Tardamos casi un mes en encontrar los contactos y el momento exacto para colarnos en los pasajes subterráneos. Hamás no controlaba aún la franja, por lo que los túneles, menores en dimensiones que los actuales, se movían con la más absoluta discreción.
Aquella asfixiante experiencia – por ponerle un calificativo, entre los tantos que merecería -, despertó nuestro interés por el destacado rol que no pocos túneles han cumplido en la guerra.
Desde el asedio romano de Veyes del 396 A. C., que Tito Livio describe en Ab urbe condita; pasando por el sitio de Petersburg, Virginia, en 1864; hasta llegar a la Segunda Guerra Mundial, Corea, Vietnam, Afganistán y Líbano.
Nuestro reciente paso por Sarajevo no podía soslayar la existencia de aquel túnel que entre 1992 y 1995 fue la principal vía de subsistencia de una ciudad sitiada desde las colinas adyacentes y suburbios como Ilidza, Hadzici, Vogosca, Ilijas y Grbavica por las fuerzas pro serbias de Ratko Mladic y Radovan Karadić.
Del túnel hoy sólo queda la entrada y un breve fragmento que, a pesar de haberse convertido en museo, no es poco lo que dicen del sitio de Sarajevo, el más largo en la historia de la guerra moderna.
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