05 enero 2012  Como ya hemos escrito en estas páginas en varias ocasiones, la  guerra tradicional, entre estados y ejércitos profesionales, pertenece  al pasado. De hecho, de los diez conflictos que en 2011 provocaron más de 1.000 muertos, ninguno responde a estas características.
 La violencia en el siglo XXI pasa por aquellos territorios donde los  gobiernos apenas ejercen su poder y grupos terroristas, insurgentes o  simplemente delictivos campan a sus anchas. Enfrentamientos armados de  lógica difusa, sin frentes, donde la peor parte se la llevan los  civiles.
 
Soldado ugandés en el frente norte de Mogadiscio, Somalia. Septiembre 2011. Foto: HERNÁN ZIN
En las próximas entradas repasaremos uno a uno estos diez conflictos,  su evolución a lo largo del 2011 y sus perspectivas para 2012.
 Algunos de los cuales hemos narrado desde el terreno en estas páginas como Somalia, Afganistán o Sudán, y otros de nuevo cuño, provocados por las legítimas ansias de libertad y democracia, como Yemen, Libia o Siria.
 Una lista de diez guerras que, en número de muertos, encabeza México con 12.539 asesinatos relacionados con las drogas en 2011. Un aumento del 6,3% con respecto a 2010.
 Luego viene Afganistán. Y después Irak.  Aunque la prensa ya casi no les dedique titulares, lo cierto es que  4.063 civiles murieron el pasado año en la nación del Tigris y el  Éufrates, que empieza el 2012 con apenas 200 soldados de EEUU en su  territorio (los encargados de velar por la seguridad de la embajada, en  la llamada Zona Verde de Bagdad).
 Pakistán y Colombia cierran este  listado al que debemos sumar una veintena de conflictos de larga  duración si queremos realizar una radiografía más exhaustiva de la  violencia en nuestro mundo.
 Entre estos últimos, que no han superado el millar de muertos en 2011, el más antiguo es el de Corea del Norte y del Sur, seguido por las luchas internas en Birmania, y luego la respuesta a la ocupación de Palestina.
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   29 diciembre 2011  Hace poco me invitaron a asistir a una conferencia en la que una  serie de periodistas africanos congregados en Madrid iban a “criticar”  la labor informativa que en España realizamos sobre este continente. El  título tenía un deje literario: “Si hablas de nosotros”.
 
Un  periodista somalí identifica el cuerpo de su compañero, Abdisalan Sheik  Hassan, asesinado el 18 de diciembre en Mogadiscio. Foto: AP
No asistí porque me pareció una iniciativa lastrada por cierto  buenismo, por esa suerte de discriminación positiva que al final  consigue todo lo contrario de lo que se propone: señalar, resaltar, dar  una consideración especial, a determinado colectivo al tiempo en que  proclama querer tratarlo con normalidad y en condiciones de igualdad.
 ¿Por qué me iba interesar “especialmente” la opinión de un periodista  africano sobre mi trabajo?  Me interesa lo mismo que la opinión de un  camboyano cuando hago un reportaje sobre Camboya o que un brasilero  cuando hablo de Brasil.
 Y sólo si el periodista conoce en profundidad el tema, es un buen  profesional y gozamos de confianza. En general, lo que me importa es el  juicio y la mirada de las personas cuyas historias estoy contando.
 Trabajo codo a codo 
 Además hay otra consideración importante: no sólo los españoles que  están ahora en la zona en la que habitualmente me muevo, el Cuerno de  África, realizan una magnífica labor, cargada de matices– hablo de  jóvenes como Eduardo Molano y José María Calatayud que viven en Nairobi  -, sino que nuestro trabajo sería casi imposible sin la colaboración de  los periodistas locales.
 Esos periodistas locales que tantas veces comparten con nosotros sus  agendas; que nos explican quién es quién y por qué intereses reales se  mueve; que muchas veces nos hacen de traductores y guías. Lo queramos o  no, la mirada del reportero autóctono casi siempre está.
 Por otra parte, en este mundo cada día más interrelacionado, buena  parte de la información de las grandes agencia internacionales ya la  realizan los propios periodistas del lugar. Somalia, destino habitual de  este blog, es uno de esos países en el que los ojos que cuentan la  noticia son autóctonos salvo reportajes puntuales como Los señores de la  guerra.
 Otro año de violencia
 En no pocas ocasiones he escrito sobre estos profesionales y los  riesgos que corren. Nosotros nos vamos; ellos se quedan. Son fáciles de  localizar. Y desarrollan su labor en sitios donde la ausencia del  Estado, o la perversión y corrupción del mismo, los coloca en una  situación de extrema vulnerabilidad.
 Recordemos por ejemplo a Didace Namujimbo, de Radio Okapi, que fue  quien nos orientó en 2008, durante nuestro primer desembarco en la  República Democrática del Congo. Apenas tres meses más tarde, hombres  armados lo asesinaron en la puerta de su casa en Bukavu. Era así el segundo reportero de la emisora en perder la vida. Meses antes habían matado a Serge Maheshe.
 Otro año más, en los informes sobre el número de profesionales  muertos de la información, los periodistas como Didace encabezan la  lista. En total, según Reporteros Sin Fronteras, han muerto 66  periodistas (un 16% más que los 57 de 2010). Pero más nos importa el análisis del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ),  que profundiza en el perfil de los 45 reporteros asesinados por causas  ya comprobadas y relacionadas con el ejercicio de su trabajo.
 El 84% de los muertos fueron compañeros locales, contra un 16% de  extranjeros. Más allá de los lugares comunes, lo cierto es que el 60%  perdió la vida mientras cubría noticias políticas, y apenas el 20% en  conflictos armados. Un 33% era freelance. Un 98% eran hombres. Y el 100%  de los casos, atención, ha quedado impune. Pakistán, Irak, Libia y  México son los lugares más peligrosos para ejercer este oficio.
 De Tanzania a Somalia
 Dos de los periodistas locales con los que he trabajado este año han  sufrido agresiones. Frederick Katulanda en la ciudad de Mwanza,  Tanzania, al que le dieron una paliza por investigar un caso de corrupción en el gobierno local.  Y más recientemente Abdi Aziz Mohamed, conocido como “África”, un  periodista nacido en la capital somalí. En varias ocasiones, Al Shabab  puso precio a la cabeza de este reportero de Radio Mogadiscio que casi  no abandona la emisora por miedo a lo que le pueda pasar.
 Justamente el último periodista asesinato de un periodista este año tuvo lugar en Somalia. Abdisalan Sheikh Hassan,  colaborador freelance de la cadena Horn TV, recibió un disparo en la  cabeza mientras viajaba con su coche por Mogadiscio, a plena luz del  día. Al parecer, a raíz de la cobertura que realizado de una muy tensa  cesión del Parlamento de Transición, había comenzado a recibir llamadas  de amenaza.
 Y esa es la causa de la mayor muerte de periodistas en el mundo. No  la guerra como podría parecer. Sino cuando interfieren con los negocios  turbios de algún poderoso local.
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  Última semana de 2011. Momento de balance y cierre de cuentas de un año que nos ha dejado no pocas lecciones.
 Entre otras, que los mercados premian por sobre todas las cosas que  se imprima dinero. Les gusta que los bancos centrales den a la máquina  de fabricar billete más que a un tonto un euro. Ya no nos queda duda, lo  importante es saber que se va a recuperar la inversión, sea como sea.
 
Periodistas  somalíes posan junto al cuerpo sin vida de Abdisalan Sheikh Hasan,  reportero asesinado en Mogadiscio el 18 de diciembre. Foto: Reuters.
También hemos descubierto que los periodistas somos capaces de  repetir un mismo titular semana tras semana, sin matices ni rubor, hasta  el paroxismo del tedio y la predictibilidad. Un estudio independiente  señala que, sólo en España, la frase “El euro se juega su futuro”  encabezó 2.220.342 artículos a lo largo del año.
 Ahora parece que el titular “Estamos en recesión” seguirá por la  misma senda, y hasta es posible que rompa el récord del anterior. Porque  esa es otra de las enseñanzas que hemos recibido en 2011: si recortas  cientos de miles de millones de euros, entras en recesión.
 Suerte que ayer el nuevo ministro, Luis de Guindos, vino y lo confirmó.  De otro modo, nunca lo hubiésemos imaginado. Supongo que es lo que  tiene ser economista, y contar con Aznar, aunque sea en la sombra. Sí,  el otro presidente que tampoco se animó a meterle mano a la burbuja  cuando todavía estábamos a tiempo.
 Revoluciones y televisiones
 Recordaremos al 2011 como el año del despertar árabe tras décadas de  sufrir el yugo de los dictadores mimados por Occidente. Según nos  muestra Egipto, no se trata de un movimiento lineal, sino que tiene  avances y retrocesos. Sucedió en la Revolución Francesa. Las fuerzas  conservadoras, mejor organizadas y con más práctica en la gestión del  poder, siempre intentan recuperar el terreno perdido.
 Sin embargo, a la larga la batalla está ganada. Una vez que el germen  de la libertad despunta en una sociedad es muy difícil que se vuelva  atrás. Como mucho, cuando ya tengan democracia, alguien vendrá y les  montará Telecinco y La Noria para tratar de atontarlos.
 Por cierto, ese es otro de los grandes titulares que nos deja la prensa esta semana: la cadena de Berlusconi es la más  sancionada por violar el espacio de protección infantil. La verdad, a  veces uno no entiende para qué lee periódicos si todo lo que te dicen ya  lo sabes: que estamos en recesión, que Telecinco no es exactamente una  televisión amiga del buen gusto ni del diálogo mesurado ni de los niños.
 Se va 2011. El año también de Fukushima, con la cobarde estampida en  avión de los occidentales que allí vivían. Bueno, no exactamente allí,  sino a cientos de kilómetros, pero parece que la histeria no entiende de  distancias ni tampoco los Ministerios de Asuntos Exteriores que gastan  graciosamente nuestro dinero en fletar aeronaves.
 El efecto de los cambios
 El año de la abrupta corrida de Dominique Strauss-Khan del FMI, de la  lucha contra la corrupción en India liderada por Anna Hazare, del ruido  sin furia del 15m y de la nunca ocurrida ocupación de Wall Street, del  asesinato de Bin Laden, de la salida de EEUU de Irak, del resplandor de  Brasil como sexta potencia mundial, del ingreso de Palestina en UNESCO,  de la muerte de Steve Jobs, del cierre de News of the World y del tartazo a Rupert Murdoch, del nacimiento de un nuevo país, Sudán del Sur, que seguimos desde el terreno paso a paso desde 2006 en este blog.
 El año en que la humanidad alcanzó la frontera de los 7.000 millones.  Frontera que parece anticipar un mundo nuevo en lo que se refiere a la  distribución geográfica de la riqueza, la información y las  oportunidades. Emergen China, India, Brasil, Turquía, mientras Europa y  EEUU están en claro retroceso.
 Un año convulso para la prensa. Durísimo para muchos compañeros de  profesión. Los eventos anteriormente descritos no han dejado de tener  impacto en lo que narramos, porque la prosperidad ha llegado a muchos  sitios sin la compañía de la libertad y la tolerancia, porque las  revoluciones y movimientos sociales han dejado a muchos profesionales de  la información en situación de extrema vulnerabilidad.
 Sobre esto iba a escribir ahora, del mismo modo en que lo hago a estas alturas cada año en Viaje a la guerra.  Pero como la introducción me ha quedado demasiado larga, lo haré en la  próxima entrada, que aún nos quedan algunas horas para el 31 de  diciembre.
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