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Francotirador, Critica de Ricardo Bedoya ...gracias a http://www.paginasdeldiariodesatan.com/

Category:Bradley CooperCine de Estados UnidosCine de hoyClint Eastwood,Estrenos

 

Apasionante, polémica y compleja es “Francotirador”, de Clint Eastwood.

El final de la cinta muestra fotos y grabaciones del sepelio de Chris Kyle, referente de la historia narrada. Las vemos mientras se suceden los créditos de cola y aportan una significación central  a la película. La celebración del patriotismo por ciudadanos conmovidos al paso del cortejo, da cuenta de un acto solemne. Se entierra a un héroe al que los estadounidenses deben gratitud.

En otras palabras, se imprime una leyenda.

Pero en las dos horas previas de proyección vemos el retrato de un hombre modelado por su medio y circunstancias. Es un texano agresivo, elemental, macizo, que tiene como dogma personal la fe en la Nación y en ese Destino Manifiesto que proclamaron los personajes que fundaron y condujeron el país. Este ciudadano de la América profunda ve el mundo y sus conflictos a través de una pantalla de televisión, mediadora de su relación con la realidad.

Y esa pantalla es la que impulsa el inicio de la tragedia. Una tragedia americana.

Antes de ver impresa la leyenda, asistimos a la escueta exposición de los “hechos”. El texano que se convierte en Navy Seal; francotirador de élite; protector de su manada en Irak; guerrero por convicción que sataniza a los enemigos en el teatro de operaciones; defensor de sus ideales patrióticos; homicida serial; héroe de guerra.

Pero vemos también a ese mismo hombre descomponiéndose; desconcertado ante la caída de sus compañeros más cercanos; encarando la sinrazón; comprometiendo su salud y vida familiar a causa de su apego a la guerra; enfrentando la lucidez y depresión del hermano pequeño –la oveja frágil que siempre protegió-, de regreso del horror del combate; conociendo el descontrol en pleno campo de batalla; sufriendo la confusión de los espacios y la incertidumbre en la ubicación de los “targets” luego de haberse especializado en el certero tiro a distancia; enfrentando a Mustafá, un “alter ego” perverso, el francotirador sirio, campeón olímpico que ha traicionado el espíritu deportivo, sombra o silueta vista desde la distancia, encarnación de ese imperio de mal que proclamó Bush; ese mal que su nación quiere extirpar de Irak.

En la obra de Eastwood, “Francotirador” cumple el papel que “Un tiro en la noche” tiene en la obra de Ford. La que se pregunta por lo que hay detrás de la leyenda impresa. Detrás del hombre que “mató” a Liberty Balance, y del interior de Chris Kyle.

Es un asunto que ya trataba “La conquista del honor”, pero que tiene más contundencia aquí.

La película sigue un itinerario trágico. Y lo hace ajustándose a un esquema narrativo canónico. El protagonista se enfrenta a la perturbación de un “orden” –el atentado contra la embajada de los Estados Unidos en Nigeria y el derribo de las Torres Gemelas- que su formación cultural e ideológica le hace concebir como “natural”. Como reacción, él mismo quiebra una norma de humanidad al disparar contra el niño y la mujer. Hecho de guerra, justificado por las reglas del combate, pero también producto de un odio institucional o un orgullo personal. Es el momento en que el hombre empieza a cotejarse con los dioses. No los del Olimpo, pero sí los de la celebridad y la leyenda, estimulantes contemporáneos.

Y cuanto más “legendaria” es la trayectoria de Kyle, más se desmorona el hombre  y más confusa es su visión.

El transparente y gran ojo azul de Bradley Cooper, aumentado por el lente del mirador del arma, enfrentando a la ceniza realidad de un Irak en ruinas, pero infalible en la acción, pierde progresivamente la nitidez de su visión, para acabar envuelto en la opacidad total de una tormenta de arena.

La historia de la mirada de Kyle es el centro de la puesta en escena de la película.

Con el deterioro del personaje, se descomponen también los espacios fílmicos.

De la nítida disposición de los espacios de las secuencias iniciales en Irak, gracias a los encuadres de altura y del dominio casi panóptico del teatro de operaciones, se pasa a la confusión de la intervención a pie durante el encuentro con los “colaboradores” iraquíes. La visión acotada por el visor del arma –que corresponde al ojo de Kyle- es reemplazado por una cámara dinámica que se aleja del encuadre subjetivo sin abandonar el punto de vista del protagonista.  Cada misión del guerrero en Irak es un tramo de su peripecia trágica y, por eso, el desorden y la confusión se instalan de modo progresivo. Hasta que llega la ceguera total, el tiroteo, la pérdida de referentes físicos, el caos de la guerra, la derrota moral, el reconocimiento de la falta íntima, la tormenta de arena. El empañado ojo azul de Bradley Cooper.

Pero lo que resulta más fascinante son las contradicciones que recorren la película. Eastwood es un cineasta de verdad y no un predicador. Su mirada antibélica no está formulada en proclamas, alegorías ni discursos. No es Lewis Milestone ni Peter Collinson. Tampoco es un halcón que celebra una intervención. No es Ray Kellog ni el director John Wayne. Eastwood es un conservador que cree en la defensa de los valores patrióticos, pero que no está dispuesto a entonarles cánticos ni loas.  

Por eso, toma a un héroe nacional y lo desmonta. Elige a un actor que encarna un tipo físico particular y que lleva consigo la mitología del gringo juerguero y hasta despreocupado. Y lo emplea a la manera de los clásicos. Le lima los bordes; le exige contención; le altera el peso y la apariencia física; apela a su presencia contundente;  lo aleja del juego histérico o exhibicionista.  

Y lo integra a su galería de personajes preferidos: aquellos que, al decir de Michael Henry, padecen de “atrofia emocional”, desde “El jinete pálido” hasta J. Edgar Hoover, pasando, claro, por Bird. Lo que se hace aún más nítido en el personaje de Kyle que suele mostrarse ensimismado, que responde con frases cortas y poco inspiradas y tiene reacciones pasionales antes que racionales. Que rehúye de las explicaciones o lamentos, porque nunca matiza. Su mundo es el maniqueo que pregona Fox News.

Kyle es producto de un medio rígido y de una formación rigorista y tradicional. Es el “héroe” modelado por la cultura de las armas de fuego. Esa que recibió de su padre y transmite a su hijo. La de Alan Ladd entrenando a Brandon De Wilde en la autodefensa. O la que grafica la historia de aprendizaje de “The Tin Star”, de Anthony Mann. 

 Pero a diferencia de “Shane, el desconocido” aquí  no hay lirismo ni la memoria de un paraíso perdido o amenazado. Para Eastwood la guerra tal vez sea inevitable, pero siempre es sucia. Es cruel y espectacular a la vez. A un cineasta como él, le causa repugnancia y fascinación al mismo tiempo.

Y termina impregnando o envileciendo a todos, por más idealistas o patrióticas que sean las intenciones del guerrero. Hasta a los veteranos de guerra, perturbados para siempre, como el asesino de Kyle. 

El hombre que mató a 160 iraquíes solo cumple con el destino trágico que forma parte de una cultura: la de las armas, que se gestó en tiempos de William Munny, el protagonista de “Los imperdonables”, ese relato fundacional que se torna, de modo paradójico, crepuscular.  

Tampoco hay actos de coraje. O, en todo caso, sus raíces y meritos son complejos y se ponen en tela de juicio.  Un insufrible “figureti” como Michael Moore, tratando de criticar de modo sibilino –su estilo de siempre- a la película, ha dicho que un francotirador es un cobarde. Acertó, acaso por primera vez. Pero lo que dijo con ánimo de descalificación, es lo mismo que se pregunta Eastwood a lo largo de toda la película. Pero lo hace en voz baja, sin los pitos y matracas ideológicos que suelen adornar el marketing de Moore.

 ¿Valentía del que dispara encaramado, desde la altura y a lo lejos? ¿Coraje de tirar sobre un niño? ¿Gloria del guerrero que se incomoda al oír su apelativo de “Leyenda”? ¿Satisfacción del héroe por recibir el homenaje de un soldado – que parece sacado de “Los mejores años de nuestras vidas”- que tuvo suerte en el combate salvando la vida pero quedando mutilado para siempre? ¿Orgullo del valiente al ver su vida hecha jirones, a su hermano destruido y traicionada su confianza final en los veteranos de guerra capaces de matar a sus colegas?

Pocas películas bélicas han confrontado con tanta madurez -y tan pocos artificios retóricos- los desgarramientos éticos del combatiente como esta, de Eastwood. Ahora recuerdo otra que tendré que revisar pronto: “Sangre en la nieve” (“Battleground”), de Wellman.

Leo en las redes sociales una pregunta: “¿Estilo en American Sniper?”

Es posible que “Francotirador” disguste, pero que una persona dedicada a la crítica de cine formule una pregunta de ese calibre para descalificar a la película es casi tan grueso como dar importancia al bebe falso que desvela las preocupaciones de tuiteros siempre deseosos de estar en la “pepa”.

Sí, la película tiene estilo. Y un gran estilo. El de la continuidad clásica. El del montaje que se articula sobre la figura expresiva del “shot /reverse shot” potenciada aquí por la composición centrada en el eje de la mirada del protagonista. El de la puesta en escena ceñida a la exposición de un filme de género y a las turbulencias de una biografía compleja que revela la otra cara del “héroe”.      

 

Ricardo Bedoya

Caricaturesca libertad de expresión en Francia ...gracias a http://www.elciudadano.cl/

Es tal la libertad de expresión que impera en Francia que si yo viviera en ese país podría estar en la cárcel por haber escrito este artículo. Las caricaturas que ilustran este escrito son del dibujante brasileño Carlos Latuff, quien en noviembre de 2012 fue catalogado por el Centro Simon Wiesenthal de Estados Unidos como el tercer “antisemita” del mundo, debido a sus denuncias gráficas de los crímenes del Estado de Israel en Gaza. · 19 JANUARY 09:01


“La libertad de expresión en Francia es una completa falsedad y un fraude”.
 
Noam Chomsky

 

Las caricaturas que ilustran este escrito son del dibujante brasileño Carlos Latuff, quien en noviembre de 2012 fue catalogado por el Centro Simon Wiesenthal de Estados Unidos como el tercer “antisemita” del mundo, debido a sus denuncias gráficas de los crímenes del Estado de Israel en Gaza.

En estos días a raíz de los luctuosos acontecimientos de París, han aparecido toda clase de aclamaciones a la pretendida libertad de pensamiento, opinión y expresión que existiría en Francia. Como sucedió el 11 de septiembre de 2001, cuando se empezó a decir sin mucha imaginación “todos somos estadounidenses”, ahora se repite como cacatúas que “todos somos franceses” o más banalmente “Je suis Charlie”. Recordemos que luego de los ataques al Trade World Center, George Bush, aparentando una ingenuidad y una inocencia angelical preguntaba por qué atacaban a Estados Unidos, a lo que él mismo respondía diciendo que se agredía la libertad, la democracia y la justicia que caracterizarían ese país imperialista y a nombre de valores tan abstractos, tras los cuales se encontraba el petróleo y el reordenamiento geopolítico del orbe, le declaró la guerra al mundo pobre y periférico, como epicentro de la cruzada contra el “terrorismo internacional”.

Algo similar sucede en estos momentos, cuando desde Paris, de François Hollande en adelante, se afirma que se ha atacado la libertad de expresión, que tendría su cuna en Francia y ese país sería, sin duda alguna, su mejor defensor. Para citar un ejemplo, Mario Vargas Llosa en un descolorido artículo asegura “el asesinato de casi toda la redacción de Charlie Hebdo significa […] que la cultura occidental, cuna de la libertad, de la democracia, de los derechos humanos, renuncie a ejercitar esos valores, que empiece a ejercitar la censura, poner límites a la libertad de expresión, establecer temas prohibidos, es decir, renunciar a uno de los principios más fundamentales de la cultura de la libertad: el derecho de crítica”.

Esas afirmaciones ditirámbicas no resisten el menor contacto con la dura realidad de Francia. Y no nos referimos a que la libertad de expresión sea el privilegio de una minoría, que tiene capital económico y cultural para expresarse, o que la prensa y las editoriales sean propiedad de poderosos conglomerados económicos. No, estamos hablando de algo más prosaico: la persecución velada y abierta contra ciertos escritores e intelectuales que escapan al redil del poderoso lobby judío que existe en Francia o la censura que ejercen los nuevos mandarines de la prensa y la edición contra los autores que no son “políticamente correctos”.

En este artículo vamos a presentar una muestra de la manera como en Francia, la aclamada cuna y morada de la libertad de expresión, se censura, persigue, e incluso se encarcela a quienes se atreven a criticar el lobby israelí o sus posturas no están en sintonía con el pensamiento “tibio”, de derecha, del mundo académico y cultural.

No sobra advertir, que hace algunos años percibí en carne propia el desprecio y discriminación hacia un sudaca, algo que es incluso peor en el caso de un árabe, marroquí o argelino, como lo experimenta cualquiera que viva en Paris y tenga ojos para ver y oídos para escuchar. Porque solo basta habitar en un banlieue, o visitarlo de vez en cuando, para apreciar la discriminación, el desprecio, el racismo y toda suerte de humillaciones que soportan a diario los descendientes pobres de los colonizados de ayer, o los recién llegados de África o del mundo árabe que huyen del hambre, la miseria y la violencia que en sus países de origen producen los planes de ajuste y las guerras impulsadas por Francia y los países imperialistas.

Una legislación que censura la investigación histórica

En 1972 se aprobó una disposición contra el racismo en donde se condena hasta con una pena de seis meses de cárcel y una multa de 150 mil francos a quien incurra en los delitos de injuria y difamación y ofendan a personas por pertenecer o no pertenecer a una raza, etnia, nación o religión determinada con “discursos, gritos o amenazas, proferidas en lugares o reuniones públicas, mediantes escritos, impresos, dibujos, grabados, pinturas, emblemas, imágenes o cualquier otro soporte de lo escrito, de lo hablado o de la imagen […] puesto en venta o distribuido tanto lugares o reuniones públicas, como por impresos o afiches expuestos a la mirada pública…”. La Ley Fabius-Gayssot, del 13 de julio de 1990, perfecciona la disposición de 1972 contra el racismo, ya que sostiene en su artículo primero: “Toda discriminación fundada en la pertenencia o no pertenencia a una etnia, nación, raza o religión está prohibida”. Además, se califica como delito, en su artículo 9, la negación de crímenes contra la humanidad, de acuerdo a la definición que dio el estatuto del Tribunal Militar Internacional de Núremberg, que hayan sido cometidos tanto por los miembros de una organización declarada criminal en aplicación de ese estatuto como por una persona reconocida como culpable de esos crímenes. Esta Ley amplia las penas de cárcel para quienes sean declarados culpables de negar los crímenes establecidos por el Tribunal de Núremberg.

A primera vista estas disposiciones contra el racismo, la xenofobia y la discriminación no tendrían ningún inconveniente, el problema radica en que en la Ley Fabius-Gayssot fue aprobada con un tinte claramente pro-sionista, a partir del cual se consideró como un delito grave el llamado “revisionismo histórico”, término con el que se alude en concreto a las críticas e interpretaciones que pudieran hacerse sobre la persecución y exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, algo sintetizado en el término Holocausto (un vocablo en sí mismo discutible, porque connota la idea que fue un acto de sacrificio único e irrepetible) y se persigue lo que en forma genérica sea visto como antisemitismo. Es decir, la ley contra el racismo y la discriminación se centra en forma casi exclusiva en perseguir el antisemitismo, noción en la que se involucran las críticas que se puedan hacer a los crímenes cometidos por el Estado sionista de Israel, aunque eso se encubra con la persecución al revisionismo histórico. Esa Ley, además, autoriza a organizaciones civiles para adelantar demandas contra los acusados de odio racial o antisemitismo, con lo que organizaciones del lobby judío pueden proceder a sus anchas para acusar a todo aquel que consideren como antisemita.

Latuff presenta a Los Revisionistas

Negación del Holocausto: No hubo holocausto, no existieron cámaras de gas y no existió un programa alemán de genocidio / Negación de Palestina: No existe Palestina, ni cultura palestina ni pueblo palestino

Esta legislación implanta una verdad oficial, a la cual hay que sujetarse, en lo referente a las interpretaciones sobre la persecución a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial por el régimen nazi. Así, la verdad histórica es determinada desde los tribunales por los jueces. Se confunde de esta forma verdad histórica y verdad judicial, como si fueran sinónimos, lo que niega el carácter independiente y autónomo de la investigación histórica. El conocimiento histórico no puede ser reducido a una religión, así se pretenda laica, tampoco debe estar sometido a ninguna prohibición ni puede ser reglamentado. La investigación histórica no condena ni exalta, sino que busca explicar procesos y acontecimientos. El historiador no es ningún esclavo de los intereses dominantes en la actualidad (como los del lobby sionista favorable al Estado de Israel) ni la historia es sinónimo de memoria, aunque aquél la pueda convertir en una de sus fuentes fundamentales.

La historia no puede ser un objeto jurídico y por tanto no puede estar sometido al criterio de los jueces. Los productos de la investigación histórica deben ser sometidos al debate público, al escrutinio de los ciudadanos que lean los libros de historia, y en esa dialogo y discusión se debe demostrar la falacia, las mentiras y las falsificaciones de ciertos historiadores, en este caso los negacionistas. Pero lo que resulta muy discutible es que a priori, se les condene penalmente y se les induzca a no tratar ciertos temas prohibidos. Con esta lógica no se habrían escrito nunca los grandes libros sobre la historia de la humanidad en diferentes momentos, y en el caso que nos ocupa nunca se hubieran podido publicar obras como La industria del Holocausto de Norman Finkelstein, o La limpieza étnica de Palestina de Ilan Pappé, para citar dos ejemplos.

Adicionalmente, el establecer el delito de opinión sobre el pasado (concretamente para el período 1933-1945, tiempo de vigencia del régimen de Adolfo Hitler) se crea una policía académica, encargada de asegurar que nadie cuestione las verdades establecidas sobre ese período. Esto genera censura y autocensura, por el miedo a la persecución y a la cárcel que esto suscita. Por ello resulta sorprendente que un historiador tan serio y riguroso como lo es Enzo Traverso pueda decir: “La principal versión del antisemitismo de posguerra, el negacionismo –esto es, la visión del Holocausto como mito, nuevo complot judío tendiente a culpabilizar a los gentiles– ha sobrevivido como un discurso provocador y transgresor que se ha encontrado con la condena generalizada y ha caído a menudo bajo los golpes de la Justicia (sic) (rentabilizando la postura de “victimas” que se deriva de ello)”. Es una mirada muy unilateral que solo considera el castigo que cae sobre los revisionistas que se han atrevido a escribir y publicar y con ello a desafiar la ley de censura existente, pero no considera el impacto nefasto que esas condenas tienen sobre muchas otras personas que estarían interesadas no solamente en estudiar esos asuntos históricos sino en opinar sobre la política sionista y sobre los crímenes del Estado de Israel.

Porque, justamente, el asunto se complica porque en Francia existe un poderoso lobby israelita, que controla importantes ámbitos de la vida cultural, política, ideológica y simbólica de ese país y, en su defensa irrestricta del Estado de Israel, censura y persigue como antisemitismo las críticas y denuncias a los crímenes de ese Estado. En ese sentido, se confunde una verdad establecida e indiscutible sobre el exterminio de los judíos (presentado con el nombre de Holocausto) que no se puede cuestionar, con los intereses del Estado de Israel como heredero del Holocausto. Quien critique en consecuencia los innumerables crímenes de Israel, su terrorismo de Estado, el asesinato de niños, la construcción de muros de la infamia, la destrucción de las casas, el establecimiento de colonias para ocupar los últimos reductos del territorio original de Palestina, los bombardeos indiscriminados, la tortura, la conversión del Holocausto en una poderosa industria mediática e ideológica para justificar sus crímenes…quien se atreva a decir eso, sencillamente es calificado de antisemita, y no sólo calificado, sino judicializado y puede terminar en la cárcel.

¡Antisemitismo!, ¡Antisemitismo! /Palestina Libre, fin de la ocupación

Al respecto, recuerdo que en 1996, antes de empezar una clase con el erudito profesor Robert Paris, comentábamos con algunos latinoamericanos que asistían a ese curso uno de los cotidianos asesinatos de palestinos en la franja de Gaza o en Cisjordania e indignados gritábamos contra la máquina de muerte del Estado de Israel, cuando el mencionado profesor se nos acercó para decirnos en voz baja que tuviéramos cuidado con lo que decíamos porque podríamos ser acusados de antisemitas y ser sometidos a un proceso penal.

Lo peor del caso es que en los últimos años se han aprobado en Francia otras leyes sobre la historia reciente, siendo la más cínica la aprobada el 23 de febrero de 2005, mediante la cual el Estado francés reivindica su pasado colonialista y rehabilita la memoria de los asesinos en la guerra de Argelia, entre 1954 y 1962. Esta Ley dispone en su artículo cuarto que “los programas de investigación universitaria den a la historia de la presencia francesa en ultramar, especialmente en África del Norte, el lugar que merece. Los programas escolares reconocen el positivo papel de la presencia francesa de ultramar especialmente en África del Norte, y que se dé a la historia y a los sacrificios de los combatientes del ejército francés en estos territorios, el lugar eminente al que tenían derecho”. Con esta infamia, nos vamos a encontrar entonces con que de ahora en adelante van a ser reivindicados como héroes Roger Trinquier y otros asesinos y torturadores de Francia como los de la OAS (Organización Armada Secreta), grupo paramilitar de extrema derecha. y, andando el tiempo, quienes los critiquen pueden terminar judicializados.

Denunciar crímenes de guerra de Israel es antisemitismo

Charlie Hebdo y el antisemitismo como pretexto para censurar

Charlie Hebdo es un claro ejemplo de lo que se entiende por antisemitismo en Francia, que supone que no se puede criticar al lobby sionista, ni al Estado de Israel. El 2 de julio de 2008 el caricaturista Siné, cuyo nombre es Maurice Sinet, escribió un texto sobre Jean Sarkozy, hijo del Presidente de la República, en el que sostenía que su pronta conversión al judaísmo le aseguraba un futuro radiante y pleno de ganancias monetarias. A raíz de esa sátira, Philippe Val, Director de Charlie Hebdo, lo despidió fulminantemente del semanario el 15 de julio. Y el despido fue justificado aduciendo que Siné era antisemita porque se había atrevido a criticar a un miembro de la familia presidencial –que sostenía a Charlie Hebdo– Su sofistica argumentación se desprendía de esta pregunta que le formuló un periodista de L’Express: “Echar a Siné por haber insinuado que Jean Sarkozy se convertiría al judaísmo por ambición social, ¿no es olvidar la lección de las caricaturas (sobre Mahoma)?”. A lo que Philippe Val respondió: “No ver la diferencia entre los dos asuntos demuestra lo difícil que es la conciliación en el día de hoy. Para empezar, Siné no ha dibujado una caricatura, sino que ha escrito un texto: eso es una diferencia importante. En segundo lugar, las caricaturas de Mahoma querían denunciar la instrumentalización de la religión para realizar crímenes en masa. Ellas no caen en la vulgata racista, como por ejemplo establecer un nexo entre ‘árabe’ y ‘ladrón’. Siné ha vinculado ‘judío’ y ‘dinero’” . Queda claro en esa singular perspectiva del director de Charlie Hebdo lo que se considera como racismo y apología del odio: todo lo que critique a los amigos de Charlie Hebdo, entre ellos al Estado de Israel, y no lo que se burle de los musulmanes. Además, no se admiten los textos escritos que critiquen a los círculos del poder, pero se idealizan las caricaturas racistas contra el Islam, como si estas últimas no tuvieran connotaciones de odio. Y, finalmente, hay que frotarse los ojos para leer varias veces y comprobar que se afirma que un individuo es antisemita simplemente porque dice que los círculos del poderoso lobby judío de Francia se emparentan con el dinero y, para rubricar la infamia, se justifica la persecución judicial de una persona por insinuarlo. ¡Pobre William Shakespeare, si viviera en la Francia contemporánea daría con sus huesos en la cárcel, por haber escrito El mercader de Venecia!

Para Occidente Dibujar sobre los judíos… es antisemitismo!
 Dibujar sobre los musulmanes… es libertad de expresión!

Para completar, en esa misma entrevista se encuentra una definición de antología sobre lo que la “intelectualidad” francesa en forma dominante entiende por antisemitismo. A la pregunta si era posible ser antisionista sin ser antisemita, el director de Charlie Hebdo daba esta “magistral” respuesta sobre Israel: “Es imposible. Israel es una democracia y el sionismo es la expresión, compartida por la derecha y la izquierda, del patriotismo israelita. ‘Sionista’, es la palabra para decir patriota. No hay porque negarles a los judíos el derecho al patriotismo. Uno puede legítimamente oponerse a la política del gobierno israelita, pero decirse antisionista es decirse antijudío”.

En esas circunstancias, no extraña que el caricaturista Siné haya sido acusado de antisemita, de tener nexos con los antisionistas y criticar el Estado de Israel. Pero el asunto no se quedó en una controversia sobre las posturas de Siné, lo peor del caso radica en que fue demandado ante tribunales por la Liga Internacional contra el racismo y el antisemitismo (LICRA) –un poderoso grupo pro-israeli– por incitación al odio racial. Afortunadamente, el caricaturista Siné –que defiende la causa palestina y denuncia los crímenes de Israel– fue absuelto y Charlie Hebdo fue condenado por romper de manera abusiva el contrato de trabajo de su colaborador y se vio obligado a pagarle una multa de 40 mil euros por daños y perjuicios.

Esta no era la primera demanda que se hacía a Siné por antisemitismo, porque la misma LIRA lo había demandado en 1982, cuando después de la invasión de Israel al Líbano en junio de ese año –y cuando se produjeron las masacres de palestinos en Sabra y Chatila– Siné había declarado: “Yo soy antisemita desde que Israel bombardea. Soy antisemita y no tengo miedo de serlo”. En esa ocasión fue condenado y se le obligó a retractarse.

En estos momentos, cuando la estupidez se generaliza con el lema simplón Je suis Charlie, Siné ha recordado: “Yo no soy Charlie, soy Siné (Maurice Sinet). En 2008 la revista Charlie Hebdo me dejó sin trabajo por hacer una caricatura donde decía que el hijo de Sarkozy se había convertido al judaísmo por razones financieras. El director De Charlie Hebdo me exigió pedir disculpas por la caricatura, al negarme, me despidió por ridiculizar a los judíos”.

En fin, lo que el affaire Siné demuestra es la doble moral sobre la libertad de expresión de Charlie Hebdo, puesto que se le reivindica cuando se trata de burlarse y ofender a los musulmanes, y a los oprimidos en general, y se le considera como antisemitismo cuando se refiere a los judíos. Un caricaturista brasileño, Latuff, resumió en un dibujo la doble moral de los medios occidentales, entre los que se encuentra Charlie Hebdo.

Para Occidente Dibujar sobre los musulmanes es libertad de expresión!
 Dibujar sobre los Judios, es anisemitismo! Censurado.

No debe extrañar, con los elementos mencionados, que desde las páginas de Charlie Hebdo se haya dicho que un libro tan virulentamente racista e islamólogo como La rage et l’orgueil (La rabia y el orgullo), de la periodista italiana Oriana Fallaci –en el que, entre muchos infundios se califica a los árabes de “ratas”– era una muestra de “coraje intelectual”, porque “ella no protesta solamente contra el islamismo asesino, ella protesta también contra la negación en curso en la opinión europea […] que no quiere ver ni condenar claramente el hecho que es el islam que lleva adelante una cruzada contra Occidente y no a la inversa”. ¡Sobran comentarios a tamaña estupidez de confundir el islam con el islamismo!

Dos ejemplos de censura intelectual en París

El señalado anteriormente es un tipo de censura que impera en la Francia de hoy en día y otra forma de censura se basa en el anticomunismo declarado de gran parte de la intelectualidad francesa, para oponerse a la publicación y difusión de obras que considera obsoletas, por sus credenciales marxistas.

Para ejemplificar estas dos formas de censura, tomaremos el caso de dos intelectuales mundialmente famosos, Noam Chomsky y Eric Hobsbawm, y la manera cómo han sido tratados en el país que dice representar la “libertad de expresión”. Para el caso de la persecución y el encarcelamiento por criticar verdades establecidas sobre el llamado Holocausto existen varios ejemplos de persecución, como el que soportó Roger Garaudy, que ameritaría un tratamiento particular, pero que no vamos a considerar en este artículo.

Noam Chomsky

Chomsky, lingüista, analista social y activista político de los Estados Unidos, considerado como uno de los pensadores más importantes del mundo, con una amplia obra de denuncia de los crímenes del imperialismo estadounidense. En 1979 se involucró en un debate con parte de la intelectualidad mediática de Paris, por haber firmado una petición pública a favor de la libertad de expresión de Robert Faurisson, un historiador que, siendo profesor de la Universidad de Lyon, propagaba sus ideas revisionistas sobre el Holocausto, entre las cuales negaba la existencia de las cámaras de gas. Por sus posturas historiográficas y políticas empezó a ser acosado. Por esta circunstancia, algunos de sus amigos en Francia escribieron un documento en el que criticaban que se persiguiera al mencionado historiador por su forma de pensar. Pidieron adhesiones, tanto en Francia como en otros países, y una de las personalidades que firmó la petición fue Noam Chomsky. Este escribió unas reflexiones sobre la libertad de expresión que envió a Serge Thion, quien las publicó como prólogo a un libro de Faurisson que se tituló Mémoire en défense contre ceux qui m’accusent de falsifier l’histoire.
Por haber firmado la petición y escrito el texto que, sin su autorización, publicaron como prólogo, Chomsky se vio inmerso en algo más que un debate con algunos intelectuales parisinos, entre ellos con el historiador Pierre Vidal-Naquet. En la prensa francesa (Le Monde, Libération, Le Matin…) se pusieron a circular los más disparatados epítetos para calificar a Chomsky, al que llamaron neonazi, de extrema derecha, exterminacionista vergonzante y otras bellezas por el estilo.

Desde ese momento y hasta el día de hoy Chomsky ha indicado que él no apoya, ni podía apoyar, las tesis revisionistas y negacionistas de Faurisson, sino que defendía el derecho a la libre expresión, en razón de lo cual se oponía a que éste fuera condenado por expresar sus ideas. En concreto, el lingüista estadounidense afirmó: “Yo encuentro que es casi un escándalo que sea necesario debatir dos siglos después de que Voltaire haya defendido el derecho a la libertad de expresión de los puntos de vista que él detestaba. Se le rinde un mal servicio a las víctimas del Holocausto al adoptar la doctrina central de sus asesinos”.

Era el momento en que el grueso de la intelectualidad parisina vivía una transición acelerada hacia la derecha, que se expresaba en su apoyo a los Estados Unidos como vanguardia del “mundo libre”, y en la defensa incondicional del Estado de Israel como la “única” democracia del cercano oriente En estas condiciones, Chomsky resultaba un personaje incómodo, por ser un crítico ilustrado tanto de Israel como de los Estados Unidos. Esto era inaceptable para esos “nuevos” intelectuales derechizados, que manejaban un gran capital simbólico, como se lo que van a hacer sentir a Chomsky.

Nunca más, ¡otra vez!

El ataque contra Chomsky se dio en dos frentes culturales. Un primer frente fue el de los medios de comunicación, prensa y televisión, donde se presentó una sincronizada campaña de desprestigio, difamación y calumnias contra Chomsky, al que se presentó como un “antiamericano feroz y primario” y un apologista de los crímenes en Camboya, por haber denunciado la masacre en Timor Oriental. En este caso, la “libertad de expresión”, de que tanto presumen los franceses, se aplicó en una forma selectiva, puesto que la prensa de París se negó a publicar las respuestas de Chomsky, tergiversó sus afirmaciones o las adulteró.

El segundo frente del ataque se dio en el mundo editorial, puesto que después de 1981 cuando se publicó Economie Politique des Droits de l’homme: la Washington Connexion, escrito con Edward Herman, Chomsky sufrió la censura y durante casi 20 años ninguna de sus obras fue publicada por grandes editoriales de Francia. Que sepamos en la década de 1980 sólo se publicaron dos libros suyos por pequeñas editoriales anarquistas.

Y eso se sentía en el ambiente de las librerías de la época. Recuerdo que cuando llegue a Paris a finales de 1994 y preguntaba por algún libro de Chomsky, los libreros me respondían de mala gana, como si estuviera buscando al diablo en persona y me gritaban que ellos no promocionaban a esa clase de autores. Eso me extrañaba sobremanera por la importancia del autor del que estamos hablando y porque en el plano personal recientemente había leído con pasión varios libros de Chomsky, que me sirvieron para redactar ¿Fin de la historia o desorden mundial?, uno de los primeros textos que introdujo el Chomsky político en Colombia.

Esa censura abierta, disfrazada con el derecho a la libertad de imprimir de cada sello editorial, se mantiene hasta el día de hoy, aunque desde finales de la década de 1990, pequeñas editoriales francesas hayan vuelto a publicar algunas de sus obras e incluso Hachette haya asumido la edición de una obra de Chomsky.

Además, Chomsky fue literalmente desterrado del ambiente intelectual, académico y universitario de Francia, y durante treinta años dejó de asistir a ese país. Pierre Pica, quien fuera alumno de Chomsky en los Estados Unidos, lo invitó en 2010 a París. Su venida fue recibida con algo más que frialdad y desinterés, porque desde Le Monde des Livres se invitaba a no asistir a las conferencias de Chomsky, aduciendo que carecían de interés y no había nada nuevo que escucharle.

Para Sergio Haline, periodista de Le Monde Diplomatique, que Chomsky no hubiera estado en Francia en 30 años se debió a la existencia de un “pequeño grupo de guardianes”, que actúan como “una policía del pensamiento”, y recurren a todo tipo de artimañas para impedir la difusión de la obra del lingüista estadounidense. Según el filósofo Jacques Bouveresse: “Pocos intelectuales han sido, en el período reciente, difamados intelectual y moralmente, al grado en que (Chomsky) continua soportándolo”. Y el origen de esa hostilidad se encuentra en el affaire Faurisson, como lo recuerda François Gèze, de la Editorial La Découverte: “Si Chomsky no hubiera cometido ese gravísimo error político, sin duda hubiera sido mejor comprendido en Francia”.

Pero no se trata de comprensión, ni mucho menos, es una cuestión de censura, de silenciamiento, de difamación por parte de una gran parte de la intelectualidad parisina, que se caracteriza por su chovinismo y su ignorancia sobre los grandes problemas del mundo, algo en que es superada con creces por la inagotable capacidad analítica y crítica de Noam Chomsky. Paradójicamente, esos intelectuales de Paris no se creen el centro del mundo sino el mundo mismo.

Chomsky, a diferencia de muchos de los intelectuales de Paris, que pasaron del maoísmo a la extrema derecha –como André Henry Levy, uno de los que encabezó la cruzada anti-Chomsky en 1979– ha mantenido la coherencia, algo raro entre los intelectuales. En efecto, en el 2010, Chomsky firmó un llamado en internet, promovido por Paul-Éric Blanrue et Jean Bricmont, exigiendo la abrogación de la Ley Gayssot y la liberación de Vincent Reynouard, quien fue encarcelado por haber publicado un folleto sobre el Holocausto en el que niega la existencia de las cámaras de gas. En esta ocasión, Chomsky criticó la Ley Gayssot: “Me he enterado que Vincent Reynouard ha sido condenado y encarcelado a nombre de la Ley Gayssot y que una solicitud circula para protestar contra esas medidas. No conozco nada a propósito del Señor Reynouard, pero considero la Ley Gayssot como completamente ilegítima y en contradicción con los principios de una sociedad libre, tal como ellos han sido comprendidos desde la Ilustración”.

Es posible que Chomsky se haya equivocado al entrometerse y desgastarse en un debate inútil con los “sabios” de París en 1979-1980, pero es comprensible su actitud si tenemos en cuenta que estamos ante un “intelectual público”, de esos que están en vías de desaparición, y no teme comprometerse con las causas que considera importantes, se unta con el “barro” de la calle, discute y polemiza para defender sus puntos de vista, y no se resigna a ser un observador “neutral”, de gabinete. Con este caso, hemos querido resaltar es la manera cómo funciona la “libertad de pensamiento” a la francesa que censura a un autor cuando lo considera incómodo y no está de acuerdo con sus puntos de vista.

En ese sentido, no sorprenden las palabras que a Noam Chomsky le ha destinado en varias ocasiones Charlie Hebdo, a través de su editorialista Philipe Val. En ese semanario de caricaturas se ha dicho que Chomsky es “un enamorado de las sectas, “un decrépito (tartamudo)” que “envenena la reflexión de la izquierda alimentando una teoría del complot en el que no flotan más que los instintos fascistas y haciendo recaer en el ‘otro’ las responsabilidades de las desgracias del mundo”. Ese mismo editorialista sostiene que el “estilo de Chomsky está al nivel de los niños de CM2” (último curso de la escuela elemental para niños que tienen en promedio 10 años) y “Chomsky y Ben laden libran el mismo combate” Igualmente, en Charlie Hebdo se afirma que Chomsky es “uno de los estadounidenses que más detestan a los Estados Unidos, y uno de los judíos que ejercen una crítica contra Israel tanto más aguda en la medida en la que al ser judío piensa escapar a la acusación de antisemitismo”. Tanto nivel de “debate” no amerita muchos comentarios, pero si indica hasta donde ha llegado la “intelectualidad” “bien pensante” y “progre” de Francia.

Eric Hobsbawm

En 1994 el historiador inglés Eric Hobsbawm publicó su obra The Age of Extremes que de inmediato se convirtió en un libro de referencia mundial y fue traducido a más de 20 idiomas. Sin embargo, en Francia ninguna editorial, ni grande ni pequeña, lo quiso publicar, máxime si se recuerda que Editorial Gallimard había publicado la trilogía de Hobsbawm sobre el largo siglo XIX, sin ningún reparo.

Un hecho revelador sobre los “nuevos mandarines” de París lo ejemplifica la actitud de Pierre Nora, flamante autor mediático elevado al estrellato de la investigación histórica por la publicación de Los Lugares de la Memoria, además director de una colección en la Editorial Gallimard, miembro de la Academia Francesa y de la fundación Saint-Simon. Es decir, un individuo poderoso dentro de los círculos intelectuales del Hexágono. Como Director de Colección, en 1997 se negó a que fuera traducido el libro de Hobsbawm, porque, según él, se trataba de una obra anacrónica e inspirada en una ideología trasnochada, de tal manera que no lo consideró, léase bien, como un producto rentable que le produjera ganancias a la editorial. Según Nora, los editores están obligados a tener en cuenta la coyuntura intelectual e ideológica donde se inscribe su producción” y en el contexto de la década de 1990 “hay serias razones para pensar […] que (ese) libro aparecería en un ambiente intelectual e histórico poco favorable. De ahí la falta de entusiasmo para apostar por sus oportunidades”. Allí ya no habla un editor sino un censor, como lo confirma inmediatamente: “Francia ha sido el país más larga y profundamente stalinizado, la descompresión, de un solo golpe, acentuó la hostilidad a todo lo que, de cerca o de lejos, pueda recordar esa época de filosovietismo o procomunismo anterior, incluido el marxismo más abierto. Eric Hobsbawm cultiva este apego, aun distanciado, a la causa revolucionaria, como motivo de orgullo, una fidelidad altanera, una reacción a los tiempos que corren: pero en Francia y en este momento, cuesta digerirlo”.

La censura, porque es eso, no tiene que ver con la rentabilidad de la obra de Eric Hobsbawm, cuyos libros se venden en todo el mundo, sino debido a un hecho ideológico y político, puesto que así sea en forma distante el autor inglés sigue profesando algún “apego a la causa revolucionaria” y eso no lo puede tolerar uno de los mercachifles del negocio de la memoria, como lo es Pierre Nora. Por lo menos se ve obligado a reconocer las razones ideológicas por las cuales censura The Age of Extremes.

Pero contextualicemos el asunto. Era el momento, hay que recordarlo, en que el anticomunismo era una mercancía que se vendía más que la baguette, el vino o los quesos, en los quioscos de Paris, como lo evidencia que dos productos intelectuales tan mediocres, como El Pasado de una Ilusión de François Furet y el Libro Negro del comunismo, editado por Stéphane Courtois, se convirtieran en bestsellers en Francia. Como editor, más que como historiador, a Pierre Nora, el memorialista de la banalidad, le interesaban los ingresos monetarios antes que difundir una obra a la que juzga, y en eso ya no actúa como editor sino como censor histórico, obsoleta por la militancia comunista de su autor. Nora, al igual que la mayoría de los intelectuales parisinos, debido a su chovinismo provinciano, no se preocupaba de lo que sucedía fuera de su feudo cultural, porque el libro de Hobsbawm se vendía muy bien en varios países. Además, los hechos posteriores desmintieron sus pretensiones comerciales, porque luego de ser traducido al francés, en Bélgica, se vendieron 50 mil ejemplares.

Pero aún peor, como cualquier censor Pierre Nora se basa en el testimonio de un muerto, de François Furet que falleció en 1997, para atribuirle estas palabras, que desde luego él comparte y son las suyas. Según cuenta Nora, Furet le habría dicho: “Tradúcelo, tío. Este no es el primer libro malo que tú publicaras”, para sugerir que el libro no tenía ninguna importancia y si Le Monde Diplomatique impulsaba su edición se debía al escándalo originado en su negativa a editarlo en Gallimard. Según él, de no ser por ese escándalo The Age of Extremes habría pasado desapercibido, porque “ningún órgano de prensa […] se había dado cuenta hasta ese momento de la existencia del libro”, Y con la arrogancia propia de los mandarines, Nora vaticina que Eric Hobsbawm no “dejará ni un rescoldo en la historiografía”.

Una revista universitaria de los Estados Unidos debeló el fondo de la censura al asegurar, por boca de Tony Judt, que eso se debió a tres razones: la fuerza de un agresivo antimarxismo entre los intelectuales franceses; las restricciones presupuestales para editar libros de ciencias humanas y el “miedo de la comunidad editorial a oponerse a estas tendencias”. Como prueba del antimarxismo, poco después de editarse el libro de Hobsbawm en inglés y en otros idiomas, en Paris se publicaba con bombos y platillos, como si marcara una revolución historiográfica, el libro anticomunista de un arrepentido, El pasado de una ilusión, de François Furet, un personaje financiado por fundaciones de derecha de los Estados Unidos. Era obvio que en el ambiente parisino, ni Furet ni los suyos querían una competencia historiográfica como la de Hobsbawm. Por eso, lo mejor era ignorarlo y no traducirlo, puesto que Hobsbawm seguía “siendo un impenitente hombre de izquierdas” se consideraba como “una molestia” para la moda intelectual hoy vigente en París”. Además, “no todos los intelectuales franceses veían con malos ojos que sus compatriotas leyeran obras de autores que no gozaban de los favores de las modas bienpensantes de los años 90”.

 

NOTAS

[1] Mario Vargas Llosa, “Je suis Charlie Hebdo”, en El País, enero 9 de 2015. (Énfasis nuestro).

[2] Journal Officiel de la République Française, julio 2 de 1972, p. 6803.

[3] Enzo Traverso, El final de la modernidad judía. Historia de un giro conservador, Publicaciones Universidad de Valencia, Valencia, 2013, p. 159. (Énfasis nuestro).

[4] Citado en La historia y la memoria bajo la ley, disponible enhttp://www.cafebabel.es/estrasburgo/articulo/la-historia-y-la-memoria-bajo-la-ley-16.html

[5] Philippe Val, ”L’affaire Siné est un avertissement”, L’Express, 22 de noviembre de 2008.

[6] Ibíd.

[7] https://es-es.facebook.com/informeruah/posts/396273143883505

[8] Citado en Henry Maler, Quand Charlie Hebdo et Le Monde rivalisent d’esprit libertaire, noviembre 3 de 2002, en http://www.acrimed.org/article794.html

[9] Noam Chomsky, “Chomsky et Faurisson”, en Ecrits politiques, 1977-1983, Acratie, Paris, 1984, p. 176.

[10] Ver al respecto : Réponses inédites a mes détracteurs parisiennes, Spartacus, Paris, 1984.

[11] Renán Vega, ¿Fin de la historia o desorden mundial? Critica a la ideología del progreso y reivindicación del socialismo, Ediciones Antropos, Bogotá, 1994.

[12] Jean Birnbaum, Chomsky à Paris: chronique d’un malentendu, disponible enhttp://www.lemonde.fr/livres/article/2010/06/03/

[13] Puede consultarse en: http://abrogeonslaloigayssot.blogspot.com/

[14] Noam Chomsky soutient la pétition pour l’abrogation de la loi Gayssot et la libération de Vincent Reynouard, disponible en http://www.egaliteetreconciliation.fr/Noam-Chomsky-soutient-la-petition-pour-l-
abrogation-de-la-loi-Gayssot-et-la-liberation-de-Vincent-4081.html

[15] Victor Dedaj, Le fascisme reviendra sous couvert d’antifascisme – ou de Charlie Hebdo, ça dépend,disponíble en http://www.legrandsoir.info/le-fascisme-reviendra-sous-couvert-d-antifascisme-ou-de-
charlie-hebdo-ca-depend.html
; Jean-Patrick Clech, ¿Qué es Charlie Hebdo?, disponible enhttp://www.libre-
opinion.org/?p=32676

[16] Citado en Eric Hobsbawm, La historia del siglo XX a pesar de sus censores, disponible enhttp://www.eldiplo.org/la-historia-del-siglo-xx-a-pesar-de-sus-censores/

[17] Sergio Halini, La mauvaise mémoire de Pierre Nora, disponible en http://www.monde-diplomatique.fr/2005/06/HALIMI/12508

[18] Citado en E. Hobsbawm, loc. cit.

[19] Ibíd.

(*) Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; Gente muy Rebelde, (4 volúmenes), Ed. Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo: mito y realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta, 1999; Capitalismo y Despojo, Ed. Pensamiento Crítico, Bogotá, 2013, entre otros. Premio Libertador, Venezuela, 2008. Su último libro publicado es Colombia y el Imperialismo contemporáneo, escrito junto con Felipe Martín Novoa, Ed. Ocean Sur, 2014.

por Renán Vega Cantor en Rebelión

 

Truganini pidio ser enterrada como un ser humano - El holocausto de Tasmania ...gracias a http://truckpy.blogspot.com/

GENOCIDIO EN TASMANIA


Ya falta poco para que acabe este ciclo de textos dedicados al racismo, la xenofobia y el papel jugado por Occidente en este terrible e infinito proceso de destrucción que han padecido a lo largo de los últimos siglos otras culturas más antiguas pero que no merecieron respeto alguno por nuestra parte.
De todos los episodios conocidos sobre el exterminio de culturas nativas, uno de los más sobrecogedores tal vez para mí ha sido el de Tasmania.

A principios del siglo XIX la colonización de Tasmania se convirtió en un genocidio, promovido y compensado económicamente por el gobierno británico que dio como resultado la total destrucción de la población aborigen tasmana.

Este proceso es conocido como Guerra Negra (Black War) y se refiere a un periodo de guerra no declarada entre las fuerzas británicas junto a los nuevos colonos, contra los aborígenes tasmanos en la llamada Tierra de Van Diemen actualmente Tasmania.

No obstante la llamada Guerra Negra también puede emplearse al hablar de conflictos posteriores entre colonos y aborígenes australianos (Australia continental)

Cuando los primeros colonos europeos llegaron a Tasmania en 1722 se encontraron con una cultura nativa de estructura más simple que la del continente australiano que no tenía conciencia del peligro inminente y no supo defenderse. Se les uso como esclavos de trabajo y sexuales, se les cazó y mutiló. Sus pieles fueron vendidas al gobierno. Los hombre fueron asesinados y los que sobrevivían castrados, los niños morían golpeados y apaleados. A las mujeres se les permitio irse con las cabezas de sus maridos atadas al cuello.

La población inicial de unos 5.000 nativos en 1830 se había reducido a 220 o 72 (la cifra varia en función de la fuente consultada) y finalmente fueron recluidos hasta su muerte. Sin olvidar que otro de los motivos de este proceso de aniquilación fueron las enfermedades traídas por los colonos y ante las que los nativos sucumbieron puesto que su sistema inmunológico se mostró desbordado.

El hecho de que esta “guerra” no hubiese sido declarada oficialmente impide exactitud a la hora de estudiar un periodo de tiempo concreto. Pero teniendo en cuenta las noticias que aparecen en la prensa del momento y los decretos promulgados por las autoridades británicas podemos construir una cronología aproximada.

El inicio tal vez coincidiera con la creación del primer asentamiento británico en Tasmania, una colonia penal, en 1803.

La segunda fase podría corresponder con la publicación de un artículo dirigido a los colonos para perseguir a los nativos en defensa propia. (página 2 de el número 552 delColonial Times and Tasmanian Advertiser de fecha 1 de diciembre de 1826)

Lo decimos inequivocadamente LA DEFENSA PROPIA ES LA PRIMERA LEY DE LA NATURALEZA. EL GOBIERNO TIENE QUE RETIRAR A LOS NATIVOS SI NO, ¡SERÁN CAZADOS COMO ANIMALES SALVAJES Y DESTRUIDOS!

En 1828 George Arthur gobernador de Tasmania proclama la expulsión de los nativos de todos los territorios ocupados por los colonos. Los aborígenes tan solo podrán atravesarlos una vez al año para pescar en las costas, siempre que obtengan un pasaporte para realizar el viaje.

En abril del mismo año el gobernador Arthur declara la ley marcial en la colonia puesto que los enfrentamientos entre la resistencia tasmana y los colonos no cesan y la escalada de violencia parece imparable. El decreto de ley marcial comienza así…

Comoquiera que los negros o aborígenes nativos de esta isla durante un tiempo considerable han realizado una serie de ataques indiscriminados contra las personas y propiedades diversas de los súbditos de Su Majestad: y últimamente en especial han cometido los actos más crueles y sanguinarios de violencia y pillaje; mostrando una evidente y sistemática disposición para matar y destruir a los habitantes blancos de forma indiscriminada siempre que se les presenta la oportunidad…
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Para reforzar la declaración Arthur ordena la creación de partidas de exploración que deberán patrullar los asentamientos coloniales y capturar a los aborígenes encontrados en el territorio, autorizando a las patrullas a dispararles si se resistían al arresto y su posterior traslado a las zonas de reclusión.

En febrero de 1830 el gobierno ofreció una recompensa de 5 Libras por cada adulto aborigen y 2 Libras por cada niño entregados vivos. Debido a la captura masiva de aborígenes Arthur aclaró que la recompensa solo se pagaría por los individuos hallados en los asentamientos coloniales y que no se abonaría las capturas realizadas en zonas alejadas o aun no colonizadas. En caso de que los colonos y los convictos atacasen o agrediesen a los nativos sin motivo serían llevados ante la justicia y castigados.

Para reforzar estas acciones Arthur convocó a los colonos adultos, convictos o libres para formar una cadena humana conocida como Línea negra que deberían realizar batidas por el territorio. En realidad era una partida de caza que se desplazó desde las zonas colonizadas hasta el sur y hacia el este para acorralar a los nativos en la península de Tasman y cerrar el itsmo que conectaba la zona con el resto de la isla. De esta forma los aborígenes permanecerían aislados de los colonos.

La Línea Negra constituyó un autentico fracaso. La cifra de nativos capturados no fue tan importante como se esperaba. Pero el acoso y el cansancio les obligó a rendirse y los 220 que habían sobrevivido fueron recluidos en las islas del Estrecho de Bass bajo la promesa de conservar la vida. Las condiciones de vida del asentamiento y las enfermedades hicieron el resto y pronto solo quedaron 47 cuyos descendientes siguen viviendo en ese lugar.

En 1860 murió el último hombre tasmano y, como recuerdo, el miserable George Stokell, de la Royal Society of Tasmania, ordenó que desollasen su cuerpo para hacerse una cartera.

El genocido se dio por concluido en 1876 tras la muerte de la ultima mujer palawa (tasmana). Se llamaba Truganini (Trugernanner).

Trugannini.jpg (324×465)TRUGANINI

 Truganini (su nombre también se ha transcrito como Trugernanna, Trugannini o Trucanini) también conocida como Lallah Rookh, nació en la Isla Bruny (Lunawan-na-Alonna) hacia 1812 y murió el 8 de mayo de 1876 en Hobart y es considerada como la última aborigen pura y la última persona que hablaba la lengua aborigen de Tasmania.

Hija del jefe Mangerner (también transcrito como Mangana) antes de los 18 años vio como unos cazadores de ballenas apuñalaban a su madre asesinándola, perdió a su hermana Moorinna que fue raptada y murió al poco tiempo y a su primer prometido que se ahogó cuando intentaba salvarla de ser raptada.

En 1829 se unió a su segundo prometido Woorrady. En 1830 el gobernador Arthur intentó un acercamiento con los nativos que hubiesen sido menos hostiles. La campaña empezó en la isla de Bruny. Truganini y Woorrady acompañaron como guías e interpretes en el resto del territorio a George Augustus Robinson, misionero cristiano conocido como Protector de los Aborígenes.
La pareja estaba convencida de que esa era la manera de proteger a su pueblo de la violencia de los blancos. En 1835, Robinson convenció al jefe Mangerner para que su pueblo fuera trasladado de la isla Bruny a la isla de Flinders, al noreste de Tasmania, a cambio de alimentos, ropa, alojamiento, prometiéndoles que era un asentamiento provisional y que más adelante podrían regresar a su tierra.

Truganini y Woorrady fueron trasladados junto con otros 230 aborígenes, los últimos supervivientes de entre los indígenas de Tasmania y convertidos al cristianismo (Robinson bautizó a Truganini como Lallah Rookh, el nombre de una princesa oriental protagonista de un cuento que fue popular en Inglaterra en aquella época).

Robinson esperaba que el aislamiento los salvara, pero muchos murieron. Truganini pronto se dio cuenta de que las condiciones de vida insalubre en el campamiento, unida al desarraigo de los indígenas y a la propagación de enfermedades europeas contra las que no estaban inmunizados, abocaban el proyecto al fracaso.

En 1838, Robinson fue encargado de crear otro asentamiento para aborígenes en la bahía de Port Phillip, frente a Melbourne, en Australia. En 1839 se llevó a Truganini, junto con Woorrady y otros 14 indígenas, para que le ayudaran a convencer a los nativos. Desilusionada por la experiencia tasmana, Truganini se unió a una rebelión de aborígenes que se oponían a los planes de Robinson, y huyó con un grupo de personas que consiguieron escapar del campamento.

Vivieron unos dos años en Melbourne y los alrededores, pero al encontrarse fuera de la ley acabaron robando para sobrevivir a los colonos de la región de Dandenong, convirtiéndose a la fuerza en fugitivos. Se dirigieron entonces hacia el cabo Paterson donde miembros del grupo asesinaron a dos cazadores de ballenas y dispararon e hirieron a algunos colonos.

Siguió una larga persecución en la que capturaron a los responsables de los asesinatos, que fueron juzgados y ahorcados en Melbourne en 1841. Se sabe que Truganini fue herida de bala en la cabeza antes de que fuera también juzgada con los demás miembros del grupo y enviada de nuevo a la isla de Flinders en 1842. Woorrady la acompañaba pero murió durante el viaje.

En 1856, Truganini y los últimos 46 supervivientes del campamento de Flinders fueron trasladados a Oyster Cove, al sur de Hobart, desde donde pudo volver a visitar su isla natal.

Allí reanudó en parte con el estilo de vida aborigen, recolectando semillas y plantas en el bush, y conchas en el mar. En 1869, sólo seguían con vida en Oyster Cove ella y William Lanney, o Lanne, también llamado Billy o "King Billy", que falleció en el año.

En 1873 Truganini fue trasladada a Hobart, a la casa de la familia Dandridge, donde murió tres años más tarde tras solicitar ser enterrada como cristiana, al negarsele por ser considerada como no humana o casi animal, pidio ser cremada y que sus cenizas fueran esparcidas en el canal D'Entrecasteaux y asi poder descansar y ser respetada al menos en la muerte.

Se organizó un funeral oficial y concurrido, con un féretro que resultó estar vacío: Truganini ya había sido enterrada la víspera en el cementerio de una cárcel de mujeres, la Female Factory de Cascades, un suburbio de Hobart, para poder ser exhumada posteriormente con fines científicos. 

Dos años más tarde fue desenterrada por la Royal Society of Tasmania y expuesta en el museo. Sus huesos en realidad fueron exibidos como curiosidad medica y cientifica y claro, para todo el que pagara por ver a la ultima tasmana. Fue una curiosidad muy concurrida por la chusma local.
En vida Truganini aprendio a leer y escribir, apreciaba la musica y tenia una fina sensibilidad artistica. Se hacia mofa hacia ella, se le llamo la mujer mas fea del mundo y cuando estuvo encarcelada era costumbre el ir a verla y reirse de ella.
Se le considera a ella y a su etnia como simios y se les cazo como a animales. Ella era mas culta que la gran mayoria de personas que le martirizo, pero jamas se le considero humana.
No fue hasta abril de 1976, en el centenario de su muerte, que sus restos fueron incinerados y esparcidos de acuerdo con sus deseos.

En 1997 el Royal Albert Memorial Museum, de Exeter, devolvió el collar y el brazalete de Truganini a Tasmania. Muestras de su piel y de su pelo fueron encontradas en elRoyal College of Surgeons de Inglaterra, y devueltas a Tasmania en 2002. Se estima que los restos de unos 50.000 aborígenes tasmanos y australianos continúan en posesión de instituciones médicas y científicas en el mundo.6

Truganini fue descrita como una mujer de baja estatura, de hermosa y penetrante mirada, valiente e inteligente, y que de joven había sido muy bonita y atractiva. No tuvo descendencia.
En 1975, el gobierno de Australia editó un sello de correos con la efigie de Truganini, dentro de una serie titulada Six Famous Australian Women (seis mujeres australianas famosas).

EPILOGO

H. G. Wells, en el capítulo uno de su novela La Guerra de los Mundos, (1898) escribió: "Debemos recordar la destrucción cruel y completa que nuestra especie ha provocado, no sólo sobre animales como el bisonte y el dodó, sino también sobre sus razas consideradas inferiores. Los tasmanos, a pesar de su apariencia humana, fueron completamente eliminados en una guerra de exterminio provocada por los inmigrantes europeos en un período de cincuenta años".

En 1997 el gobierno australiano pidió disculpas oficiales por el genocidio sucedido a todos los pueblos indígenas de Australia y Tasmania, el parlamento de la isla apoyo con unanimidad la declaración. El texto decía:

Que este hogar, en nombre de todos los tasmanios expresa su profundo pesar y sincera en el dolor y la angustia causada por las políticas del pasado en las que los niños aborígenes fueron separados de sus familias y hogares; pide disculpas a los aborígenes de las acciones pasadas y reafirma su apoyo a la reconciliación entre todos los australianos. Hay muchas personas que actualmente trabajan en la comunidad, la academia, los diferentes niveles de gobierno y organizaciones no gubernamentales para fortalecer lo que se ha denominado como la cultura aborigen de Tasmania y las condiciones de aquellos que se identifican como miembros de la comunidad descendiente.

En noviembre de 2006 Tasmania se convirtió en el primer estado o territorio de Australia en ofrecer una compensación financiera por las Generaciones Robadas(Stolen Generations), los aborígenes desplazados por la fuerza de sus familias por agencias gubernamentales y las misiones de la iglesia entre aproximadamente 1900 y1972.

Cerca de 4.000 a 6.000 personas reclamaron ser descendientes de aborígenes tasmanios. Unas 40 personas fueron reconocidas como tales y fueron aptos para la compensación de la partida de 5 millones de dólares americanos.

 Pero nada compensa el sufrimiento de tantas almas, ni la destrucción de culturas milenarias. Nada.

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El día que PPK traicionó al Perú ...gracias a http://www.diariolaprimeraperu.com/

Por: Diario La Primera | 22 de marzo del 2011 | 

  El día que PPK traicionó al Perú

(1) Siempre ayudó a los gringos a ganar dinero contra los peruanos. (2) Le gustaba el petróleo.

Logró extraer 17 millones de dólares para la International Petroleum Company contra los intereses del país durante el gobierno de Velasco y luego huyó del país por la frontera con el Ecuador.

Notas Relacionadas

DETALLE

Para evadir a la justicia tras entregar dinero a la transnacional International Petroleum Company, PPK huyó del país a través de la frontera con Ecuador, escondido en la maletera de un auto adecuadamente acondicionado para el efecto. (…) Ya en los Estados Unidos, PPK fue premiado con un puesto como jefe de Planificación y Política en el Banco Mundial.


El 9 de octubre de 1968 el Ejército tomó las instalaciones de la Brea y Pariñas en manos de la International Petroleum Company (IPC), empresa de propiedad del magnate Nelson Rockefeller, que había explotado los yacimientos de forma fraudulenta, evadiendo millones de soles al fisco.

Ese día el gobierno del general Juan Velasco Alvarado nacionalizó la IPC, terminando con una ominosa historia plagada de episodios como la pérdida de la página 11, denunciada por el presidente de la Empresa Petrolera Fiscal, Carlos Loret de Mola, quien acusó al gobierno de Fernando Belaunde de coludirse con la empresa norteamericana para firmar un nuevo contrato lesivo, que bajo el pretexto de la “nacionalización”, establecía el pago de precios irrisorios por el petróleo peruano. Un caso similar al que ocurre hoy con el gas. 

Pero el nuevo contrato no decía nada de la refinería de Talara ni del complejo industrial, que quedaban en manos de la empresa de Rockefeller. Tampoco decía nada de los impuestos que adeudaba la empresa desde el año 1924. Todo ello había precipitado el golpe del 3 de octubre de 1968.

A escasos seis días del desalojo de Belaunde del poder, el general Velasco Alvarado anunció la toma de Talara, con lo que provocó la reacción inmediata de funcionarios vinculados a la transnacional. Entre ellos se contaban Carlos Rodríguez Pastor, gerente general del Banco Central de Reserva, y Pedro Pablo Kuczynski, uno de los gerentes de la entidad bancaria.

PPK había sido colocado en el BCR gracias al padrinazgo de instituciones extranjeras como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, controlados por Estados Unidos, los que presionaron al gobierno de Belaunde para obtener su nombramiento como gerente del instituto emisor. Para entonces, la IPC digitaba los fondos del Estado, mientras el fantasma de la inflación se cernía sobre los bolsillos de los peruanos.

Tras la nacionalización, venía la disputa por la devolución de los impuestos que la empresa se había negado a pagar por la explotación de 1,263 pozos petroleros desde el año 1924, cuando los campos de Talara fueron entregados por Augusto B. Leguía, tras haber asumido la IPC los derechos de concesión de la London Pacific Petroleum. 

Desde su instalación, la IPC se negó a pagar el canon de la producción y otros impuestos establecidos por la Ley 4452, del 2 de enero de 1922, aduciendo que el denominado Laudo Arbitral de París, de 1922, la exoneraba de esos pagos. Velasco valorizó el adeudo de esos tributos en 700 millones de dólares de la época.

Pero en medio de la turbulencia generada por el proceso revolucionario y gracias a sus testaferros, la IPC logró que el BCR le devuelva impuestos cobrados supuestamente en forma indebida, por 17 millones de dólares de la época, que hoy ascenderían a unos 105 millones de dólares, suma que fue derivada a su filial de Nueva York, gracias a la intervención directa de Rodríguez Pastor y el famoso PPK, quienes autorizaron la transferencia. 

Tras conocerse los hechos, Kuczynski, Rodríguez Pastor y otros cómplices fueron denunciados por sus actos en favor de la IPC y en contra de los intereses del Perú. Para evadir a la justicia, PPK huyó del país a través de la frontera con Ecuador, escondido en la maletera de un auto adecuadamente acondicionado para el efecto. 

El informe de la Comisión Carbonell (presidida por el almirante Alfonso Carbonell) estableció la responsabilidad penal de ambos funcionarios. El pago le costó el puesto al ministro de Economía, el general EP Juan Valdivia. 

Ya en los Estados Unidos, Kuczynski fue premiado con un puesto como jefe de Planificación y Política en el Banco Mundial. Pero su decisión sirvió para que los enemigos del gobierno acusaran al general Velasco de haberle pagado a la transnacional, iniciando una serie de campañas con el objeto de derrocarlo.

Entretanto, PPK fungía de presidente del First Boston International y de director del First Boston Corporation. Y su suegro, William Casey, el jefe de la CIA, armaba una serie de complots contra el gobierno de Velasco, acciones que concluirían con el golpe de Francisco Morales Bermúdez, en 1975, tras una serie de atentados contra los personajes más destacados del régimen velasquista.

En Estados Unidos, PPK adoptó años más tarde la ciudadanía norteamericana, renunciando de ese modo a su nacionalidad peruana para ser director de un banco de ese país. No le importó que la Constitución de 1979, vigente entonces, estableciera claramente que la obtención de la doble nacionalidad, con excepción de la de España, concluía con la pérdida de la peruana. PPK ya se sentía un norteamericano.


Efraín Rúa
Redacción

http://www.diariolaprimeraperu.com/

Surfeando a lomos de los 'siete fantasmas' Surfing sobre las larguisimas olas de un rio en Sumatra gracias a http://www.fogonazos.es/

24 marzo 2014

Como recordarán los lectores más antiguos de Fogonazos, las mareas suben en ocasiones por los ríos en forma de grandes olas surfeables. Además de la conocida Pororoca, del Amazonas, una de las más espectaculares tiene lugar en el río Kampar, en la isla de Sumatra. Los locales conocen a esta ola como los "siete fantasmas", pues los indígenas consideran que se trata de la reencarnación de siete espíritus del mal. En este vídeo que me pasa Carlos el Rojo, se ve muy bien. No os lo perdáis porque es maravilloso:


Para saber más, y ver otro estupendo vídeo, visitad la entrada "Olas de río", en "A desgana".

http://www.fogonazos.es/

“¡Esto es Jauja!”… y cocina novoandina ...gracias a http://historiasdelahistoria.com/ y este post sobre Jauja y el Perú :)

“¡Esto es Jauja!”… y cocina novoandina

Es esta expresión, dicho y exclamación que se usa cuando las condiciones de algo resultan extremadamente favorables o todo sale a pedir de boca, y siempre en referencia a un lugar, real o metafórico, paradisiaco, pero muy distinto a la isla de Utopía que ensoñó el teólogo, humanista, poeta, político y abogado Tomás Moro. Porque Jauja existe, es la capital de la provincia peruana del mismo nombre y está ubicada en el Valle del Mantaro antes de Jauja.

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¿De dónde la fama?

En 1534 Pizarro, que había fundado la ciudad con el nombre de Santa Fe de Hatum Xauxa, que venía a ser una mezcla entre lo que le sonaba la denominación que en lengua quechua se daba al sitio y el correspondiente aval cristianizador, pasó allí con sus tropas algún tiempo antes de emprender la marcha hacia Cuzco, y resultó que entre el bonancible clima y la existencia de numerosos tampu o depósitos de alimentos que los incas habían instalado previamente, la estancia, que se prolongó varios meses, resulto gratísima a la hueste hispana. El enclave cobró pronto fama de pródigo e idílico, pero el espaldarazo definitivo se lo vino a dar el dramaturgo y actor Lope de Rueda, quien dio a la luz un texto dramático, La tierra de Jauja, describiendo una quimera donde a los hombres se les pagaba por dormir y apaleaban a los que se empecinaban en trabajar, los troncos de los árboles eran de tocino y sus hojas de pan blanco, las calles adoquinadas con yemas de huevos y lonchas de tocino fritas, y a sus lados, gallinas y perdices asadas, toneles de vino, cazuelas de queso y arroz con leche, todo de libre disposición para el viandante.

La leyenda pasó a la lírica francesa y a la narrativa inglesa con The land of Cockaygne, y tres décadas después del estreno de la pieza, en 1567, Pieter Brueghel, el pintor y grabador brabanzón, componía un lienzo en el que Jauja ya se ha convertido en edén culinario; un edén culinario en el que hoy y en el mismo sitio ya no hay un cerdo con el puñal clavado, ni un ganso en el plato, ni setos con salchichas, sino platos de pompa y circunstancia como el Puchero, con carnes de res, carnero y cerdo, cebolla, zanahorias, patatas, col y arrahaca, también llamado apio criollo o zanahoria blanca; el Ajiaco de papa; la Chicha de jora, que es un germinado de maíz seco y molido; el Picante de cuy, guiso sobre base de un roedor de la zona y pariente directo de la cobaya; o la Patasca, que es una mixtura de maíz, carnes de res y carnero, mondongo, que son en esencia nuestros callos, cebolla, perejil y ajíes amarillos secos.

The Land of Cockaigne - Pieter Bruegel

The Land of Cockaigne – Pieter Bruegel

En definitiva, esencia y fundamento de una cocina, la peruana, que desde hace unos pocos años ha empezado a asombrar al mundo y de la que el país participa de manera identitaria. En Perú, los niños no quieren ser futbolistas, como en cualquier otro lugar de Iberoamérica, sino Gastón Acurio, ilustrísimo chef, y las niñas no sueñan con ser princesas, sino algo parecido a la chefesa Teresa Izquierdo. La cocina novoandina ha recuperado la quimera de Jauja y la ha hecho realidad. Que sea por muchos años.

El pituco de Kogan - Un articulo de Fernando Rios sobre que es ser realmente pituco en el Perú colonial ...Gracias a http://elpanfleto.pe/

 
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El cholo con plata y el pituco, si la riegan y te dicen que les llega al pincho tu filtro, podrán salir de la cárcel. Pero el cholo con plata tendrá que pagar, harto, mientras que el pituco saldrá “porque tiene que salir, pues”.

Fernando Ríos
ESTUDIANTE DE ANTROPOLOGÍA, DESARROLLADOR WEB, CORRECTOR DE ESTILO, INVESTIGADOR EN MÚSICA Y UN ETERNO WANABI DE GEEK. ESTE ES MI BLOG PROCRASTINADOR

En el Viejo Saurio se retira, Miguel Gutiérrez retrata a Chopipo, un adolescente trigueño y campechano,  el que, a pesar de legitimarze como un borracho de cantina, es reconocido en el grupo de parroquianos del Bar Reyna como el descendiente de una casta muy ligada hasta la misma conquista de la Región Piura. Aunque él lo tomaba de forma deportiva, todos eran conscientes de su poder ya que era heredero de una enorme hacienda en la sierra de Morropón, dominios donde nunca se ocultaba el sol. Esta es una novela, es cierto, pero pone en el tapete el alcance de la etiqueta de “pituco”, hoy tocada por la profesora Liuba Kogan.

La categoría “pituco” no adquiere ni puede entrar en el terreno móvil de la “choledad”, de la que se discutió a tal punto que se llegó a entender que trascendía entornos geográficos, económicos y sociales. El “pituco”, en el Perú, lo es en Miraflores como en Andahuaylas. Por otro lado, una persona puede tener dinero y, a su vez, no ser pituco. ¿Qué determina, entonces, lo pituco? El pituco cumple dos características que lo diferencian, de manera permanente, de los otros que tienen plata y del resto de mortales. No es, como cree Kogan, o al menos lo que dice su artículo, su forma de vestir o su modo de andar, menos el dialecto, todas ellas son cargas culturales que fácilmente pueden ser copiadas por personas o grupos de otros contextos, y aunque lograran parecerse mucho, no entrarían en la categoría. La primera es el linaje, que puede estar relacionado tan solo a tres tipos de orígenes: familias ligadas a la conquista o administración colonial, familias ligadas a la emancipación o administración republicana desde el S XIX o familias que ingresan al país mediante el comercio y la educación de élites en el contexto de la República Aristocrática. Los pitucos que se integran posterior a aquello ya lo son en sus áreas de origen y en el país solo reproducen las prácticas, mientras que los que parten de los contextos que señalé pueden haber sido, previo, hasta obreros o pequeños comerciantes –como los Brescia, los Romero o los Wong-. Como verán, no estoy diciendo nada nuevo.

La segunda característica es su poder para decidir políticas públicas en el país. No me refiero a sobornar a un juez para voltear un juicio o influenciar a un municipio para ganar una buena pro, esas son minucias hasta aldeanas y anecdóticas en comparación con  lo que un pituco puede lograr. Ya que su contexto está ligado a élites históricas más que a la simple reunión de fondos económicos, cuenta con los lobbys suficientes para decidir la agenda en temas ambientales, la matriz energética o el destino de la salud pública. El pituco no necesita sobornar a algún funcionario para obtener sus intereses: sus intereses condicionan el rumbo de la nación. Él no necesita al funcionario, el funcionario lo necesita a él.

De tal modo, tuvimos en la década de 1990 a Fernando Zevallos, un narcotraficante que contaba con tantos o más recursos que cualquier pituco de Asia Sur, y aunque tenía el suficiente soporte económico para cooptar a cualquier autoridad de mando medio/alto del Estado, no logró sobrevivir a las usuales arremetidas de la justicia por no contar, lo vuelvo a recalcar, con un linaje mezclado con la construcción misma del aparato nacional que lo blinde. Tenía plata, pero no era pituco.

Al pie de estas ideas sostengo que es un absurdo pensar, o pretender el argumento, que los pitucos surgen en varias clases sociales tan solo por la errónea idea de que una persona de “clase popular” o de “clase media” cree pituco al que puede comer o vestir mejor que él. Un vecino de Carabayllo o El Porvenir (Trujillo) conoce a varias personas en el barrio o el entorno con mucho dinero pero se referirá a él como alguien “que tiene plata”, nunca como “pituco”. No niego que se use el término “pituco” para calificar a personas con dinero, pero esto es de forma temporal, volátil. Tan breve como cuando para atacar a un pucallpino se le dice “serrano” o “bajado del cerro”,  términos que están al alcance de la mano si se pretende denostar, pero que no se sustentan en el imaginario como conceptos de largo plazo. El “pituco” como elemento aristocrático tradicional sí tiene un sustento y cualquier persona podrá reconocerlo, lo dije en el primer párrafo, en cualquier latitud del país. Al que “tiene plata” se le reconocerá como pituco o adinerado tan solo en su contexto más próximo.

Hay una desalentadora tendencia, muy de rudimentaria etnografía, de explicar fenómenos a partir de factores inmediatos. Por eso es que el cholo en las décadas anteriores, el caviar hace poco y el pituco hoy han sido descritos y categorizados a partir de su forma de vestir, hablar, escribir y por sus elementos aspiracionales, desconectando aquello de contextos más amplios y de largo plazo.

Dentro de lo último creo válido abrir una nueva discusión: ¿dónde hay pitucos en el Perú? Creo que son pocos los centros urbanos que cuentan con aquél grupo porque son escasas las ciudades que detentan grupos sociales con el poder suficiente para moldear a sus intereses el rumbo del Estado tan solo con una llamada telefónica. Es probable que, fuera de Lima, Arequipa, Trujillo, Piura y Cusco cuenten con el resto de pitucos que tiene el Perú. No en vano Arequipa cuenta con la sede oficial del Tribunal Constitucional y familias que, por generaciones, han sido hasta presidentes de la república, Trujillo cuenta con los barones del azúcar y los centros financieros de los enclaves azucareros más grandes del país, Piura posee la refinería de petróleo más grande y la agroindustria que siempre estuvo administrada por descendientes de los fundadores españoles y colonizadores europeos -que hoy tienen, incluso, la universidad más cara y conservadora del interior, la UDEP- y Cusco cuenta con una larga tradición de administradores y burócratas que deciden, aún hoy, mucho de lo que sucede en la sierra sur del país y tienen la capacidad de manejar a su antojo, en Lima, lo que sucede en ministerios como el MINCUL.

Dicho de otro modo, no hay muchas vueltas que darle a qué significa lo “pituco”. Los pitucos son los que tienen la capacidad de estudiarse a sí mismos y, sin importar las discusiones afuera, publicarlas en primera plana en el diario más grande del país.

Nota:

Quiero agregar un comentario del profesor Jürgen Golte al artículo: Si bien la amplia mayoría de la población limeña peca de la voluntad de “exclusión”, el ser pituco es de hecho una categoría relacionada con los grupos de poder en la Lima antigua. Que L. Kogan lo confunda no me parece casual. Cuando miro de la U. del Pacífico a la redonda, todo parece un mar de arribistas que para camuflarme llamo a todos pitucos.


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El Pepe Mujica ...gracias a http://progresosemanal.us

Mujica no siempre fue manso. Su cuerpo supo de seis balas y su expediente de guerrillero tupamaro le hizo pasar 14 años en prisión. En los peores tiempos, la cárcel era un agujero en el piso. Estuvo más de un año sin poder bañarse y siete sin leer nada; sus únicos amigos eran entonces unas ranas, unas ratas y las hormigas que se ponía en las orejas, para entretenerse. Con ellas compartía migas de pan.


El Pepe Mujica


En este artículo: José "Pepe" Mujica, Uruguay

Por Enrique Milanés León

José Pepe Mujica.

José Pepe Mujica.

José Mujica no descarta volver a dedicarse a vender flores cuando concluya lo que él llama “la changuita de ser presidente”. Proyecta, además, instalar en su casa una escuela de oficios agrarios dirigida a formar a niños de familias humildes. En marzo de 2015 entregará la banda presidencial a un sucesor y desde ya se ha elegido a sí mismo para adoptar, como un uruguayo corriente, a unos 30 o 40 “gurises pobres” que vivirían con él y aprenderían a entenderse con la tierra.

El plan es apenas un botón de muestra del pensamiento de un político que desconcierta a quienes “descubrieron” —¡oh, raro hallazgo en estos tiempos!— al hombre de pueblo en el hombre de Estado. La gran prensa y las redes sociales le han colocado el rótulo de “el presidente más pobre del mundo” y hasta el de “el más excéntrico de América Latina”, porque en este planeta, desdichadamente, la modestia se ha vuelto medio exótica.

Mujica replica con su verdad: él no es pobre, porque no necesita mucho para vivir, prefiere andar ligero de equipaje, y la austeridad le ayuda a “mantenerse libre”. Tales argumentos, sin embargo, no hacen más que multiplicar el asombro de una humanidad más orientada a la golosina de la cebolla.

Oyéndole sus discursos improvisados (el reciente en La Habana fue simplemente magnífico) uno aquilata la riqueza de este presidente que dona el 87 por ciento de su salario para su partido y para programas sociales de construcción de viviendas y que nunca se ha mudado de su humildísima chacra (granja) de Rincón del Cerro, a unos 10 kilómetros de Montevideo, haciendo público desplante a la cómoda residencia presidencial.

En una época en que, por fortuna y elección, América Latina cuenta con varios líderes valiosos, destaca en el conjunto la oratoria fresca de este anciano que habla con la ternura de un niño, la poesía de la naturaleza y el recio alerta de un sabio.

Aunque siempre audaz, Mujica no siempre fue manso. Su cuerpo supo de seis balas y su expediente de guerrillero tupamaro le hizo pasar 14 años en prisión. En los peores tiempos, la cárcel era un agujero en el piso. Estuvo más de un año sin poder bañarse y siete sin leer nada; sus únicos amigos eran entonces unas ranas, unas ratas y las hormigas que se ponía en las orejas, para entretenerse. Con ellas compartía migas de pan.

Contrario a lo que suele ocurrir, la prisión le multiplicó la humildad, le enseñó a “galopar para adentro” y le armó la certeza de que el odio no sirve en la política. Miles de uruguayos lo esperaron en el otoño de 1984, a la salida de la cárcel; en 2010, cuando asumió como presidente, pudo entenderse mejor qué habían visto en aquel recluso que recobraba la libertad.

Desde entonces se ha hecho evidente que sus maneras no cuadran en el molde. Aclaró bien temprano que la corbata no le hacía falta para trabajar. Vendió, en bien del país, la residencia de vacaciones presidencial de Punta del Este. Siguió en su casita gaucha con su mujer, la senadora Lucía Topolansky, usando, para ir al trabajo de jefe del país, un carro VW escarabajo del año 1987, todo una pieza museable en la almidonada etiqueta internacional. Mujica vive como un vecino más, hábito del cual muchos se autodespojan no más recibida la banda ejecutiva.

Todavía siembra flores, les regala sus mejores lechugas a los vecinos y se aparece fuera de agenda en un bar de personas sin nombre a medir cómo va el mundo a esa hora. Todavía invita al barbero a pelarlo en la casa y Manuela, su perra coja —tullida en un accidente con el presidente durante una de las jornadas de este como operario de tractor—, parece más agente de seguridad personal que los dos policías que, tras mucha resistencia del estadista, fueron apostados en una garita a velar aquella descorchada casa de tejas metálicas situada a la vera de una calle de tierra. Decididamente, José Mujica es demasiado para los cánones de hoy.

Pese a estos años en el cargo presidencial, los vecinos aun le llaman El Pepe. Y El Pepe tiene anécdotas dignas de incluirse entre las lecciones políticas que habrán de salvar el mundo. Cierta vez unos futbolistas de segunda división le hallaron junto con Manuela en una ferretería de barrio adonde fue a comprar la tapa de un inodoro, y acabaron reunidos en una animadísima charla deportiva con el presidente, flanqueado por la perra, asido al singular accesorio.

Otro día fueron a dar a su casa, sin previo aviso, unos ciudadanos argentinos que editan una revista comunal, y el mandatario les dio la entrevista que le pidieron. Y en septiembre del año pasado se apareció en sandalias al juramento de su nuevo ministro de economía.

Hay más. No hace tanto, la seguridad paraguaya le impidió entrar al almuerzo que dio el entonces recién electo presidente Horacio Cartes. ¿La causa? Su atuendo. “Sabíamos que era austero, pero no tanto”, dijeron los guardianes que cuidan al vecino rico.

Como todos, El Pepe tiene detractores y simpatizantes. Entre los últimos se cuentan personas del mundo entero, y no han faltado quienes lo propongan para el Premio Nobel de la Paz. “Están locos —ha comentado Mujica—; un premio de esos podría arrimar unos pesos más pa’ hacer casitas pa’ las mujeres pobres. Pero la paz se lleva dentro”.

Él dirá lo que quiera, sin embargo hay actos suyos que parecen contradecirlo porque merecen el Nobel de la autenticidad. En 1994 José Mujica fue al Congreso a jurar como diputado. Llegó en su vieja moto Vespa vestido con ropa de gimnasia y el guardia que cuidaba el parqueo, temeroso de que arribaran los elegantes senadores, le preguntó:

—Señor, ¿se va a quedar mucho tiempo?

—Si no me echan antes… cuatro años –fue lo único que El Pepe respondió.

(Tomado de Progreso Semanal)


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