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Los falsos recuerdos sobre Belaúnde - La mentira sobre los dos gobiernos de uno de los presidentes mas ineptos, racista y derechista de nuestra historia.

de Wilfredo Ardito Vega, el El Domingo, 7 de octubre de 2012 a la(s) 10:38 · 

 

Morales Bermúdez y Belaúnde durante desfile militar en 1980

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Hoy, 7 de octubre, es el centenario del nacimiento de Belaúnde, en homenaje al cual se han realizado concursos escolares, exposiciones fotográficas y otras actividades conmemorando a un mandatario recordado por la afirmación de los valores democráticos, pero criticado por su debilidad frente al terrorismo.

 

Es curioso que esta versión esté tan extendida, puesto que durante el régimen de Belaúnde las violaciones a los derechos humanos tuvieron un carácter sistemático e indiscriminado, causando la muerte de miles de campesinos ayacuchanos.  No se salvaron los pastores evangélicos de Huaychao, quienes predicaban que los senderistas seguían los mandatos del demonio, ni los niños de Putis, asesinados con sus padres y enterrados en la fosa que ellos mismos habían sido obligados a cavar.  En Soccos, un grupo de policías irrumpió en una celebración de pedida de mano y asesinó a decenas de personas inocentes.  Días después asesinaron a una campesina, por haberse atrevido a denunciar lo ocurrido.  

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Profesora asesinada por los policías por denunciar la masacre de Soccos.

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En Umasi, las víctimas fueron decenas de escolares secuestrados por los senderistas y los militares violaron a las niñas antes de matarlas.      Las violaciones de campesinas por los sinchis eran entonces un hecho rutinario.

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Mujer ayacuchana con su hija adolescente. La joven nació debido a la violación cometida por los sinchis en 1981

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Durante el gobierno de Belaúnde, el Perú tuvo además el trágico primer lugar en desaparecidos a nivel mundial, superando a Guatemala, Irán o China.   Sin embargo, pese al clamor internacional, Belaúnde se jactaba de que arrojaba “al tacho de basura” las cartas de Amnistía Internacional, hablando como si fuera un dictador irracional.

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A esto se añade, en 1983, el asesinato de los nueve periodistas y su guía en Uchuraccay, a raíz de lo cual, nunca más la prensa se atrevió a salir al campo.    La masacre, por lo tanto, resultó funcional a una estrategia contrainsurgente que no quería testigos incómodos.  Y también corrían peligros los periodistas que permanecían en las ciudades: Jaime Ayala, corresponsal de La República en Huanta, desapareció en las instalaciones militares de dicha ciudad.  

 

El régimen de Belaúnde otorgó protección legal a todos estos crímenes, disponiendo que torturas, violaciones, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales fueran simples “delitos de función” que implicaban penas mínimas. 

 

A mi modo de ver, el recuerdo distorsionado sobre Belaúnde es parte de un proceso en que los peruanos procuramos olvidar algunos recuerdos incómodos sobre el periodo de la violencia política.   Ese pacto de olvido tenía muchos beneficiarios: en primer lugar, quienes cometieron crímenes desde el Estado.   Se repitió que habían sido “necesarios para derrotar al terrorismo”, aunque ninguna de las masacres contribuyó a la derrota de los terroristas, sino a deslegitimar al Estado, que se comportó como un sanguinario ejército de ocupación. 

 

Otros grandes beneficiarios del pacto del olvido fueron los partidos políticos, comenzando por Acción Popular.  Curiosamente, pese a que los dos gobiernos de Belaúnde concluyeron en el más profundo descrédito, muchos jóvenes ahora creen que fueron gestiones exitosas.

 

Precisamente, un hecho de su primer gobierno permite comprenderlo mejor: el bombardeo de los matsés, un grupo indígena amazónico, por la Fuerza Aérea, como parte del proceso de colonización que Belaúnde impulsaba.   Yo creo que para el mandatario los nativos amazónicos no eran ciudadanos peruanos o al menos no en la misma categoría que su aristocrático entorno familiar.   Bajo esta misma lógica, Belaúnde pudo avalar la muerte de miles de campesinos, aunque no estuvieran involucrados en ningún hecho de violencia.   Era el precio que había que pagar para garantizar la derrota de los terroristas.  De esta manera, el gobierno de Belaúnde fue en realidad un régimen dual, como lo fue el de Sudáfrica: democrático para unos, pero autoritario y violento para otros,  cuya vida no valía nada, fueran, mujeres, niños pequeños o ancianos.  

 

El pacto del olvido beneficia también a los cómplices de Belaúnde, es decir quienes fueron indiferentes frente a los crímenes...   Aunque los buenos limeños que prefieren olvidar los crímenes de Belaúnde no mataron a nadie, su indiferencia encarna un problema totalmente actual: el racismo que les permitía pensar que la vida de sus compatriotas no valía nada.   

 

Este racismo permitió que se cometieran crímenes tan terribles hacia quienes eran percibidos como inferiores.   Las dictaduras de Argentina y Chile secuestraban, torturaban y asesinaban a los opositores políticos.  En cambio, el régimen de Belaúnde actuaba de manera indiscriminada, tomando en cuenta sólo los rasgos físicos.   De hecho, los perpetradores ni siquiera entendían a muchas de sus víctimas, porque no hablaban quechua.    Ese terrible racismo explica la muerte de bebés y niños pequeños, lo que ni siquiera hacían los militares argentinos, pero sí los nazis.  Eso sí, las masacres de Ayacucho tienen un asombroso parecido con las ocurridas en los mismos años en Guatemala.  Al parecer, ambos ejércitos seguían los lineamientos de la Escuela de las Américas, a lo cual se suma el terrible racismo existente en los dos países.   

 

Este 7 de octubre es una fecha crucial para ubicarnos frente al pacto del olvido y la impunidad.  Exigir justicia para las víctimas del régimen de Belaúnde es una obligación de quienes queremos una sociedad mejor.   Para ello la sociedad peruana tendría que aprender a ser menos racista, tendría que ver a los campesinos como seres humanos… tendría que aceptar que su sufrimiento no es aceptable.  ¿Será posible que lleguemos a tanto?

 

Mujeres ayacuchanas cuyos hijos fueron desaparecidos en tiempos de Belaúnde

 

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