El falso discurso a favor de la unión civil gay - El matrimonio no es un derecho concedido por el Estado ni otorga mayores derechos a nadie. El tema realmente no pasa por más derechos (Por que estoy en contra de estos matrimonios) ...gracias a http://elmulonario.lamula.pe/
Luego de leer algunos artículos a favor de la unión civil de homosexuales, escritos por abogados, me queda claro que todo lo que hay es un artificio retórico construido a base de ideología jurídica y moda cultural. Tanto así que la mejor defensa de la ley es un principio jurídico de igualdad, pero esto después de hacernos creer que el matrimonio es una fiesta con una gran torta de derechos a la que no han sido invitados los gays. Más allá de este artificio engañoso no hay nada. Tales abogados han convertido el matrimonio en una fuente mitológica de la que brotan abundantes derechos. Luego equiparan a las parejas homosexuales y heterosexuales bajo la lupa de la ley y claman por igualarlas en derechos. Todo ello es un truco retórico de abogado litigante que defiende causas absurdas ante un jurado torpe.
Para empezar yo no sabía que el matrimonio era una fuente maravillosa de derechos. Ahora resulta que uno va a casarse y sale con los bolsillos llenos de derechos. ¿Es esto cierto?
La idea que los abogados pintan del matrimonio es que se trata de una especie de programa social creado por el gobierno y al que se le ha negado el ingreso a los homosexuales. Visto así es claro que se trata de una discriminación. Pero esta perspectiva es falsa y maniquea. El matrimonio no ha sido creado por el Estado. Es una muy antigua institución social de origen natural que los modernos estados han visto conveniente regular, debido a su gravitación como origen de la familia y nucleo social formativo. No se puede decir pues que se ha excluido a los homosexuales de los "derechos" del matrimonio. ¿Cuáles derechos? Lo que el matrimonio tiene son obligaciones, especialmente con los hijos.
Si el Estado benefactor concedió alguna vez determinados "derechos" a las parejas unidas en matrimonio, hace tiempo que estas dejaron de ser exclusivas del matrimonio, pues han sido extendidas a los convivientes. Pero en realidad no existen tales "derechos". Lo que hay es simplemente una regulación que procura manejar las cosas en perspectiva de familia. Lo que el Estado busca proteger es, en última instancia, a la familia y, en especial a los hijos menores, ya sea con matrimonio o sin él. Eso es todo.
Pero la cantaleta pro gay nos pinta el matrimonio como si fuese una feria de derechos, una especie de Mistura gratuita a la que se le ha negado cruelmente el ingreso a los homosexuales. Este argumento es falso y lamentable. Nadie gana un solo derecho al casarse. Ni uno solo. Y si hubiera alguna ventaja o facilidad que se haya establecido, se puede extender a todas las personas sin matrimonio modificando leyes como el de la herencia. Así de simple.
En resumen, los defensores del desaguisado pro gay nos engañan. Su andamiaje retórico solo tiene dos patas: la igualdad y los derechos. Ya demostramos que del matrimonio nadie obtiene derechos sino obligaciones y regulaciones de familia. Así que ni los homosexuales ni los solteros se están perdiendo nada en realidad. Eso debe quedar claro.
El segundo punto, la igualdad, cae en consecuencia porque no cabe aplicarlo frente a algo que no es una creación del Estado, ni un programa social, ni una feria de derechos. No hay nada que los homosexuales no puedan obtener libremente sin necesidad de asentar su unión en un registro civil. Por tanto carece de sentido. Incluso el matrimonio heterosexual ya carece de sentido, como se ha explicado. A todas luces se trata de un capricho, una moda cultural a la que son tan afectos ciertos intelectuales snobs.
Cuando me preguntan por qué me opongo les digo simplemente que no veo la necesidad. En principio me opongo a cualquier ley. En especial si pretenden regular la vida de las personas. Las leyes deben ocuparse del propio Estado, sus instituciones, funciones y personas jurídicas. No deberían meterse con la vida de las personas. Eso por principio. Y ese sí que es un principio liberal. Tendría que demostrarse una necesidad real bien diagnosticada para admitir una ley que se inmiscuya en la vida de las personas. Y esta ley tendría que dar una solución realista. Ya es tiempo de detener esta costumbre aberrante y huachafa de andar haciendo leyes poseras e inútiles que solo complican la existencia, como el mamarracho legal anti bullying, la ley contra la comida chatarra o la ley de promoción de alguna cosa maravillosa, como la música nacional. Basta de cojudeces. Todas las leyes significan un costo para el Estado y mayores enredos en la vida de la sociedad.
Lo que me causa gracia es que entre quienes defienden y rechazan el matrimonio gay están dos frentes que se confrontan con pura ideología: los juristas y los religiosos. Cada uno defiende su doctrina y se basa en sus textos sagrados, unos en la Biblia y los otros en la Constitución. La verdad es que en ambos frentes hay más fanatismo ideológico que realismo. Los abogados, ciegos en su doctrina, hacen afirmaciones absurdas como que las parejas homosexuales y heterosexuales son iguales. No creo que haga falta detallar las diferencias. Las leyes bien hechas tienen que discriminar a las personas por su realidad, como por ejemplo, para distinguir menores de edad o ciertas condiciones naturales para determinar la edad mínima del matrimonio. Al parecer el fanatismo igualitario ha dejado ciegos a muchos militantes del derecho.
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