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CARVER ERA SOLO UN PRODUCTO DEL EDITOR?

En agosto de 1999 el escritor italiano Alessandro Baricco visitó la biblioteca de Lilly, en la Universidad de Indiana, y consultó los cuentos originales de Raymond Carver. Siguiendo la pista abierta pocos meses antes por The New York Times, Baricco quería comprobar si era cierto, como se había afirmado, que Carver no era el autor último de sus propios cuentos y que el editor, Gordon Lish, los había recortado sistemáticamente hasta dejarlos irreconocibles.

Una vez delante de los manuscritos, Baricco abrió cuidadosamente las páginas del breve relato titulado “Todavía una cosa” y quedó petrificado ante su descubrimiento. En el cuento publicado en las librerías, la escena de la discusión de pareja terminaba con uno de esos famosos momentos de contención carveriana: el marido cogía la maleta, regresaba por un instante a la habitación y le decía a la mujer: “Sólo quiero decir una cosa”. Pero antes de marcharse no lograba recordar de qué se trataba.

Sin embargo, en el original escrito por Carver, el que ahora tenía Baricco entre las manos, el personaje seguía hablando hasta destruir por completo la magia de la escena: “Escucha, Maxine —decía— Recuerda esto. Te amo. Te amo pase lo que pase. Y también te amo a ti, Bea. Os amo a las dos”.

Asombrado por el nuevo Carver que tenía ante los ojos, Baricco siguió repasando otros cuentos y llegó a conclusiones parecidas. En “Diles a las mujeres que salimos”, tal vez el cuento más conocido del escritor americano, el final fulminante (“todo empezó y terminó con una piedra. Jerry usó la misma piedra con las dos muchachas, primero sobre la que se llamaba Sharon y luego sobre la que debería ser de Hill”) resultaba ser fruto de la tijera maestra de Gordon Lish. El relato original que Baricco ojeaba ahora continuaba durante seis folios más en los que Carver narraba con todo detalle la violación y asesinato de las víctimas.

¿Era Raymond Carver una ficción literaria hábilmente manipulada por las tijeras de su editor? Aquella prueba de fuego llevó a Alessandro Baricco a la conclusión de que Carver era “un modelo artificial” y de que el escritor “no estaba capacitado para mantener aquella mirada impasible sobre el mundo que sus cuentos ostentan”.

Una de sus ex mujeres, Tess Gallagher, se halla inmersa ahora en una batalla legal para que los cuentos de Carver se publiquen tal y como él los escribió. Sin embargo, la editorial Knopf, que posee los derechos del este libro de Carver y para la que trabajaba Gordon Lish, ya ha anunciado que hará todo lo posible por evitarlo. No conviene que los lectores sepan lo que sucede entre bambalinas.

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