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SUPAY-666

CRONICA DEL TERREMOTO EN PISCO, PERU. ( Renso Quispe López, periodista corresponsal de la revista Vestigio del Callao Y ventanilla)

                                                      Ciudad Fantasma  

 Son las cinco de la mañana y ya estoy casi listo para salir, mi mente me empuja y me recrimina el motivo de esta imprevista decisión: ¿por que tengo que asistir a aquel infausto suceso, que no  es ninguna obligación mía, y quizás suponga algún riesgo de muerte?, tampoco es una deflagración celestial  de mi vocación periodística, quizás sea el  espíritu altruista sedimentado en el fondo de mi misántropo corazón  que  hace una de sus espontáneas apariciones. No se lo que es. Pero igual sigo adelante, termino de cepillarme los dientes y me despido de mi madre con la sensación de que quizás no vuelva. Me dirijo al encuentro de Pablo, amigo de la revista y de incontables borracheras, en el camino me sigo preguntando cual es el verdadero motivo de este pequeño viaje.Encuentro a Pablo en la casa de otro amigo, y  decidimos enrumbarnos a comprar los pasajes que nos llevaran a una de las catástrofes mas grandes que le han ocurrido al Perú, donde mas de trescientas personas, hasta ahora, han perdido la vida, miles de heridos reniegan  su destino que los ha privado de sus seres queridos y de sus hogares. Llegamos a al terrapuerto de Soyus a las 6 de la mañana, y ya se manifestaba  una cola descomunal de 5 cuadras, preguntamos en cuanto se habían elevado  los pasajes, que normalmente costaban seis soles hasta Pisco que está a tres horas de Lima,  nos dimos con la ingrata sorpresa que se habían triplicado, se supone que en una situación así las empresas deberían sobrecogerse y brindar su apoyo en cuanto pudieran, pero en lugar de eso, solo buscaban lucrar con la desesperación y el dolor de los familiares de las víctimas. No había otra alternativa, si no nos embarcábamos  de una vez llegaríamos en diez horas por lo menos, por que las carreteras estaban estropeadas a consecuencia del violento sismo.Mientras esperábamos nuestro turno en la cola apareció una combi en las afueras de Soyus, que ofrecía llevarnos por el mismo precio, pero en la mitad de tiempo, no lo pensamos dos veces, nos subimos y les dijimos adiós a los pobres infelices que seguían peleando con los cajeros, para que les redujeran las tarifas.Cuando aborde mi pequeño monstruo metálico, no aguante el cansancio de una amanecida que ya llevaba a cuestas y dormí poco y mal, sin embargo la gente parloteaba como si fuéramos a un evento festivo. Cuando llegamos a una de las entradas de  Pisco, todavía a unas 6 cuadras de la plaza, el panorama era desolador, lo que vi en Ventanilla era un juego de niños en comparación a esto, un enjambre humano recorría las calles con rostros de desesperación y dolor. La ciudad: un sepulcro con olor opresivo de descomposición exigía a todos a usar mascarillas para no obligarse a vomitar, yo no podía oler nada por una fractura que sufrí en el tabique hace un par de años, pero el talante de Pablo me confirmaba que  aquel aire lleno de polvo y muerte era irrespirable, él empezó a tomar fotos y yo  empecé a grabar testimonios de los damnificados, “mis 4 hijos y mi hermana  han muerto, porque nosotros vivimos en el fondo de aquella quinta, solo se han salvado los que viven  cerca de la salida, yo de milagro me he salvado por que estaba trabajando, nunca pensé que nos pudiera pasar algo así” y de repente rompió en llanto una de las tantas madres, que han quedado en el desamparo y la soledad entre los escombros. Seguimos caminando en dirección a  la plaza, aquella infame plaza que no será recordada por ser el eje de un pueblo que  lleva el  nombre de uno de los licores emblemáticos de nuestra patria, sino por este oscuro capítulo en la historia de sus habitantes. Al llegar a la entrada todo era caos, patrullas de bomberos , volquetas, policías, militares, defensa civil, perros rescatistas, colas de  heridos, escombros, muertos, y nosotros en medio de todo eso, por donde se mirara había destrucción, yo pensaba que el terremoto solo había destruido las casas débiles construidas de adobe, pero esa falacia quedo desmentida cuando vi los bancos de la Nacion, Scotiabank, y el Continental literalmente hecho pedazos, en esos momentos tome conciencia de la gravedad y medí las consecuencias en un supuesto sismo teniendo como epicentro a la capital. Tragué saliva.  Sí un sismo con aquella magnitud  se ensañara con la capital y su epicentro fuera  allí,  lo de Pisco quedaría  relegado a un segundo plano, en Lima morirían miles, los de Barrios Altos serian los primeros en caer, las casas antiguas del Callao no quedarían incólumes, la mayoría de las edificaciones antiguas del centro se vendrían abajo como castillos de naipes, y las cientos de invasiones de San Juan de Lurigancho y Comas también, por no contar emporios, universidades, colegios etc.Esta tragedia ha dejado al descubierto no solo la falta de preparación de los habitantes de la capital y de las provincias, sino de las autoridades que prácticamente están tan desorganizadas en casos de desamparo de esta magnitud, hasta el presidente estaba mal informado, al anunciar equivocadamente una cifra exigua de damnificados y muertos, error fatal, quizás por eso las autoridades se demoraron tanto en acudir a ayudar a los heridos de Pisco, Chincha e Ica. Después de tomar una gran cantidad de fotos y grabar los testimonios de varios rescatistas, policías, y damnificados, empezamos a caminar sin rumbo por las calles sin nombre, desconocidas para nosotros, y nos preguntábamos como habría sido esto antes del sismo, como hubiera lucido una semana antes todo, seguimos caminando, pero esta vez un problema solapado por el desastre se hizo presente: el hambre.  Recién caí en la cuenta de que no habíamos ingerido alimento alguno desde que salimos de Soyus, y ya me sentía un poco mareado, las ansias de comer se acrecentaban y decidimos buscar algún lugar donde conseguir una galleta o algo, pero las calles solo eran escombros y al parecer todos sentían el mismo aguijón angustioso, y quizás aún mas, ya que ellos ya llevaban dos días y probablemente no hubieran recibido ayuda alguna  hasta el momento. Decidimos ir a la plaza y tratar de conseguir comida con algún policía venal, pero nos respondían que ellos tampoco habían  comido  en dos días y que recién habían recibido su ración. No les creímos. Era la viva imagen de la venganza del nutrido contra el hambriento, ellos devorando su pitanza, y nosotros observándoles con envidia. Nos resignamos.  Empezó a caer la noche y decidimos quedarnos en la plaza y buscar un lugar seguro en caso de alguna replica que terminara por destruir las edificaciones que todavía  quedaban en pie, y también de los ladrones que caminaban al acecho,  eran las 8 y el panorama no había cambiado mucho, pero de repente la gente empezó a amontonarse en una esquina de la plaza, frente al Banco Continental, fuimos corriendo a ver que ocurría, era la lista de personas desaparecidas,  probablemente muertas, que llegaban  alrededor de cincuenta, me pregunté en voz alta  donde había sido la peor tragedia, donde había muerto la mayor cantidad de gente,  y una señora a mi lado me respondió con voz entrecortada que la ironía mas atroz fue la de la gente que pereció en la iglesia de San Clemente, según  ella, mas de trescientas personas estaban en misa, y que a la par  era una celebración importante de Pisco, cuando se sintieron los primeros segundos, cuando todavia el sismo era un temblor inofensivo y vieron estremecerse las paredes, la gente empezó a huir , pero algunos decidieron quedarse a orar, de repente  cuando el sismo comenzó a sacudir violentamente y se convirtió en un terremoto , las personas que habían salido empezaron a gritar y decidieron volver  a la iglesia para clamarle misericordia al señor, calme su ira divina,  pocos segundos después el techo del templo  les cayo encima, la mayoría  perdió la vida en el acto . Al frente de la derruida catedral, en la esquina opuesta de la plaza a la que nos encontrábamos, al lado  de los cuerpos embalsamados no identificados, colocaron un pizarrón  que describía  las características de los cadáveres para que los deudos pudieran reconocerlos. Hombre moreno de metro sesenta, aproximadamente de ochenta años de edad, pantalón de vestir azul, camisa de cuadritos  azules, zapatos marrones. Me estremecí al pensar que algún día algún familiar mió tenga pasar por ese penoso ritual. Al instante, escuche un alarido desgarrador, entonces supe que una  señora que estaba  a mi  lado había identificado a aquel anciano, probablemente su padre. No nos atrevimos a preguntar. El militar que custodiaba los cadáveres le informó a la señora que por la tarde otros familiares vinieron y se llevaron las cosas de valor del difunto, prometiendo volver con el resto de hijos y hermanos mas tarde a recogerlo, “pero la única familia que tiene soy yo” entonces comprendió con desilusión y amargura que ni en esas circunstancias uno estaba libre de ponzoñosos delincuentes sin corazón, que no les importaba el dolor ajeno. Nos  sentamos en una de las bancas de madera de la plaza con la ilusión de un sueño profundo. Pero no pudimos. El aire helado nos impactaba como  ráfagas de ametralladora que calaban hasta los huesos y agarrotaban los músculos. Pablo me miraba con desesperación, “hay que meternos a alguna carpa”, solté una carcajada y le sugerí que buscáramos otro lugar donde hubiera menos frío. Encontramos una banca de cemento a modo de arco, que esta en frente de la estatua  en medio de la plaza, parecía el lugar perfecto para pasar la noche, Pablo saco un periódico de su morral  y lo improvisó a modo de colchón  para acostarse sobre el , pocos minutos después se durmió. Yo no hice lo mismo. Me mantuve despierto con la idea de que apenas despuntará el alba volvería  a casa, y que ahí me esperaría mi madre con un plato de comida y un lugar donde dormir, pero aquellas personas que lo habían perdido todo, ¿que sería de ellos?, tendrían que quedarse aquí a esperar la ayuda del gobierno o la caridad de alguna institución, tendrían que  hacerle frente a  su desdichado destino, cuanto tiempo mas esperarían para que sus vidas fueran las de antes, yo solo estaba a pocas horas.

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