5:46 AM. ¡Vamos despierten, salgan de el lugar!... (cronica desde una fria calle de Lima)
5 con 46 minutos, exactos, increíblemente exactos, podría jurar que llegaron a las 5 con 45 y que fue mi reloj quien malogro la perfección de tiempo entre estar echado en la acera, de madrugada, en la puerta de saga y la llegada de los serenasgos, amables hombres de casacas verde fosforescentes. Los miro, despacio, veo sus rostros, ellos no entienden lo que es estar aquí, hechados en el piso helado, nos ven molestos, ofendidos, orgullosos de poder gritarles a unos vagos, a unos desposeídos. Me pongo rápidamente de pie, me acomodo las ropas, veo la hora, siempre, viéndolos a la cara, con desprecio. Ellos me ven pasar, siempre viéndolos, sin respeto alguno a su autoridad revestida de color verde neón, payasos. Camino erguido, la frente en alto, más que caminar marcho, alrededor de mi, Lima recién despierta. Mis compañeros de desventura eran dos ancianos, dos hombres cubiertos de harapo tras harapo, hechados sobre cartones gastados por el uso, con sus bolsas aferradas hasta en sueños, sus simples tesoros, sus recuerdos, sus vidas. Los harapos, sucios, remendados, rehechos, ropa tras ropa una sobre otra tratando de paliar el frió húmedo y persistente de Lima, un frió que no se va, que se mete entre los pliegues de la ropa, que se escuda entre tus cabellos, que anida en tus zapatos, que trepa por tus piernas, que no se va. Sientes aun como si fuera una broma de la noche que, el frió crece, se acumula en tus piernas, en tus pies, en tus manos rígidas que buscan abrigarse en lo que sea, pero no hallan, y tus pies, que se mueven dentro de unos zapatos que no podrán abrigarlos, tus dedos agitándose en la noche, en la terrible certeza de saber que nada podrá calentarlos. Lima, es una ciudad maravillosa, pero, como toda ciudad maravillosa, tiene algo de mujer liviana y fría, de las que se entregan por dinero, por algo más que una buena actitud. Deje las llaves, en casa nadie, solo en la mañana podrían atenderme, llame a mis amigos, todos ocupados. Mire alrededor, quedarme en algún parque del rico Rimac..., pues, no, no es seguro, estaba bien abrigado, estoy en forma, no le tengo miedo a la aventura, tome un carro de a china, me quite a la plaza mayor (si vas a dormir en la calle, que sea en un lugar hermoso y lleno de policías). Estaba con mi mochila llena de bolsillos, en ellos, siempre un libro, Curzio Malaparte era el elegido, llegue, me senté en una cómoda y calida banca de madera, empecé a leer. Prende el mp3, música escogida, turca moderna y clásica, una buena lectura, silencio, las letras pasan rápido, las horas pasan muy despacio, se apaga una luz, luego, luego otra y otra, penumbra, aun puedo leer. -Joven, ¿A quien espera?, Los miro, de frente, a sus caras, casacas verde fosforescente, anchas, gorras azules, malas maneras, será una noche larga. -A nadie, solo leo. -No puede estar aquí, tiene que retirarse- , pensé seriamente en discutir con ellos sobre que la calle es de todos, que la ley me permite, que puedo quedarme donde se me de la gana, que... Me levanto, despacio, los miro a la cara, esta de mas discutir esta noche, a los gorilas no les pagan por ser intelectuales o saber los derechos de los demás. Ojos de muñeca, sin vida, negros y quietos, cuando se acerca a uno se diría que no tuvieran vida, cuando te muerde, sus pequeños ojos negros brillan, ves como esas fieras se acercan y van mordiendo, muy rápido. Las criaturas de la noche se alegran del festín de mugre que dejamos del trajín del día. Mientras leía, una gorda cucaracha rojiza se trato de acercar a mis pies, lo hacia sin miedo, me dio que pensar que si podía y la dejaba se subiría y se cobijaría en mi ropa. Las ratas también salen, alzan su hocico puntiagudo al cielo, buscando que roer, puede ser tu mochila o, como me cuentan los vagabundos, tus dedos, orejas, labios. Al día siguiente tenia marcas en el cuello, dos líneas paralelas y una oblicua cortando a ambas, o tal ves, si queremos ser místicos, una cruz mística, oriental, pagana, la marca de alguna pequeña bestia, de esas que muerden las orejas y los dedos a los viejos que duermen en las calles y los cuellos de jóvenes que no tienen donde dormir. Mire a mi alrededor, es temprano aun, faltan unas 7 horas para que el amanecer, los municipales me alejan de un asiento cómodo, pero pésima cama. Las luces de la catedral, unas viejitas que venden dulces y gaseosas, una de ellas tiene café caliente, yo solo llevo encima medio sol y cuatro cigarros, frió, una mala noche por venir y ningún lugar en mente donde descansar. Camino, hace frió, las manos rígidas en los bolsillos, los pies húmedos, la mirada al frente, la gorra sobre las orejas, una luz al fondo, un sujeto vestido íntegramente en cuero negro pasa a mi lado, compra unos cigarros baratos, sube unas escaleras, lo sigo. Este Púb étnico es genial, en su segundo piso tiene amplio espacio, todo lleno de adornos alucinantes, mezcla de sueño de ayahuasca, parafernalia indígena, mascaras y posters de rockeros muertos, aves disecadas y todo, todo mezclado, hecho una ensalada. La primera vez que vine fue con mi buen amigo Jaime, entramos, pedimos unas cervezas heladas, había rock en vivo, se podía pedir canciones, estuvo genial, una noche de rock y cerveza. Ahora es diferente, entro, sin saludar a nadie, dentro una mezcla alucinógena de noctámbulos, el amigo vestido de cuero negro, tres rastas cada cual mas rasta, metaleros variados, unos medio grunge con sus clásicas camisas a cuadros y chompas rotas, otros con casacas de cuero, ¡Cabellos largos of course! Un emo, tristón, metido en su apretado y ridículo Jean negro, su polo blanco y negro a rayas, una imagen de un corazón sangrante en color fucsia, su cabello largo cubriéndole un lado de la cara, zapatillas de tela, gastada la suela y sucio el pantalón, bebe y fuma. Un punk clásico, con su mojok enhiesto mira furioso la pantalla, bebe su cerveza de a pico, me mira molesto, mira a todos, especialmente al emo, de mala manera, habla con un rasta, se va con el a una mesa y ríen de algo que no oigo. Las sillas acolchadas o de madera, todo en ese estilo rustico, el horno artesanal para hacer pizza a la leña, ese olor a madera quemada, a carbón, el sentimiento de calor, de hogar. -Joven, ¿Se va a servir algo?... Me mira, la observo, bonita, rostro pálido, cabello renegrido, aretes en las orejas, nariz, ceja izquierda, un tatuaje en el hombro, unos ojos grandes con su halo de oscuridad, ojeras. Te pediré después, déjame descansar, afuera hace frió. Me mira, sonríe comprensiva, regresa a sus labores, las meseras darkis y sexis deberían ser una institución en todos los bares, más aun si son buenas gentes como esta flakita. Me acabe el libro de Malaparte, saco unas revistas que me dieron en la cumbre de los pueblos, sigo leyendo, estoy hace un par de horas acá, la gente alegre ha entrado y salido, han bebido cerveza como si esta fuera a acabarse, han fumado marihuana, se han puesto a reír de cualquier cosa, al final, rastas, punks, metaleros, emos y demás han acabado abrazados, riendo, coqueteando a las chicas de los otros grupos, maleteandose, felices. Ya no puedo leer, lo cual es terrible, solo me queda ver los videos, la gente me ve extrañada, no hablo, solo leo, desconfían de mi, las personas desconfían de los que no se alinean, de los que no beben, de los hombres que no ríen. Me miran, comentan entre ellos, unos ríen, otros voltean a verme, uno, en especial, me observa con insistencia, esta ebrio, su cabello largo le cubre medio rostro, es delgado, alto, brazaletes de cuero tachonados de metal, mirada dura. Pasan los minutos, ya es bien de madrugada, escucho que ya van a cerrar, despiden a los últimos ebrios del local. Un par de drugos llenan de esencia de marihuana la estancia mientras ríen y piden a gritos que pongan videos de Jim Morrison, les piden que bajen la voz y que se retiren, me levanto antes de que me digan algo, no me gusta que me saquen de donde no he sido invitado. Paso al salón principal, me acerco todo lo posible al rescoldo ardiente de el horno, caliento mis manos, los miro a todos, y, todos me miran un rato, soy un extraño en su reunión, en su grupo, el que me mira mal se pone delante de mi y me observa con sus ojos vidriosos, secos, duros. Mírame, deseo decirle, solo soy un hombre que no sabe a donde ir, tan igual a ti como nadie, lo veo, me alejo, viéndolo siempre, bajo las escaleras, en la calle escucho una voz decir ¡Se fue el policía!, y se, que se refiere a mi. No, la noche es mas triste si me llaman policía, pero, ¿cual es la idea? debería usar el cabello largo, o dreads, o un loock definido?, ummm, no me cuadra esa idea, me visto como me da la gana, me retiro, sonrió, prendo el ultimo cigarro de la noche, afuera, una garúa fina cubre las pocas sillas, descansar en la plaza se ha vuelto algo muy jodido, se me acaban las ideas. Alrededor de la gran plaza no es factible descansar, todo lo cubre a acumulación de esas pequeñas gotitas, camino alrededor de la plaza mirando hacia los detalles de las puertas y cornisas, en el amplio marco de la puerta de mármol del club nacional, unas palomas se abrazan buscando calor, sus sonidos llegan en medio del silencio total que nos ofrece la ciudad de madrugada. Una noche sin estrellas, aunque, según Crowley, todos somos estrellas. Voy por jirón Olalla. Un amigo vivía por acá, justamente diré que vivía en el edificio de la esquina, modernísimo en mi niñez, ahora un armatoste feo, tosco, pasado de moda. Es una calle hermosa, los toldos de las tiendas, de los restaurantes, las barrenderas me miran pasar, reviso donde sentarme, dormir, lo que sea, me siento cansado, los pies pesan, están fríos, como mis manos, la mochila a la espalda, llego al final del corredor, pero, la paranoia el gobierno ha enrejado el final de la calle, callejón sin salida. Doy media vuelta, intento descansar en un lado bajo el alero de metal de una tienda de ternos, pero, es muy incomodo, las barrenderas me ven, sus rostros semicubiertos, vestidas de un naranja chillón. Llego a la calle paralela de donde estaba, encontré un lugar, me acomodo, el silencio cubre el paso del viento húmedo, puedo descansar un poco... Donde estoy es ¿cómodo?, me siento, apoyo mi espalda contra el muro, a mi lado una rejas, siento el sueño, cada ves mas cerca, mas cerca, luego, siento pasos cortos y rápidos, pesados y acolchados, oigo narices ansiosas husmeando desesperadamente, agitación animal. Jauría, multitud de perros grandes y malaspectoso jalados por una gruesa cadena por un humano vestido con ropas militares. Lo observo, me pone los perros muy cerca, en la misma cara. Gruñen, ansiosos, pero solo los veo, me atrevo a acariciar la boca ancha y dientuda de uno de ellos. -¡NO haga eso, muerden!- lo miro, el se asusta en mi lugar. Me he criado con perros de raza, pastores alemanes y dobermans, uno de ellos, el mas bravo, me arranco parte de la mejilla cuando era un niño, pero así con todo jamás les tuve miedo a los perros bravos. Se me podía ver los dientes, recuerdo, cuando mi madre me alzo para limpiarme la herida, me vi en el espejo del baño, la piel y carne colgando, materia muerta. Me levante, aburrido, no es agradable que te saquen de un lugar a otro en la madrugada, mas aun cuando solo deseas dormir y no molestas a nadie. Lo miro, le explico que sus perros me dan risa, me retiro, su poder, su valentía esta detrás de esos perros, sin ellos, es un pobre diablo. En mi barrio un anciano manco va de un lado a otro, cada ves mas sucio, abandonado, solitario, comiendo de la caridad, se le ve tan desdichado, tan sensible a los cambios de clima, tan desvalido, pequeño. Busca ansiosamente en la noche algo, algo que recién comprendo, busca un lugar, por que, en toda ciudad de bota a los sin tierra, a los sin hogar, y, se siente horrible que te boten de aquí a allá, que no te dejen dormir, la forma en que te recuerdan que tu, no tienes nada, ni siquiera donde descansar tus fríos huesos. Russian anthem, cuan hermoso y lacónico puede ser un himno, mas aun cuando yace despojado de poder, del poder que creíamos poder darle con nuestra estima. Llego ante la entrada posterior de saga, unos viejos duermen, duermen como pueden, sus ropas sobrepuestas a otras mas, sus sucias bolsas, los cabellos largos, están a mi derecha, al otro extremo, no les veo bien las caras macilentas. Puedo sentir su cansancio, no les recuerdo ver por las calles, ¿Por donde andarán? imaginarme que calles, cuantas de ellas recorrerán diariamente, buscando comida, después, si la encuentran, buscando donde dormir. Me acomodo, despacio, el piso frió, la pared donde deposito mi espalda también lo esta, estoy bien abrigado, pero, eso no le interesa a la madrugada, la mochila a la espalda, la gorra sobre las orejas, las manos entre los pliegues de la casaca gruesa, nada de eso importa, el viento húmedo recorre la calle, la recorre despacio, y se ríe de tus ropas y tus abrigos, en tu cara, se burla de tu juventud, de tus bríos, pasan las horas y se almacena mas y mas humedad fría. Comienzo sentado, luego, semihechado, las nalgas sienten el duro suelo, uno debe acomodarse, evitar la incomodidad, poco a poco, me voy echando, de repente, me siento cómodo ante todo, y se, que he triunfado ante la adversidad, que ya no me importa donde este, podré adaptarme, una sonrisa cruel nace de mis labios fríos. Me empiezo a dormir, por fin, ya puedo descansar.... 5:46 AM. ¡Vamos despierten, salgan del lugar!
1 comentario
pilaR -
He recordado de ti Y te vengo a visitar a tu blog =). Ja jaja!
Loco demente, freak!
Leí esta entrada, me encantó.
Cuida de ti, como siempre.
Con afecto Tu amiga Pili
^^,