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SUPAY-666

Antes del plástico se usaba sangre para los objetos comunes, la historia del Hemacite ...gracias a http://www.alpoma.net/tecob/

Saltemos en el tiempo y en el espacio, vamos a visitar un lugar con cierto encanto decadente. Hemos llegado a una mansión construida al modo victoriano, nos hallamos en la costa este de los Estados Unidos a principios del siglo XX.

En el interior de la gran casa, decorada con todo tipo de cuadros, tapices y objetos hasta convertir cada pasillo en un pastiche multicolor, seguramente nos llamarán la atención gran número de detalles. Uno de ellos son los pomos de las puertas, bellamente decorados con intrincados surcos. Al tacto son suaves, podría decirse que hasta cálidos, tienen algo especial que recuerda al plástico, pero a la vez podríamos pensar que es madera.

Viajemos otra vez en el tiempo, con el reloj hacia el futuro a toda máquina. Llegamos a la misma mansión, se ha convertido en un museo, en ella vivió cierto personaje de importancia un siglo atrás. Es el mes de diciembre de 2011, visitamos nuevamente los mismos pasillos, guiados por una solícita historiadora local. Otra vez, muchos detalles nos atraen, pero son precisamente esos pomos los que salen a nuestro encuentro con más brillo. Muchos objetos en el interior del caserón han cambiado de lugar, algunos han envejecido con claridad, pero esos pomos siguen como un siglo atrás. Y no, ni están fabricados con madera ni son de plástico. Fueron instalados en una época en la que un nuevo nombre sonaba por doquier. ¡Baquelita! Sí, el más famoso de los primeros plásticos comerciales estaba a punto de comerse el mundo, y pronto surgieron aparatos de radio fabricados con baquelita, objetos decorativos de baquelita y, por supuesto, pomos de puerta de baquelita. Pero algo no encaja, al parecer, los pomos que nos llaman la atención datan de la década de 1880, cuando no se vendían objetos de plástico. ¿Cómo es posible?

Lo es, porque no se trata de baquelita, ni de plástico en el sentido en el que generalmente lo consideramos. Nada de eso, son pomos fabricados con… ¡sangre! Los nuevos plásticos acabaron con los objetos realizados con sangre a principios del siglo XX, pero durante las décadas finales del XIX un material se convirtió en codiciado objeto de deseo a la hora de servir de base para dar forma a objetos de todo tipo, como si de plástico se tratara. Era barato, sencillo de fabricar y, además, al tacto era muy agradable. ¿Qué más se podía pedir?

hemacite

Se trataba del hemacite, una substancia patentada en 1877 en Estados Unidos por el doctor William H. Dibble, de Nueva Jersey, mejorando otras patentes anteriores sobre materiales similares. Su invento tuvo tanto éxito que sirvió como materia prima a numerosas actividades comerciales y a una fábrica de gran tamaño. ¿He dicho sangre? Pues sí, la sangre procedente de mataderos industriales era un gran problema porque del resto de las piezas animales se aprovechaba prácticamente todo, incluso los huesos servían para extraer fósforo, pero la sangre daba muchos dolores de cabeza. A lo largo de los siglos la sangre animal se había empleado incluso para crear una especie de cemento para construir edificios, pero fue el hemacite de Dibble el producto de mayor éxito basado en la sangre. Reinó en el último cuarto del siglo XIX sin competencia alguna, si acaso ciertas maderas baratas podían hacerle algo de sombra, hasta que llegaron los plásticos modernos y acabaron con su suerte. Hoy casi nadie se acuerda del hemacite, que se fabricaba prensando serrín con sangre animal y un aglutinante, dando lugar a un material con el que se fabricaba de todo, desde los mencionados pomos para puertas, hasta ruedas para patines o teclas de máquinas registradoras. Mucho de lo que hoy se fabrica con plástico, era facturado entonces con sangre siguiendo la fórmula de Dibble.


Más información: Paul Collins. “At Death’s Doorknob”. Cabinet Magazine Nº9, 2002.
Imagen: Publicidad de pomos de puerta fabricados con hemacite de Dibble.

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