La jaula dorada de Stalin - la Casa del Dique (Дом на Набережной) ...gracias a http://sovietrussia.es/
En 1931 se inauguró en pleno centro de Moscú el complejo residencial más grande y moderno de Europa. Equipado con todo lujo de instalaciones y servicios, se podría decir que era una ciudad dentro de otra. Los destinatarios de sus exclusivos apartamentos serían los más destacados miembros de la élite soviética. Pero lo que empezó siendo un sueño acabaría en pesadilla: en pocos años una tercera parte de sus residentes caerían víctimas de las purgas de Stalin, convirtiendo el edificio en todo un símbolo de ese oscuro período de represión.
Vista actual del edificio
Cómo empezó todo
A finales de los años 20, en Moscú se concentraban militantes comunistas venidos de todas partes de la URSS y del extranjero. La ciudad hervía de actividad y la gente se hacinaba en pensiones, comunas y cualquier sitio habitable. La élite soviética no escapaba de esta sobrepoblación y se agolpaba en edificios de apartamentos, hoteles o el mismo Kremlin, donde vivían cerca de 1.300 personas.
A raíz de esta situación, en 1927 se decidió construir un edificio de apartamentos para acoger en buenas condiciones las figuras más destacadas del régimen: desde líderes del partido a mandos militares, pasando por escritores o ingenieros. La ubicación escogida sería la isla situada enfrente del Kremlin. El sitio era a la vez funcional, por su proximidad con todos los edificios oficiales, y privilegiado, por su inmejorable situación en el río Moskva.
El arquitecto designado para su construcción sería Boris Iofan, quien podría ser considerado como el arquitecto de Stalin, ya que años más tarde sería elegido por orden personal de éste como responsable de la construcción del Palacio de los Sóviets, edificio insignia de la monumental metrópoli con la que soñaba el dictador.
El Palacio de los Sóviets
Precisamente, el complejo residencial, conocido popularmente cómo la Casa del Dique (Дом на Набережной), se encuentra delante del emplazamiento asignado al colosal palacio, dónde actualmente se erige de nuevo la Catedral del Cristo Salvador, después de haber sido dinamitada en 1931 y convertida en la piscina más grande del mundo cuando se cancelaron las obras del palacio [ver mapa].
Del sueño…
En la construcción de la Casa del Dique no se escatimaron recursos, alcanzando un coste final de 14 millones de rublos. El único sacrificio que se hizo respecto el proyecto original fue la fachada de granito rosáceo, por estimarse demasiado costosa así como – sobre todo – para salvar las apariencias (semejante edificio no es que fuera muy acorde a los principios bolcheviques).
Los 505 apartamentos del complejo disponían de los mejores equipamientos imaginables en esa época: fogones de gas, agua caliente, teléfono, receptor de radio, gramófono, muebles de roble… Todos los enseres eran proporcionados por la administración del Kremlin, quien mantenía un escrupuloso inventario y recaudaba un pequeño importe mensual en concepto de alquiler.
En cuanto a servicios, el edificio disponía de todo lo imaginable: banco, lavandería, escuela, centro médico, supermercado, gimnasio, cine, jardín, oficina de correos… todo en exclusiva para los vecinos. Además, cada familia contaba con su propia asistenta y no tenía necesidad alguna de cocinar, ya que recibían unos cupones intercambiables por comida preparada.
En 1932, cuando el edificio quedó plenamente ocupado, el número total de residentes era de 2.745 personas. Algunos de los vecinos más ilustres que tuvo la casa fueron: Nikita Jruschov (Presidente de la URSS entre 1953 y 1964), Georgi Zhúkov (Mariscal que lideró la victoria en la Segunda Guerra Mundial), Nikolai Bukharin (líder bolchevique), Artem Mikoyan (creador de los aviones MiG), Vassily Stalin (hijo del dictador) o su propio arquitecto, Boris Iofan.
…a la pesadilla
Pero este oasis de privilegios no quedó libre del lado oscuro de la dictadura de Stalin: en cada escalera había un conserje que guardaba las llaves de todos los pisos y vigilaba los movimientos de los vecinos. Cualquier entrada o salida de personas y bienes era registrada. Por ejemplo, algo tan trivial como regalar un trozo de pastel a un familiar debía ir acompañado de su notificación escrita y sello correspondiente.
El control por parte del NKVD (precursor del KGB) era tal que se dice que los finos tabiques del edificio fueron construidos adrede, para permitir realizar escuchas con los rudimentarios métodos de la época. Curiosamente, el único piso insonorizado era el ocupado por Vassily Stalin, un apasionado de la música Jazz.
Si desde un principio la casa había estado sometida a una estrecha vigilancia, con el aumento del afán de poder de Stalin se convertiría en el epicentro de la represión política de la segunda mitad de los años 30. El punto álgido llegaría con la conocida cómo Gran Purga, que, entre los años 1936 y 1938, acabaría con más de un millón de personas muertas (ejecutadas o torturadas) y 2 millones de condenados a trabajos forzosos en gulags (a día de hoy las estimaciones del número de víctimas siguen siendo inexactas, hasta el punto que se considera que las cifras podrían llegar a ser dos veces y media superiores).
Durante esos años de terror la Casa del Dique sufrió a diario las visitas de los agentes del NKVD, quienes irrumpían de noche en los apartamentos para llevarse los designados por Stalin, mientras éste podía observar la escena desde la otra orilla. Su destino era los sótanos de la central del NKVD en la Plaza Lubianka, de dónde no solía haber otra salida que una ejecución sumaria o una condena a trabajos forzosos en Siberia.
Lubianka, sede central del NKVD, KGB i actual FSB
El mismo sistema que habían contribuido a construir y que les había encumbrado se convirtió en una trampa mortal de la que no pudieron escapar: el balance de víctimas de la Casa del Dique superaría las 800 personas, entre ejecuciones (unas 250), suicidios, torturas, condenas a gulags y niños enviados a orfanatos. Después de la Gran Purga más de 200 pisos quedaron vacíos.
Hoy en día, el recuerdo de esa represión y de lo que fue la Casa del Dique se mantiene vivo gracias a un pequeño museo de dos habitaciones, que recrea como fueron los pisos y muestra algunas fotos y documentos de sus antiguos habitantes, junto con un espeluznante listado de víctimas. Además, a lo largo de la fachada cuelgan varias placas conmemorativas:
Bajo el gélido color gris de la fachada todo ha cambiado y son muy pocos los vecinos actuales que vivieron la época soviética del edificio. Lo que antes fueron dependencias del complejo ahora son supermercados, oficinas, el teatro Estrada o el cine Udarnik, el más conocido de la ciudad. Los pisos han ido siendo ocupados por nuevos ricos o extranjeros capaces de asumir su elevado coste, orgullosos de poder decir que viven en la casa que durante tanto tiempo se identificó con la élite.
Esperemos que esta misma cotidianidad que ahora se respira en la Casa del Dique no acabe con el recuerdo de lo que fue uno de los regímenes más crueles de la historia.
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