El surf nació en el Perú y no en Hawaii ...gracias a http://blogs.diariovasco.com
La celebración estos últimos días del US Open en Huntington Beach, a una hora por carretera al sur de Los Ángeles, me ha hecho recordar las similitudes que existen entre su espigón de madera característico y el que existe en Huanchaco (Perú). Ninguna de las dos localidades se entendería sin su espigón. Es su imagen más característica.
Pero hay más. Huntington Beach y Huanchaco, a aproximadamente 1.000 kilómetros al norte de Lima y a 16 de Trujillo, son primas hermanas. Las dos viven de cara al mar, las dos explotan el surf como fuente de ingresos, con comercios, hoteles y escuelas de surf repartidas en primera línea de mar, y las dos celebran los campeonatos de surf más importantes de sus respectivos países. Hasta aquí nada distinto a otras muchas ciudades costeras.
Lo que hace especial a Huanchaco es que aquí nació el surf. Vamos, que las miles de personas que se arremolinan en las playas de Huntington Beach durante los días del US Open deberían saber que los surfistas que hoy pugnan por ganar este campeonato deben mucho a quienes en el siglo I entendieron que deslizarse por encima de las olas podía traer un cambio en sus vidas. Olvidad la leyenda que dice que el surf nació en Hawaii, en el siglo XVIII. Los primeros surfistas de la historia se sitúan en Perú.
Hoy estaríamos muy cerca de situar a los primeros surfistas de la historia en la cultura Moche, en el siglo I. Es, al menos, lo que se concluye tras la visita a la ciudad de Chan Chan, próxima a Huanchaco. Estamos ante la ciudad de abobe más grande construida en el mundo.
Os puedo asegurar que es impresionante. Pasear entre paredes de barro de diez metros de altura y más de dos de anchura es una experiencia que no se olvida. Pues bien, relieves encontrados bajo la arena de esta zona árida del norte del Perú demuestran que ya en esa etapa practicaban el arte de deslizarse sobre la superficie del agua. Lo hacían en caballitos de totora, un tipo de embarcación construida con tallos y hojas de totora y que está diseñado para transportar a un pescador con sus aparejos. Son los considerados como primeros surfistas de la historia. En Huanchaco todavía hoy se siguen elaborando a mano y todavía hoy siguen siendo imprescindibles para que sus pescadores puedan desarrollar su trabajo y, por ende, sus familias puedan subsistir. El lago Titicaca, la Isla de Pascua, y alguna localidad del continente africano son otros de los enclaves en los que todavía hoy existen embarcaciones similares que no iguales.
El proceso de creación de estas embarcaciones es artesanal, igual que las tablas de surf. Lo primero que hay que hacer es cortar con una hoz las hojas de totora que se cultivan en las zonas húmedas de alrededor de Huanchaco. A dos metros de profundidad, los pescadores cortan las hojas a ras del agua encharcada que han depositado las olas.
Las hojas ya cortadas se dejan secar durante alrededor de un mes -este tiempo varía en función de la estación del año-. Se necesitan alrededor de 25 kilogramos de totora para dar forma a los caballitos. La gran virtud de esta embarcación es que sólo se necesita cuerda o guangana para atar los hojas de totora. Cada caballito soporta el peso de un solo pescador que se impulsará con un remo.
Cuando se cortan suficientes juncos se hacen cuatro fardos, dos más grandes llamados madres y otros dos más pequeños conocidos como hijos. Cada madre se abre por la mitad y sobre ella se coloca uno de los hijos. Falta anudar y ya se puede llevar al agua. En total, una hora de trabajo.
Ver a los pescadores cómo surfean las olas cuando vuelven de pescar en zonas más profundas es un espectáculo sin igual. Tuve la oportunidad de montar en uno de los caballitos y os puedo asegurar que cuesta horrores desplazarse por el agua porque el peso del caballito no tiene nada que ver a las tablas de foam que utilizamos hoy. Los caballitos cogen cada vez más peso por efecto del agua y de hecho hay que renovarlos cada cinco meses aproximadamente. Esos caballitos jubilados se utilizarán para, una vez desbrozados, amurallar las plantaciones expuestas al viento y el agua del mar. Uno de estos caballitos está expuesto en el Museo Naval de Madrid.
Así que cuando veía al australiano Julian Wilson alzarse con la victoria ante un público entregado en la playas de California, con el espigón de madera a su espalda, me ha venido a la mente el recuerdo de Huanchaco y sus humildes pescadores. A éstos, os podéis imaginar, que les suena a chino la industria del surf que se mueve en Huntington Beach. Tampoco conocen a Kelly Slater. Ellos saben que deben madrugar para salir a faenar en sus caballitos de totora porque si no lo hacen sus familias tienen más difícil llenar el estómago.
En Huntington Beach todo –o casi todo- es artificial. El dólar manda. Los comercios, los mismos que marcan tendencia en el mundo del surf, invaden las aceras con sus tenderetes en busca de los angelinos que se acercan en verano. En Huanchaco la vida pasa despacio. Es un placer sentarse en cualquiera de sus terrazas viendo cómo rompe la que para quien esto escribe es la mejor derecha que ha visto nunca en directo. Porque la olas en Huanchaco están garantizadas. Y si no es aquí en cualquiera de las rompientes de alrededor. Especialmente en Chicama, la que dicen es la izquierda más larga del mundo. Perú es un destino por explotar en el mundo del surf.
Os dejo un vídeo explicativo que he encontrado por internet.
PD. Estos días estoy de descanso pero me tenéis aquí. Cualquier duda o sugerencia ya sabéis.
Twitter: @AlvaroVicenteSS y #Rompeolas
0 comentarios