Ehud Barak, Ministro de Defensa de Israel, intentó que no llegara al público el informe realizado por el brigadier general Baruch Spiegel durante los últimos dos años sobre la situación actual de los asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén Oriental. Argumentó que “dañaría la relaciones internacionales” de su país.
Un informe demoledor, que muestra la realidad en ese magro 22% de territorio que a los palestinos les quedó del antiguo protectorado británico, y que el periódico Haaretz desveló el pasado domingo:
“En la vasta mayoría de los asentamientos - cerca del 75% - la construcción, a veces a gran escala, fue llevada a cabo sin los permisos apropiados o en contravención de los permisos que se habían dado. La base de datos muestra también que, en más de 30 asentamientos, la construcción de edificios e infraestructuras – rutas, escuelas, sinagogas y hasta estaciones de policía – fueron realizadas en tierras que pertenecen a los palestinos”.
Un informe que documenta el andamiaje de corrupción que ha permitido la creación de estos asentamientos, así como la sistemática y violenta expulsión de los palestinos por parte de las fuerzas militares de ocupación y de los colonos.
Un informe que demuestra lo que ya ocurrió en los años noventa: mientras los líderes israelíes hablaban de paz con sus pares palestinos y de cara a la comunidad internacional, la ocupación crecía.
Sólo en el año 2008, al tiempo en que Ehud Olmert estrechaba la mano a Mahmud Abas, las colonias en territorio palestino aumentaban un 60% en relación a 2007. Se calcula que en estos momentos suman 300 mil los israelíes que viven en zonas que, según el Derecho Internacional, no les pertenecen.
Más territorios, menos seguridad
Mientras mayor sea el número de colonos israelíes en Cisjordania y Jerusalén Oriental, más difícil será la botadura de un Estado palestino viable, que brinde cierta estabilidad a la región y que termine con 41 años de ocupación.
Más colonos equivalen a una mayor política represiva por parte de Israel como la que ha estado aplicando hasta el momento a través de encarcelamientos masivos, torturas, vejaciones, ataques contra civiles, puestos de control, muros y vallas, y que la ONU ha equiparado al régimen del apartheid.
Y por más que los defensores de la actual política de Israel se rasguen las vestiduras para justificar lo injustificable, presionen a gobiernos y medios de comunicación para que se adhieran sin críticas al actual estado de cosas, y hagan todo lo posible por presentar a los palestinos bajo la peor luz posible, para tratar de quitar legitimidad a sus ansias de libertad, la verdad es la que señala el informe: nada se ha avanzado en el desmantelamiento de los asentamientos.
Otra vez parece quedar claro que los anhelos expansionistas de Israel pueden más que sus deseos de seguridad.
El analista judío Daniel Levy, lo explica de la siguiente manera en su último artículo: "En el papel, el gobierno siempre habla de paz. Pero en el terreno, sin embargo, las acciones del gobierno sólo expanden la infraestructura de la ocupación y los asentamientos. Cuando se trata de paz y territorios, los líderes israelíes sólo son expertos en una cosa: posponer decisiones".
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