RAMÓN, DOCTOR CORAZÓN... (version revisada de un cuento de luis torres, alias supay)
Otra vez, maldito teléfono. Sí, aló, sí, bien, ¿es tarde lo sabía? Hábleme despacio, ya, mire, ya fui a su casa anteayer, es tarde amigo, tranquilo, no se desespere, no pienso ir, ya, es de madrugada, no me suba la voz, ¿cuanto? Ummm, bien, y me paga el taxi, llegaré en 40 minutos.
Malditas tarjetas y anuncios virtuales, maldito teléfono, maldita madrugada, maldito cliente.
Cada día que pasa me pagan más estos idiotas, y sé que si sigo así, pues, tal vez le agarre gusto a esta profesión que alguna vez pensé ocasional. El taxista me habla y habla, pone su música vulgar, simple, llorona. Las oscuras y sucias calles, llenas de putas, travestíes, drogadictos, lacras y demás. Unos niños juegan en la calle pateando ratas muertas. Las luces de neón le dan un aspecto aún más feo a esta irrealidad nocturna de ojos hinchados y mirada vidriosa. Maldita noche.
Otro cliente me llama, este sólo quiere preguntarme algo, sé que es cruel tratar mal a estos idiotas depresivos, pero lo mando al diablo y le recuerdo que yo camino y escucho por dinero. Mierda, me siento un maldito, pero, que chucha, malditos llorones.
Un edificio enorme, cubierto de lunas rojizas y árboles tropicales en su base, un armatoste para niños ricos y viejos coqueros. Me dejan pasar, subo los 75 pisos, el ascensor silencioso, una puerta con adornos célticos de bronce, un número y un timbre. ¡Riiiiiiiiiiiiinng! Saludos. Me ofrece un trago, me invita a sentarme. Un sofá inmenso de piel natural color habano, su librería de ébano tallado estilo colonial, sus flores frescas, sus adornos de cristal de murano, y ella, sentada, mirándonos, hermosa, de cuerpo exageradamente carnoso, licencioso, incitante, sexual, siempre fresco y problemático.
¿Problemático? Si yo la tuviera en casa sería feliz, como la mayoría que tiene una, pero estos idiotas no aprenden, me invita otro trago, un vaso de cristal y un hielo en forma de estrella, flotando.
Todo esta bien, pero esto no es una reunión de amigos. Al grano. Señor Worms, que pasó, quedamos en que si me llamaba era para algo serio, ella se ve bien, usted se ve bien, ¿cuál es el problema? Mire, Señor Ramón, hoy es nuestro aniversario, fuimos a comer, a bailar, le compré flores, fuimos a un hotel nuevo, hicimos el amor, pero, siento que ella no me trata como antes, la siento algo fría, ella sabe que la quiero, sé muy bien que no se va a ir, pero, pero es que no sé qué pensar. ¿Y si ella se fuera, o si se olvidara de mí? ¿Si un día yo ya no fuese todo para ella? Ella lo mira y le acaricia la espalda cariñosa, le besa la mejilla, lo tranquiliza con su voz de pajarito, mueve sus esplendidas piernas y le habla mientras él la abraza y le llora, sí, le llora, pobre diablo, los dejo así un buen rato, bebo todo el licor fino que puedo, me guardo sus cigarros en el bolsillo, calculo cuanto dinero le podré sacar, voy a sacarle mucho, no es maldad, yo no soy malo, pero así aprenderá, le diré unas palabras, luego trabajaré con ella, luego, todos felices, hasta que el idiota sensiblón vuelva a llamarme otro día.
Pasa una media hora, aperturo otra botella, esta vez champagne, le sirvo un trago, él se arregla el cabello, se acomoda el cuello de la camisa, trata de sonreír, pero no puede, pongo cara seria, me hago el interesante. Señor Worms, señorita, miren, ah, aquí sabemos que ustedes son felices, que no desean separarse, pero el señor aquí presente tiene dudas, dudas basadas en su amor hacia usted, en su fidelidad, prométale que no lo dejará, hágalo. (Ella lo ve, le toma la cara y le hace una sentida declaración de amor, lo besa, le promete no dejarlo, lo abraza).
No sé que pensar, esto es demasiado ridículo, pero suele pasar, es mi profesión. Era un trabajo tranquilo, mal remunerado, pero ahora mi sueldo se ha quintuplicado y sigue en aumento, me llaman más seguido, digamos pues que sé como hablarles, y eso les gusta, sé como llegar a ellos, pobres babosos tristones.
Él me agradece, se emociona, luego voy donde ella, le sonrió, él mira todo con ojos amorosos. Le quito la blusa, está sin brassiere, sus pechos amplios y erectos se mueven arriba abajo, le pongo el cabello hacia adelante, abro despacio la tapa craneal inferior, me pongo frente a él, que no vea lo que hago, querré decir, lo que no hago, muevo los dedos, me limpio la frente (con eso parece que trabajo mucho y que la sufro) la hago larga, él espera absorto en sus miedos, cierro la tapa craneal, arreglo sus cabellos, ella sonríe tranquila, la dejo, se abrazan, espero a un lado, fumando un cigarro de filtro duro. Ya ha pasado una hora, espero mi paga.
Una despedida de esas pegajosas: me da la mano varias veces, me paga al contado, ella se despide con un besito, sus labios suaves y carnosos. Le meto mano en las nalgas, no dice nada, solo sonríe, de manera dulce, enamorada, se despiden los dos.
Worms llamó a un taxi, así que espero a que llegue al pie del edificio. No sé que pensar, el dinero en mi billetera es un bulto agradable, pero siento que lo engañé, sin embargo él es feliz, duerme tranquilo, su relación sentimental es sólida y segura, es más, si la ley lo permitiera, adoptarían a un niño y su vida sería plena, mas no es así, y espero que esa ley nunca se dé, pero... son tantos los idiotas con mucho poder que tienen relaciones serias y dramáticas con sus muñecas eléctricas, relaciones que los psicólogos se aburren de atender, que los amigos no desean escuchar, que las personas ven como una broma, aunque, tal vez tengan algo de razón, ellas se programan a tu personalidad, a tus fantasías, sueños, y siempre están allí, sin embargo ellos no son felices, tal vez el problema sea que son muy perfectas y estos tipos se buscan ellos mismos problemas, sufrimientos, para así darle a la relación un algo más verosímil, pero que más da, pagan bien, muy bien. Sólo soy un programador mediocre pero un buen técnico del hardware de estas muñecas, eso y, claro, los escucho siempre, poniendo cara seria, haciéndome el interesante, mientras me consumo su licor y sus cigarros.
FIN
20/03/2008 05:47
3 comentarios
jame -
Anónimo -
¡Oh niñas de 10 u once años como mucho...! -
Dentro del aspecto formal, me parece que deberías eliminar algunas comas que por error colocas en lugar de puntos seguidos. Éstos creo que le darían un ritmo que va más con el personaje, es decir, más cortante. Evita (si piensas darle otra corregida) adornar el relato con inútiles puntos y comas. Y peor, con puntos seguidos, que harían lento el discurrir de las oraciones; cosa que desmerecería en mucho este vertiginoso relato.