El partido que cambió el baloncesto...(gracias a fogonazos)
A principios de 1961, la pequeña Universidad de Texas-El Paso contrata a un antiguo entrenador de chicas y le pide que se haga cargo del equipo principal. Aunque los directivos le sugieren que se limite a entrenar, para entonces el joven Don Haskins ya tiene en mente un atrevido plan. Con un presupuesto que no le da ni para fichar, él y su ayudante marchan a los suburbios de Indiana y Nueva York en busca de jugadores negros que los grandes equipos no quieren aceptar.
A mediados de la década de los 60, en plena lucha contra la segregación racial, los prejuicios contra los jugadores negros siguen siendo enormes; a pesar de que algunos son grandes estrellas, la mayoría les considera indisciplinados e incapaces de jugar en equipo. De ellos se dice que “saltan muy bien pero no piensan”, o que “no soportan la presión”. La liga universitaria es monopolizada por frías formaciones de blancos como Duke o Kentucky, equipos sometidos a una férrea disciplina y en cuyo juego no cabe la palabra imaginación. El baloncesto es una cosa seria y sin florituras, cualquier adorno es considerado una muestra de inmadurez e inseguridad.
Unos meses después de su llegada, Haskins conforma su equipo con siete jugadores negros y cinco blancos, lo que en Texas supone poco menos que una provocación. Sin embargo, para sorpresa de todos, los jugadores de los Western Miners van dejando atrás a sus rivales partido tras partido, combinando la disciplina del entrenador con jugadas de pura creación. El nivel de juego es tal, que la noche del 19 de marzo de 1966 se plantan en la mismísima final de la NCAA.
Harto de las presiones recibidas durante varias temporadas, Haskins toma la decisión de sacar a la pista un quinteto titular íntegramente formado por negros, un hecho inédito hasta entonces en la historia de la NCAA. Periodistas y espectadores no salen de su asombro y el partido, aunque nadie lo menciona, empieza a cobrar una nueva significación: los cinco jugadores negros de los Miners se enfrentan a los cinco jugadores blancos de los Kentucky Wildcats, el equipo dirigido por el mítico Adolph Rupp, que se niega a incorporar jugadores de color.
“Solo puse a los mejores hombres para ganar" – diría Haskins años después quitándose importancia. Sobre aquel partido se ha dicho que cambió la historia del baloncesto, que fue – en palabras de Pat Riley – el acta de emancipación racial de 1966. Lo cierto es que los Miners se impusieron a los Wildcats por 72-65, y el baloncesto dejó der ser, para siempre, un aburrido deporte blanco y cerebral.
POSDATA SUPAY: jejeje, ahora son rarisimos los equipos de la NBA que tengan mas de un blanco por equipo, llamalo justicia divina o ironias del destino, jodanse racistas de mierda :)
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