Un cafe en Saint-Germain-des-Prés... (version en remodelacion)
Estoy sentado al lado de las amplias ventanas tratando de captar un poco del sol otoñal frances, otoño frio, de hojas amarillas y rojas en los arboles cayendo como una lluvia de materia muerta. La cafetería es maravillosamente vieja, Les Deux Magots, ahora el municipio de Paris se esfuerza en remodelar, pintar y publicitar todas estas viejísimas cafeterías y tabernas. El resultado es bueno, la gastada madera brilla ante el poco sol que se cuela por la tarde, el laqueado, los banderines, las tacitas blancas y azules sonando alegremente. El mesero me dice que mi lugar fue uno donde gustaba Hemingway sentarse a conversar con una nube de admiradores, amigos, periodistas, mas alla esta la de Rimbaud y Mallarme, cerca a la barra la mesa de Andre Breton y Sartre, cerca a la puerta y al sol, la de Picasso. La maquina italiana de café con su águila de bronce, el rumor de los pies y el cuchicheo alegre de los turistas, pido un café, unos rollos de canela, observo la repetitiva escena, esperando aburrido a una muchacha que tarda, la puerta de salida esta pintada de rojo carmín. Los faroles de la Saint-Germain-des-Prés están mirando hacia abajo, pensado en el peso de sus dorados decorados, de los turistas que se cuelgan de sus lados, de las hojas de la tarde en medio de la anciana avenida. La mezcla de los variados y diferentes imperios y reinados, un solo corazón en medio de todos los demás corazones, una calle y un café con su toldo verde amarillo. Un clochard camina lentamente, bamboleándose al son de una melopea, canta un vals antiguo de Edith Piaf en su lengua semidespierta, ebrio de recuerdos y alegrías pasadas. Voltea, me sonríe, se saca el sucio y gastado sombrero saludándome elegantemente, bebe un trago corto de una botella envuelta en el periódico de la mañana, voltea, se aleja cantando hasta que un diligente guardia se lo lleva lejos. Los clochards siempre me gustaron, los veía desde la gastada ventana de mi pequeña e incomoda habitación, llena de afiches y fotos de personas que están lejos. Pobres clochards, los mata el invierno, la indiferencia, el alcohol barato, la soledad, no son bien vistos ahora, luego de darle a la literatura, a las películas, a las noches, ese no se que de ebrios caminantes, de caballeros en desgracia, de Paris nocturno y arrabalero, desvalido en las noches frías, de solitarios parias elegantes, en la ciudad que un día los acuno con tanto cariño. Es hora de recapitular, las hostias que me ha dado el mundo, como Nacho Vegas suele cantar con su voz aguardientosa y bohemia, española y llena de saraos. Madrid de noche es como un dia soleado y de eterna fiesta, luces de neon alegres, locales llenos de humo y licores de colores, españolas lindisimas, con esa forma de hablar tan sensual, directa, impactante de las ibericas. Unas tapas en un local de mas 300 años, propiedad de un torero. Unos viejos fumando puros recuerdan a Franco, estan sentados en una mesa de un cafe madrileño donde estuve tratando de hacer un articulo para un diario el cual, me lo publico pero me pago una miseria. Les daba tres articulo diarios que me quitaban unas 10 horas del dia y la noche, solo recibian uno de ellos y a veces ni uno, pagaban por articulo, y pagaban poco, pero igual, Madrid es una ciudad cara para los que paran en tours y hoteles, para los que van como corderos a los paseos guiados, si te vas por los rincones, los mercados, las callejuelas llenas de niños y mujeres de cabellos sueltos, por las tabernas de barrio donde se grita por el Real Madrid y se bebe un buen y comodo vino, donde se come y se sonrie, se habla de toros, de la economia que no es como se esperaba, de la vida comun de las personas comunes, donde se aprende mas esa cosa llamada estar en Madrid, asi, asi es comodo, alegre, la vida pasa con solera, con toros y futbol, con marcha, rumba, y oleeee...! Espero aburrido, los camareros pasan y me ven comer a desgana las roscas de canela y beber el cafe que se va enfriando. Ella, mi tirana, es una muchacha algo primitiva, algo moderna, tierna y salvaje como una fresa de las que crecen libres por Montparnasse cuando viene la primavera, de labios pálidos que saben ponerse rojísimos al son de los besos y de piel semitransparente, de cabellos siempre oliendo a limpios y de manos pequeñísimas, como que caben las dos dentro de una de mis manos. Es su aspecto suave, dulce, infantil, delicado el que me asombra, el como esa mujercita crecio y crecio y me lleva de un lado a otro, como si yo fuera un titere roto. Los pasos del destino se enredan una y otra vez, ella me quito mi hombrio, me refiero a otra, una lejana, como una estrella a millones de kilometros que, aun alumbra nuestro camino... Pido otro cafe, uno arabe, con mucha azucar, fumo un Gitanes mientras estiro mis cansados pies en el piso impecable. Entra una mujer, alta, vestida de blanco, el cabello ondulado rojizo, la mirada feroz. Verla fue como un despertar del sueño donde estaba inmerso. Entra rápido, con seguridad, el cabello suelto y esponjado, vestida con una falda ligera, corta y liviana, alba al igual que el pequeño top que cubría sus senos libres (estaba sin brassiere, eso me fascina en una mujer), era, como decía el gran Monsieur Silueteé : Una mujer a la cual se le aprecie la figura aun con ropa, es pues, como si uno la viera desnuda, ósea una silueta (ya saben el origen de esa bonita palabra) y tiene razón, puedes ver como son sus formas y anidar en tu mente como lucirá si camina desnuda ante ti exhibiendo su piel brillante en la semi oscuridad de tu cuarto. La avenida avanza lánguida a mis pies, los árboles ebrios de noche y smog, trasudan su solemnidad decadente a través de la noche mustia de un sábado imposible. León nos aguanto hasta tarde en su casa, escuchamos a Nacho Vegas y a Bumbury mientras la fria cebada nacional nos animaba literariamente. El flaco Saldivar tomo su carro y el mío me dejo en algún lugar de la Av. Arequipa, camine a Wilson, movido por esa marea de cebada fría que nos mandamos entre los tres. En Wilson me detengo, la idea de recorrer a pie hasta Tacna con santa rosa me parece genial, hace un poco de frió, compro un cigarro fino a una señora gorda y vieja que lleva un sombrero chistoso y gastado. Aspiro el humo, veo las calles con sus árboles a los lados y sus noctámbulos acechándome. Siempre me parecieron interesantes las personas celosas, no interesantes como personas agradables y de personalidad atractiva, sino interesantes en la manera que un cientifico considera interesante un nueva especie, una mutacion de un virus o cuando un niño jugando en la tierra encuentra un bicho raro y lo observa fascinado por horas y horas, a ese tipo de interesante me refiero, el interes que puede producirnos el ver a alguien que hace algo poco comun, raro y estupido. Me acuerdo de Antonio, este encerraba a su mujer en casa, solo podia salír con el de noche o a veces de día, le ponía ropa amplia y fea, no la dejaba arreglarse. Ella paraba en casa sola con la empleada aburrida, esperando que su amado perro guardian regresara. Un día nos reunimos y salimos antes de la hora de salida (una escapadita) bebimos y comimos, bebimos de mas, y me dice para ir seguirla a su casa, llegamos antes de la hora habitual y el abrió la puerta despacio para sorprender a su tranquila y respetuosa esposa, la cual se retorcía en el sofá con un consolador doble bien unida a la empleada, desnudas y completamente entregadas a sus propios placeres. Se quedaron mudos los tres, yo empecé a reírme, una carcajada amplia y sonora, suena sádico, lo se, pero, deberían a ver estado en ese momento viéndolos. Disfrute del espectáculo múltiple, dos mujeres separándose de su mutua penetración, un hombre con la cara roja de ira, vergüenza, el rostro encendido convertido en una mascara desencajada y avejentada, con una expresión entre asesinar o irse a llorar a un rincón, yo, el ángel negro de la desilusión viendo todo lo que se sabia que ya iba a pasar, con un amplísimo y espectral TE LO DIJE en los labios. -Y luego, el beso se prolongo mientras su cuerpo se relajaba entre mis brazos, unía su vientre al mío, agitaba su pecho entre mis manos, se iba yendo sola hacia la cama y con sus ojos me llamaba hacia ella, en un cántico primitivo que se repite desde hace miles de años, pero que nunca termina de cansarnos, ella, mujer de cabellos incendiándose en la poca luz del cuarto barato de hotel, desconocida, emancipadora, libertadora de cadenas y opresiones, no se tu nombre, tus ropas blancas caen, tu pubis rojizo y húmedo, agitándose en la habitación, tus brazos extendidos, tu sonrisa diabólica y descarada, carnal, húmeda, reluciente de deseo y saliva. En ese vació frenético que nos deja y que nos atrae a estar con alguien a quien sabes que no quieres, pero que alivia las penas del alma, esa herida que la mujercita que deje en el café, llorando amargamente no pudo y no podría llenar, acaso el ocaso del acoso entre las piernas de esta mujer, de las mujeres que vengan y se vengan en mi, como yo también me vengo de ellas. -Antonio- ella me llama a la cama, dice mi nombre en su imperfecto castellano, en su deliciosa lengua del sur de Francia, en su saliva calida, en su pubis agitándose, en su mirada vacía. Ella esta alterada, nerviosisima, una gata encerrada en una jaula quemante. La cafeteria es demasiado pequeño para ella, su cabellera flamigera se mueve y cubre su rostro de ves en cuando, como una bandera roja de guerra hecha girones después de una batalla perdida. Ha pasado realmente media hora desde que empecé a ver el reloj, media hora desde que ya se hace insoportable la espera. Todo es culpa mía, recuerdo que antes yo era diferente. Al comenzar la relación, si bajas la cabeza y aceptas el yugo, será así por mucho tiempo. Se bien que no se podra cambiar la situación sin crear antes todo un problema. Ella sabe que me tiene cogido de las bolas y puede hacer lo que desee conmigo, lo cual, no es bueno. ¿Por que aceptamos esas situaciones?, bueno, en mi caso, ahora que tengo para pensar mientras llega la flaca, lo primero es la amplia soledad del que esta en un otro país, donde no hay familiares, amigos de antaño, lugares comunes. Puedes salir con alguien pero sientes un vació en tu pecho. La soledad es una mala compañera, ese aberrante aspecto de la naturaleza humana de no querer sentirse solo es el que nos lleva a aceptar relaciones suplicio, sabiendo que la única verdad es que sacrificamos nuestra felicidad a los deseos de otras personas por alcanzar esa malhada ecuanimidad que nuestro subconsciente nos reclama y que mansamente complacemos. Antonio, ¿donde estuviste? -Arequipa, pensando, de putas, emborrachándome, hecho un huevon, buscando a un abogado que hable poco y trabaje mucho, me divorcie. -Así, que fácil, pensé que eso demoraba. -No, ella estuvo de acuerdo, ella no se queda con nada, la amenace con el escándalo, hija de puta. -Y... ese día, que paso? -Eres una mierda, pregúntame como me va a mi, estuve destrozado, como un loco, de aquí a allá, y tu me preguntas solo la parte morbosa? -Vamos, cuenta, saca toda esa porquería, lo que paso paso. -Si, si, lo que pasó... Te fuiste, estaba hecho un diablo, ellas, asustadas, desnudas no sabían que hacer, daban vueltas tratando de cubrirse o recoger sus ropas, no las deje, les grite, les dije que las matarías, que eras un policía corrupto bien maldito y que esperabas afuera. Las obligue a satisfacerme, las dos, mientras me las tiraba las golpeaba, les cacheteaba sus nalgas hasta ponerlas rojas, les jalaba los cabellos, las escupía, las maldecía, las sodomice a ambas y de malas maneras, después de hacérselo anal me venia en sus bocas, hacia que me limpiaran el miembro, luego, las orinaba y hacia que bebieran todo. Hice cosas que no pensé que podría hacerle a mi esposa jamás, ni a ella ni a ninguna mujer, las hice llorar pero, curiosamente, después de los golpes y toda la humillación que les di, ella me abrazo, me pidió perdón, me dijo que me amaba, y se me entrego sexualmente como nunca antes lo había hecho. -¿y la otra?- la otra se cubrió con una sabana y llorando a mares se fue al baño a darse una ducha de como una hora, imagino tratando inútilmente de quitarse del cuerpo toda la mierda que le hice. Eso fue todo, luego, luego supe que había pasado... Hacia meses que mi ex esposa lo hacia con medio mundo, primero fue el enamorado de la empleada, un día que esta lo hizo pasar a escondidas ella los vio, la amenazo con botarla, con acusarla de robo, asustada la obligo a no salir de su cuarto, pero en ves de botar al chiquillo se lo tiro, luego, le dijo a la empleada que trajera a su noviecito mas seguido, luego, que trajera amigos, luego, se acostaba con dos a la ves, y luego con tres, después probo y probo mas cosas, me contó todo ese día, todo. Estuvo así, llorando y besándome hasta que salio el sol, diciéndome que me amaba pero que llego a eso por la soledad, por mi culpa, por joderme, por probarse a si misma que aun era una mujer deseable, por huevada y media. La perdone, pero algo ya no fue igual, si solo hubiera sido con la empleada ese día, si solo hubiera sido el enamoradito o con los dos, así, a escondidas ¿Pero y los demás?, todas esas personas desconocidas que estuvieron en mi cama, todos esos hombres que entraron las horas que yo trabajaba, el barrio entero debería saberlo, todos deberían hablar de mi y de ella, de mis cuernos, reírse de mi, hablar a mis espaldas. Seguimos si, un tiempo, en el que despertaba sudando y angustiado, como tras una pesadilla, una donde podía ver a todos esos hombres, fornicando con ella, hombres sin rostro, hombres y mujeres en orgías donde le hacían de todo y yo miraba impotente y mudo, horrendas pesadillas. Ella me calmaba, me besaba, me relajaba, luego, las pesadillas venían cuando estaba despierto, cuando comíamos, cuando hacíamos el amor, podía verlos en los rincones, en las zonas oscuras de la casa, esperando para hacerlo con ella, desnudos y excitados, sus penes duros apuntando hacia ella, mi mujer, la mujer de todos ellos. La deje, la perdone pero eso no podía seguir, me volvía loco, algo se había roto dentro de mi cabeza, de mi alma, lo peor que le puede pasar a una mujer a cual amas y respetas es que se deshaga la idea que tenias de ella, es como si ella fuera otra, nunca mas esa muñequita de la que te enamoraste, vendí todo, no le deje nada, solo su libertad y mi corazón. Sigo viendo el reloj. La melena roja entra y sale, de su entreabierta boca humo de cigarros finos salen, jugueteando estos en el aire. Salio para llamar en el teléfono de la esquina, debe haber dejado el celular en algún lugar. Veo hacia la calle mientras el humo del cigarro forma extravagantes fantasmas de tabaco, la veo desde donde estoy con claridad, la mujer habla en el teléfono publico, discute, mueve las manos y el cabello rojo va de un lado a otro, cuelga violentamente y cruza la calle, sortea los autos, como si estos fueran de goma, como si no le interesara su vida. Uno piensa mucho mientras espera a alguien que en cierta forma no desea esperar. Piensa en lo que paso ayer, en la ciudad lejana, en ese Perú que nos llena de melancolía, en las amistades como Laurita allá en la ballena, en Jirón de la Unión, en los pasos perdidos, en las mujeres que se fueron pero siempre se quedaron dentro de nosotros. Veo la hora, ella tarda, tarda y sabe que no me voy a mover, sabe que me lleva de las narices, sabe que es mi tirana. Uno es su propio carcelero, uno se consigue a su pareja y uno es el que se deja golpear y llevar, ya me canse de esperar, de esperarla, de ver el reloj. Un café en la Rue Saint Clemens, ese era el lugar de encuentro, desde donde estoy se puede ver claramente la calle, y ella, por lógica puede verme a mí. Ya no la espero, se que no vendrá. La mujer de flamígeros cabellos rojos mira a la calle, ella también espera, o esperaba, acaba de mandar a la mismísima mierda a alguien que no podrá verla vestida como esta, como si fuera cubierta de niebla de la mañana. Esta hermosa, esta triste, esta molestísima, y solo se me ocurre decirle algo pero sabiendo que me podría mandar muy muy lejos por lo mismo que esta molesta contra un hombre, y en una mujer eso quiere decir que esta molesta contra todos los hombres y si le hablo me podria mandar a volar. Eso estaria mal, joderia mas la pesima tarde, pero, por venganza contra el, podría responder mi saludo y dejarse llevar por la conversación y, dejándose llevar ir mas lejos, quizás a su cuarto, o al mío, quien sabe. La manera mas efectiva de venganza en una mujer es el engaño, quizás son novios de tiempo, amantes, esposos (cualquiera de estas opciones son las que mas merecen la imposición de cuernos). Espero escoja la segunda opción, seria, maravilloso...Jugueteo con el encendedor, lo compre en lima y me recuerda mis paseos por la ciudad, aunque el encendedor es el menos peruano que recuerde, un zippo cromado de colección, brillante, como que lo suelo usar de espejo. No fumo, bueno, solo muy de ves en cuando, cuando estoy muy triste, cuando me siento solo. Ella esta inquieta, desea irse, pero se nota que no sabe donde. Ella, al igual que yo creyo que seria una tarde agradable y una noche larga y alegre. Cosas de la vida, ella espera, como yo, a alguien que no vendrá. Escucho, la música de fondo de taxi driver esta girando en mi cabeza, la veo a los ojos, ella me ve, ella sabe que también espero, lo se, sabe que le voy a hablar, se mueve, como si quisiera salir del café, esta nerviosa, lo piensa, lo piensa bien, gira despacio, con mucha gracia sobre sus talones, saca un cigarro largo y fino, le alargo el brazo y en ese brazo la mano que sostiene mi brillante encendedor. Seguimos mirándonos pero esta ves sentados frente a frente, hablando de nosotros, sabiendo que estamos con el corazón algo maltratado por nuestras parejas, y sabiendo que esta noche podría ser solo una noche, por que las personas que se encuentran por desaires amorosos suelen buscar una venganza, un escape apasionado a sus vidas, a sus días. Sabiendo eso, sabiendo todo eso, la seduzco y ella me seduce, nos ponemos de pie, ella acaricia el aire con sus caderas y yo le tomo de su delgado hombro. Pago la cuenta, salimos, en la puerta ella, llego tarde, frente a frente, mirándonos, mirándome, se pone roja, aprieta los puños, si, va a hacer una escena repetitiva en nuestra vida de pareja, ella me mirara molesta para luego tendré que pedirle mil perdónes para tranquilizarla, pero, no esta vez, solo la miro, la veo pequeña, insignificante, me dice algo, luego grita, pero yo me pierdo en la noche Parisiense del brazo de una mujer de la cual no se nada y donde no se si la veré mañana de nuevo, y de la cual solo se que me hará muy feliz, con esa felicidad que viene de la libertad y de la incertidumbre... Lima, 25 de Enero del año 2008.
0 comentarios