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SUPAY-666

EL HOMBRE QUE SOÑABA QUE SOÑABA...

EL HOMBRE QUE SOÑABA QUE SOÑABA...

¿Es la vida acaso un sueño? ¿Es nuestro sueño la verdadera vida? ¿Este hombre soñaba o vivía? ¿O soñaba que soñaba? ¿Vivía un sueño? ¿Soñaba una vida? ¿O este relato es tan solo un sueño? ¿O acaso usted sueña que lo tiene frente a sus ojos y le dará una leída?...


EL HOMBRE QUE SOÑABA QUE SOÑABA

POR LUIS TORRES


Bueno, hay historias e historias, hay personas que se ponen a hablar cuando les pasó algo emocionante, una aventura amorosa con una mujer increíble, un asalto frustrado que resolvieron a patadas (muy valientes ellos). Otros cuentan sus penas, generalmente acompañan estas narraciones con una bebida de generoso grado alcohólico. Están los que cuentan y los que escuchan absortos, fascinados, a veces con la boca abierta, y, si la historia es realmente buena, hasta pueda ser que un hilillo de saliva les cuelgue de la boca abierta totalmente, mostrando, con orgullo una fila de dientes en muy mal estado. Depende, eso sí, donde las cuentes. Las de miedo, fantasmas y demás engendros son excelentes a la luz de una vela, en una noche oscura y en una vivienda lejana a la ciudad, también puede ser al amparo de la luna mientras acampas en un lugar realmente solitario o en medio del campo. La combinación perfecta es, una casa vieja y grande, alejada, que se quemen los plomos y solo haya luz de velas.
Eso sí, que haya mujeres, sus pequeños gritos y su excitación crearán esa histeria masiva necesaria para que el cuento sea perfecto y la noche propicia a otras cosas más agradables.
Ahora, si uno desea simplemente ir a un lado a escuchar, solo escuchar, uno de esos días en que tienes la tarde libre, unos soles en el bolsillo y un espíritu travieso en el corazón, sal y vete al centro de Lima, si no estas en Lima, pues toma un avión y vente rápido; llegas, te relajas, te pones cómodo y sales a caminar, entre las calles Quilca y Camaná, en plena esquina hay un bar donde también puedes comer muy bien, es, de ese tipo de locales que me gusta por lo que son, o sea tienen alma, corazón y vida, bares o restaurantes que tienen más o casi cien años, de arquitectura con aires de elegancia, como un abuelo con terno y sombrero, donde han comido, bebido, peleado, escrito, amado y sabrá Dios que otros actos orgánicos habrán hecho una celestial corte de intelectuales, los cuales le dan su esencia a los largos salones, a las mesas sólidas de madera, a los mozos sonrientes, a las cervezas frías.
Las historias no se buscan, simplemente nacen, se reproducen y mueren, ellas te buscan a ti, hay tanta gente interesante que se muere por contar algo, por ser escuchados, yo soy uno de esos, y tú también, así que agarra tu pluma y gasta tinta.

Estaba, como decía, en ese local, de techo alto y decorado en madera tallada, hacía calor, pedí una lasagna y un vaso de vino, estaba en mitad de mi comida cuando un grupo alegre de personas se sentó a la mesa contigua. Un hombre al que no le veía la cara era el centro de atención, le rodeaban y cubrían, le pedían que cuente como fue todo, como ocurrió, que le dijeron los médicos etc, etc…, como soy un curioso natural, me picó pues la curiosidad, comí la comida de dos bocados, me pasé el vino en un segundo y me les acerqué, curiosamente más gente lo rodeó y lo saludó, no parecía un personaje conocido, no lo recordaba de ninguna página de periódicos ni nada, solo era un hombre de unos treinta años, muy trigueño, de pelo lacio y puntiagudo, que lucía un anillo de compromiso y una amplia sonrisa. Bueno, me decidí y le pregunté que nos relataría, me miró, tenía la mirada tranquila, lo observé bien y descubrí que aquel hombre emitía paz. Su sonrisa era contagiosa y sus maneras tranquilas. Estaba muy delgado, mas daba la impresión de que en otros tiempos había sido un hombre robusto, lucía delgadas cicatrices en su cara y cuello, esas líneas largas me daban la idea de que un gato gordo, fantástico y colérico, le había marcado el rostro. Me invitó a sentarme y acerqué mi silla, todos en silencio nos sentamos ante él, como ante un Cristo frente a sus ansiosos discípulos. Agradeció a sus familiares quienes estaban con él en ese momento y a sus amigos que nunca le abandonaron, nos sonrió también a nosotros, los varios desconocidos que queríamos escucharle, se acomodó en su asiento, miró al vacío y nos contó que todo comenzó cuando hace más de un año, viniendo de una reunión donde comió y tomó de más, dejó el carro en una cochera y se vino en taxi. Estaba en una avenida larga y aburrida, era muy entrada la madrugada cuando otro auto, conducido por una mujer y sus amigas, todas pasadas de copas, le chocaron de costado a toda velocidad, el taxista murió y él quedó entre los hierros retorcidos, inconsciente, los bomberos llegaron, cortaron y separaron delicadamente lo que quedó del taxi, él estaba al lado del conductor pero por esos muy raros milagros no se rompió la cabeza o el cuello, solo tenía muchos cortes por los vidrios del parabrisas, golpes, una contusión cerebral, eso fue lo grave, pero al parecer, hasta donde él sabía, se recuperó. Amaneció al día siguiente bien despierto en su cama, con sus amorosos padres al lado y los demás familiares que le hacían bromas, no recordaba el hospital, ni a los doctores, no recordaba nada, quiso saber cuanto tiempo estuvo internado y no le dijeron, solo sabía que debía levantarse, ir a la oficina y hacer su rutina diaria, bueno, ya saben, bañarse, comer algo, sacar el auto, saludar a los de la oficina, teclear y teclear ante la dichosa computadora, aguantar al jefe, la rutina diaria del hombre civilizado.
Todo comenzó bien, en la oficina le dieron permiso para salir temprano por lo del hospital, fue a ver a su novia, ésta le lloró y besó, fueron a comer, se besaron, regresó a su casa, durmió, ahora multipliquen esta misma escena por treinta y tienen un mes común y corriente en la vida de un oficinista. Nada espectacular, más bien tedioso... pero algo no estaba bien, él empezó a escuchar voces, se hallaba en la oficina y escuchó la voz de su madre, llorosa y suplicante pidiéndole que despierte, fue algo nítido que le hizo voltear la cabeza tratando de ubicarla... nada, solo más personas como él, frente al computador. Se tranquilizó, tomó un café y siguió con su rutina, pero algo realmente no andaba bien. A los días oyó claramente a su novia que le lloraba y le recordaba sobre su boda, y también le pedía que despierte, recordó el golpe en la cabeza durante el accidente, era normal que no quedara bien, algo loco quizás, trató de olvidar esas voces pero no pudo, y lo peor es que se volvieron a repetir, pasaron varios meses y la rutina lo mantenía tranquilo, envuelto en ese limbo que es levantarse temprano y llegar cansado, no pensar mucho, comer, ver la tele, buscar a la novia, preocuparse por cosas sencillas y nada más, pero algo no funcionaba, se dio cuenta de que no soñaba. Él siempre tenía sueños locos, una que otra pesadilla tonta e infantil, una fantasía por cumplir, pero ahora nada, solo un dormir frío y oscuro, como una noche sin estrellas. Se vio al espejo y no se encontró ninguna marca, ninguna cicatriz le marcaba el rostro, y eso era imposible, le habían contado que le explotó en la cara el parabrisas, pero, nada de nada. Consultó a su mamá y ésta, bondadosa, le dijo que no era bueno recordar las cosas feas, tampoco le contó sobre que pasó en el hospital, ni cuanto tiempo estuvo ahí, solo le sonrió... eso y nada más.
Al parecer nadie le quería contar, o nadie sabía la verdad. Comenzó nuevamente el día, estaba saliendo a la oficina cuando escuchó clarísimo como su madre en voz alta le decía que se levantara o llegaría tarde al trabajo y, que curiosa es la vida, se levantó, había soñado que se levantaba e iba al trabajo, pero era tan real, tan creíble, se rió y le contó el sueño a su familia, estaba tranquilo por soñar otra vez, se rascó y acarició la cabeza, se jaló los cabellos, salió al trabajo, era ya el mediodía cuando de nuevo escuchó la llamada de su madre para que no llegue tarde al trabajo, y como buen hijo, se volvió a despertar. Era increíble: de estar bien sentado frente al teclado se hallaba ahora en polo y calzoncillo en su cama bien despierto, se enderezó de buena gana y les contó su extraño sueño, soñar que se levanta, que trabaja y que todo es un sueño, volver a hacer todas esas cosas y horas después ver que es un sueño dentro de otro... que gracioso... sus hermanos le celebraron la broma pero no le creyeron, su madre le acarició la cabeza y su padre de buena gana se mató de la risa. Ese día, después del trabajo caminó un rato solo, se dio cuenta que era el maldito stress y solo necesitaba relajarse, hacer algo radical, ese día no salía con su enamorada pero la buscó, ella se sorprendió porque no estaba apuntado que así sea pero sonrió, rápidamente se cambió y salieron, fueron a bailar, tomaron algo, se fueron a un hotel, hicieron el amor ante espejos, todo estuvo bien, romántico y alegre, era tarde, estaba realmente cansado cuando la embarcó en un taxi, el tomó otro y se fue a su casa, lo curioso es que cuando cerró los ojos por el cansancio y por efecto de la música suave del taxi, oyó, esta vez a su padre que le gritaba que despertara y que fuera a trabajar, y se encontró en su cama con medio pijama, lo primero que hizo fue gritar, lo segundo saltar de la cama, lo tercero fue preguntar donde pusieron el taxi, la familia le alabó su nueva broma y le repitió que se apurara que llegaría tarde, otra vez bañarse, vestirse, comer, salir, saludar, teclear. En la tarde percibió de nuevo las voces, lo que lo atormentaba era que siempre eran voces de personas queridas que le decían cosas tiernas, que le pedían que despierte, que le decían que lo amaban, que le contaban cosas que él no sabía. Había pasado medio año desde el accidente y estas voces lo tenían loco, lo peor era que solo las escuchaba a ciertas horas, en las tardes, de cuatro a seis, después nada, al comienzo las escuchó a diferentes horas, ahora tenían su horario, pero eso ya no le asustaba, lo que lo ponía loco, lo que le hacía tomar café en forma industrial eran los despertares, ¡sí!, los malditos despertares que le rompían los nervios, se habían vuelto diarios, podía estar saliendo al trabajo y de repente volvía a estar en su cama, volvía a salir y en la noche escuchaba que le llamaban para encontrarse de nuevo en sus sábanas, así una y otra vez, pensó en ir a un psicólogo pero, ustedes saben, los psicólogos son para los locos y él no lo estaba, además estaba lo del accidente, el golpe en la cabeza, ese accidente que no le dejó huella alguna y que era tan misterioso, nadie mencionaba de él ni una sílaba. Pasaron dos meses más, nada cambió, no soportó más la tensión y la insania y les confesó todo a sus familiares, los hermanos rieron, el padre le dio un consejo y la mamá le acarició la cabeza, su novia lo besó y le dio un masaje en la espalda, le sugirió se tome unas vacaciones, podrían ir al Cuzco o la selva, o ir a ver donde podría ser su casa después de la boda.
Bueno, dentro de esa bien encuadrada forma de vida, organizada y monótona, una tuerca se salía y amenazaba con hacer caer el puente que aguantaba su razón, lo de las voces pasa, lo de amanecer en su cama y no saber que hizo antes era ya demasiado, el trabajo no podía perderlo, estaba el seguro, la puntual paga mensual para la casa nueva, el dinero al banco y la boda, y claro, si hablaba de estos problemas en su cabeza pues lo despedirían, eso de seguro. Salió del trabajo y compró un despertador por vibración, lo amarró al pie, exactamente al dedo gordo por el cual sentía cariño, lo puso para que lo despertara una hora antes, sabía que tenía que hacer algo mas no sabía que, con un tiempo extra a lo mejor lo sabría.
5 A.M. Todo en calma, sintió como el despertador le daba tirones al pie y se levantó de un salto, fue al baño y se refrescó, debía pensar en una solución, se sentó, se puso a meditar, dieron las seis y se sintió un imbécil, una hora en blanco mirando la pared, su padre le pasó la voz esta vez para que despierte, como todos los días se levantaba y hacía todo de memoria, no tenía una real idea de su entorno, así que comenzó a ver lo que le rodeaba. Bueno, todo normal, una familia perfecta. Tomó su desayuno y salió, en el trabajo todo igual, todo igual, hizo lo mismo de levantarse temprano durante la semana y no vio nada que le ayudara, igual escuchaba las voces e igual solía interrumpirse su día a la voz de sus padres que lo levantaban, todo loco como siempre.
Era el séptimo día de su experimento y no vio nada raro, todos los días eran iguales, monótonos y aburridos, era domingo así que entró a la ducha para relajarse, después la rutina de siempre e ir al trabajo otra vez. Bueno, quizá fue el agua fría en la nuca, pero empezó a darse cuenta de las cosas. Hacía meses que iba a trabajar los domingos, y, según recordaba, hasta antes del accidente jamás fue a trabajar los domingos, ahora lo hacía ¡y hasta tarde!, lo peor era que recién lo comprendía. Salió de la ducha totalmente extrañado y bajó a comer, miró a su familia, los visualizó realmente bien, como si los analizara con una gran lupa, tratando de atrapar todos sus detalles. Y allí estaba la familia modelo, sonrientes, cariñosos, y lo más interesante, desde el día que empezó a levantarse temprano una semana atrás hasta este día, nunca habían cambiado de ropa, ni de posición al sentarse, ni sus peinados, ni la decoración, nada, todo perfecto y exacto. Lo saludaron como lo hacían siempre, salió al trabajo, -¿Serán todos robots?- pensó en voz alta, con su voz llena de miedos. Bajó del auto, entró al trabajo, se sentó y empezó a teclear, estuvo escribiendo en la computadora tres horas seguidas a toda velocidad cuando se fijó en lo que escribía, lo que vio ya no le sorprendió, había visto de más esa mañana, no había nada lógico en la pantalla plana y fría, solo letras sueltas, revisó todo lo que había escrito las últimas horas y solo había letras, letras y más letras puestas al azar, se asombró de sí mismo, pero sabía que no estaba loco, al menos no quería pensarlo, empezó a sudar frío entonces, se acercó a ver que escribían los demás, atisbó a uno por uno, todos escribían y no le miraban. Cuándo observó bien, y, vio que todos hacían lo mismo que él, usar el teclado mas no escribir nada, fue cuando comprendió que el problema no era él, era algo más grande, TODO, absolutamente todo a su alrededor era artificial, todos sus compañeros de oficina vestían igual desde hace meses, su familia de seguro también, cuando analizó aún más se dio cuenta que hacía lo mismo todos los días, que ciertos días salía con la novia y que nunca tenía día libre, además, hacía como que trabajaba pero nunca realizaba algo, nadie sabía nada de su accidente y lo peor era que recién se daba cuenta de su insólita situación, al menos no estaba loco... Ahora, ¿Esto era un complot complicado y maquiavélico? ¡¿Una potencia extranjera había gastado una alucinante cantidad de dinero para crear clones de su familia y conocidos, construir una replica de la ciudad de Lima he inducido drogas alucinógenas aparte de sofisticados sistemas de sonido puestos mediante una delicada operación en su cerebro?!....
¡Naaaaaaaaaaa…! ¿A él? ¿Y para qué alguien haría eso? La respuesta debía ser sencilla, si al menos la supiera.
Ha pasado una semana, se confirmó lo peor, su familia jamás cambia de ropa, al igual que los de la oficina, la gente con la que se topa en la calle es la misma de todos los días, como si fuera un gran teatro repetitivo. Ya esta situación no le sorprende, es más, le aburre, los días se siguen interrumpiendo al llamado materno o paterno y siempre amanece- no importa donde haya estado antes- en su propia cama. Hasta ese momento ha pensado y pensado, se da cuenta que preguntar a alguien es perder tiempo, todos le sonríen y le dicen que es el cansancio, solo le queda meditar, relajarse, ubicar la verdad dentro de todo este tinglado multicolor y absurdo. Al día siguiente no va a trabajar, sabe que si va se sentará y apretará teclas en forma mecánica durante horas, llegará cansado y no razonará bien. Decide no ir nunca más, le da igual, va a un parque, se sienta en una banca de mármol decorada, de estilo antiguo, esta fría al tacto, se relaja, respira muy despacio, absorbe el aire y siente como su mente se despeja, cierra los ojos y busca la respuesta. Han pasado dos horas, ya fue Navidad, los meses han transcurrido muy rápido, aún se ven los adornos en las tiendas ultra iluminadas y esa alegría en los niños. En Lima donde no hace frío, los hombres que actúan de Papa Noel en las calles tienen que aguantar el calor, y después de eso, ¡año nuevo! Su Navidad fue desagradable, una copia de la del año pasado, fue como ver un video familiar y participar de él.
No se le ocurría ninguna idea de cómo arreglar su caótica situación, y se le venía encima el año nuevo. ¡El año nuevo! ¿Como no se acordó? Fue viniendo de una fiesta de año nuevo cuando se accidentó, empezó a recordar, poco a poco se le vinieron las ideas e iba comprendiendo todo. Las gentes estaban vestidas como la última fecha en que él las vio, le dijo a su novia para ser novios ese mismo día y acordaron la boda al año siguiente, así que por eso siempre ella le recordaba la boda, por eso se repetían los días como él los vio, el ultimo día, por eso finalmente se dio cuenta que había muerto un año antes y estaba en una especie de limbo.
Estaba más tranquilo con sus conclusiones, se puso a rezar un rato y esperó con tranquilidad el día en que se le abrirían las puertas del cielo donde por fin descansaría, cuando, la voz aguda y cantarina de su madre le despertó, estaba de nuevo en su cama con sus calzoncillos y un polo viejo que usaba para dormir, ¿Había soñado todas sus conclusiones?
Bueno, no, no era un sueño pero, ¿cómo saberlo?, el limbo era un lugar muy raro, a menos que, no fuera el limbo. A ver, piensen un poco, solo un poco, la idea del limbo le gustaba por que respondía casi todas sus dudas, lo tranquilizaba, pero sabía que no estaba bien, faltaban las voces de sus familiares y amigos que le instaban a despertar y que lo despertaban todos los días de esa forma. Él no estaba muerto.
Se sintió triste, todas sus dudas renacieron con más fuerza dentro de él, se sintió miserable y estúpido, era como dormir y dormir, vivir un sueño tras otro sin soñar, solo lo mismo de los mismo, y si esto seguía así, sería así durante años de años, sabrá Dios cuantos, ¡¿Un hechizo maligno?! Naaaaaaa, la clave estaba en algo que se ubicaba frente a él. Se hallaba realmente muy molesto, impotente ante ese destino bastardo y deprimente, sin saber a donde ir ni que hacer cuando escuchó la voz de su madre que le avisaba que debía levantarse para ir al trabajo. Sentía que la realidad donde se encontraba se fundía y desaparecía bajo sus pies, y su cuarto se iba materializando bajo él. Viendo como se despertaba otra vez, lo comprendió todo, él vivía un sueño tras otro, eso y nada más, así que antes de aparecer en su cama nuevamente, durante esas milésimas de segundo se concentró en esa luz que estaba en medio de las dos vidas que vivía y se alejó lo más posible, sin saber a donde iba. Cuando amaneció se vio otra vez en cama, con una luz fuerte dando en su cara y maldiciendo en voz alta el no poder despertar jamás.
Lo que siguió a su despertar fue jalarse los cabellos, respirar hondo y gritarle a su mamá que deje de pasarle la voz, que ya estaba despierto, pero al bajar de la cama se encontró que estaba a gran altura y cayó al piso, luego, cuando trató de ponerse de pie descubrió que no podía, no tenía ni fuerza ni control total de sus músculos. Le ganó el asombro, ahora, su cuarto estaba de lo más extraño, el piso era diferente, la decoración era toda en blanco y metal, es más, él estaba desnudo y con agujas metidas en sus brazos ahora flaquísimos, todo él estaba enjuto, muy magro, se asustó y no pudo gritar porque una enfermera lo hizo antes que él, vinieron más y todas gritaban, por alguna extraña razón ellas se alegraban de verlo así, terriblemente flaco, atontado y en su desnudez de espectro.

Bueno, el hombre calló y nos regaló una sonrisa, tomó su vaso de cerveza y bebió tranquilo, luego su familia y amigos le abrazaron e hicieron ademán de hablar entre ellos sus asuntos, cosa que no inquietó a nadie, excepto a mí.. Era como si todos supieran el final de la historia excepto yo. Los demás se alejaron pero yo me acerqué al tipo, le pedí algo molesto que acabe, solo eso.
-¿Qué acabe que?-
-Su historia, no sé como acaba, dígamela o el que no dormirá seré yo- eso fue lo que le dije bastante serio y excitado.
-Pero, ¿no lees los diarios?, bueno amigo, estuve en coma, por eso lo de los sueños. Todos los días dormía, una y otra vez. Las voces eran mi familia que venía a verme al hospital y que pedía que despierte, me casé con mi novia fiel, ahora trato de engordar, de regresar al trabajo, y el hecho de saber que estuve como un muerto tanto tiempo me hace abrazar la vida con ardor y pasión, eso es todo, esa es la historia, ahora anda y abraza a tu familia, sonríe, haz lo que tenías planeado hacer, hazlo sin miedo pues, podría ser que tristemente, todo al final de cuentas, sea solo un mal sueño.

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