EL CONTADOR DE OSOS.
Uno de los mas extraños trabajos de mi amigo Dennis consistió, concretamente, en contar osos. Tal cual. No piensen en nada peligroso ni exótico, él simplemente debía quedarse allí y contar los ositos de peluche.
Sucedió durante la campaña de Navidad de un conocido centro comercial. Por lo visto, hasta llegaron a darle un cursillo de preparación: "La cosa es fácil - le explicó el sagaz encargado - si en la estantería de arriba hay cinco osos y en la de abajo hay cuatro, sabremos que tenemos nueve osos".
Durante el par de semanas en que lo soportó, mi amigo contó una y otra vez los ositos de peluche, cada tarde, sin descanso. Ni siquiera tenía que colocarlos, para eso había otro tipo, más especializado, unas manos expertas.
Llegó a preguntarse cómo quedaría en su currículum aquella etapa de su vida: "Diciembre-enero de 1999, prácticas remuneradas como contador de osos". Hasta creyó encontrar un eco grandioso, mítico, en el nombre de aquella profesión. "El contador de osos"- se decía a sí mismo en voz baja. Y le parecía el título de una novela de Gogol, aunque él nunca hubiera leído a Gogol.
Sucedió durante la campaña de Navidad de un conocido centro comercial. Por lo visto, hasta llegaron a darle un cursillo de preparación: "La cosa es fácil - le explicó el sagaz encargado - si en la estantería de arriba hay cinco osos y en la de abajo hay cuatro, sabremos que tenemos nueve osos".
Durante el par de semanas en que lo soportó, mi amigo contó una y otra vez los ositos de peluche, cada tarde, sin descanso. Ni siquiera tenía que colocarlos, para eso había otro tipo, más especializado, unas manos expertas.
Llegó a preguntarse cómo quedaría en su currículum aquella etapa de su vida: "Diciembre-enero de 1999, prácticas remuneradas como contador de osos". Hasta creyó encontrar un eco grandioso, mítico, en el nombre de aquella profesión. "El contador de osos"- se decía a sí mismo en voz baja. Y le parecía el título de una novela de Gogol, aunque él nunca hubiera leído a Gogol.
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