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Once años de guerra y un millón de niños hambrientos en Afganistán ...gracias a http://blogs.20minutos.es/enguerra/

07 septiembre 2012

“Los EEUU anuncian a bombo y platillo que han invertido 300 mil millones de dólares en Afganistán”, nos dice el legendario periodista británico Peter Jouvenal, que entre otros muchos méritos puede decir que fundó Frontline y entrevistó junto a Peter Bergen a Bin Laden para la CNN. “Ese dinero se ha ido principalmente a mantener la infraestructura de los americanos, a bases como la que ustedes han estado, Kandahar. No ha llegado a la gente”, sostiene.

Niño afgano que se encuentra con patrulla a pie de soldados de la 82 Aerotransportada en el valle del Tagab (Foto: Hernán Zin).

Es cierto que apenas dos días antes de volver a Kabul y alojarnos en la Gandamack Lodge, propiedad del mismo Jouvenal, habíamos estado en la base de Kandahar, llamada oficialmente Kandahar Air Field, y conocida, por esa costumbre castrense de hablar más en siglas y acrónimos que en cristiano, como KAF.

Al caminar por KAF durante la noche, mientras no dejan de despegar los F16, los drones y los helicópteros Chinook, Black Hawk, Apache – y tú te preguntas cómo consigue alguien dormir con semejante estruendo que no para hasta la madrugada – se tiene la impresión de que lo que allí de ningún modo ha faltado es dinero.

Se trata de una ciudad estadounidense, no en su versión más impoluta y prístina sino en lo que podríamos llamar un modelo Mad Max, pero una ciudad estadounidense al fin y al cabo, allí en medio de Kandahar, de la antigua Alejandría de Aracosia, y lo que es más extraordinario aún, en medio del desierto.

Niños víctimas de explotación laboral que fabrican ladrillos en el sur de Afganistán (Foto: Hernán Zin)

En versión Mad Max porque las grandes camionetas Ford F150 no llevan matrícula, aunque sí se detienen en los pasos de cebra para dejar pasar a los soldados y contratistas que desde que cae el sol deben llevar una cinta reflectante alrededor de la cintura o el pecho (a medida que pasan los días y que se multiplican los casos de soldados afganos que matan a sus pares occidentales, en lo que se conoce como en la jerga como green on blue, aumenta el nivel de alarma en KAF y más militares salen a pasear, cenar o hacer deporte, con sus fusiles y pistolas a cuesta).

Apaga el aire

Casas, iglesias, supermercados, comedores, gimnasio, tiendas, que se encuentran no en edificios con estructuras de hormigón sino en conjuntos de contenedores con ventanas y puertas y en casas prefabricadas. Todos, siempre y a cada instante, enfriados por un ejército de aires acondicionados cuyo estruendoso funcionar logra opacar por momentos el ruido procedente de la pista de aterrizaje de KAF.

Aquí y allá, por toda la base, y por todas las bases de EEUU en Afganistán, grandes pilas de botellas de agua, que yacen sin coste alguno, para que quien quiera pueda coger una y beberla. Montañas de líquido y plástico que te sorprenden en cada esquina y que garantizan de que en tu misión en e Hindu Kush podrás morir de cualquier cosa menos de sed.

A esas horas, decenas de hombres y mujeres se dirigen al centro de la base, al que llaman Boardwalk. Un paseo que tiene librerías, peluquerías y restaurantes tan célebres como Friday’s, y en cuyo centro hay campos de fútbol, hockey y baloncesto, y mesas de madera para cenar bajo la luz de las estrellas (que, por cierto, resplandecen en el cielo del desierto con absoluta rotundidad).

Robots vs burros

Más surrealista parece KAF cuando finalmente sales en patrulla con las fuerzas de EEUU y descubres que en los pueblos de Kandahar la gente sigue viviendo en casas de adobe, sin electricidad ni agua corriente.

Cuando te dicen que no puedes ir en determinado blindado porque en su interior hay ingenios tecnológicos de millones de dólares que cuya fisonomía no puede ser de conocimiento público pues eso beneficiaría al enemigo. Ese blindado que observas desde la ventanilla del tuyo del mismo modo en que los niños harapientos, con la cara llena de mocos y despeinados, lo observan al pasar desde sus casas, ya sin saludar como sí hacían una década.

Cuando vuelves a Madrid y descubres un informe respaldado por la ONU que sostiene que más de un millón de niños en Afganistán pasa hambre. Y que la mayoría de esos niños se encuentra en la provincias del sur de Afganistán: Helmand y Kandahar.


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