los perdía el rastro, o surgía algún problema logístico, pues se trata de compañías itinerantes.

Sí puede decir que me alegró enormemente leer en el mes de abril que la Corte Suprema india había prohibido usar a niños en los circos. Algo que seguramente ayudará a evitar el tráfico de menores desde Nepal para usarlos en esta forma de explotación tan paradójicamente pública y poco disimulada, que Al Yazira muestra en el siguiente documental.

Otro más de los tantos y extraordinarios cambios, impensables cuando yo vivía allí, que está experimentando la India. Cambios que no han generado los voluntarios ni el pensamiento mágico, coordenadas por las que tan a menudo nos relacionamos con este subcontinente, sino sus propias gentes a través de la educación, las ansias de progreso, las oportunidades y el trabajo duro.

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