Al superar la verja de entrada descubro que, donde habían estado los edificios que daban vida a la prisión, ahora no se suceden más que montañas de escombros. El panorama resulta desolador. El susurro del viento. La ausencia de personas. Y, a los lejos, los Altos sirios del Golán, ocupados por Israel en 1967, las disputadas granjas de Cheeba y las primeras poblaciones israelíes. Nunca deja de sorprenderme lo escuetas que son las distancias en esta parte del mundo, y lo abismales que son los odios que las magnifican.
El año pasado, durante la guerra con Hezbolá, Israel destruyó la antigua cárcel para borrar toda huella de las atrocidades que había cometido contra los libaneses que había retenido en su interior. En el bombardeo, los misiles de los F16 hebreos se llevaron la vida de cuatro observadores de la ONU. Hoy, al entrar, lo primero que encuentro es una enorme foto que muestra la prisión antes, durante y después del impacto de los misiles fabricados en EEUU.
Otras fotos, clavadas en medio de los escombros, dan testimonio del horror que se vivió en las celdas de esta prisión que comenzó a funcionar en 1985, y a la que no pudieron entrar los miembros de la Cruz Roja hasta 1995. Torturas, palizas, celdas en las que los prisioneros malvivían hacinados, a cielo abierto.
Israel invadió por segunda vez Líbano en 1982 para enfrentarse a la OLP. Su avance llegó hasta la ciudad de Beirut, donde se posicionó durante tres años con consecuencias tan nefastas para la población local como la matanza de Sabra y Chatila, que las milicias cristianas perpetraron – y de las que ayer se cumplieron 25 años – con la connivencia de Ariel Sharon (que fue juzgado en Israel en 1985 y que tuvo que dejar su cargo como ministro de Defensa).
En aquellos días, los chiíes del sur del país no vieron con malos ojos la presencia de las tropas hebreas, ya que ellos mismos habían padecido la violencia de la OLP. Sin embargo, en lugar de retirarse una vez que los líderes palestinos abandonaron el país de los cedros en dirección a Túnez, los israelíes se quedaron en la parte meridional, primero hasta el río Asawi y luego hasta el río Litani, en un ocupación que duró hasta el año 2000 y que fue el germen de Hezbolá.
Las violaciones a los derechos humanos, las detenciones arbitrarias, los toques de queda, la destrucción de casas, terminaron por levantar a la población chií en contra del Tsahal y de la milicia cristiana que había articulado: el Ejército del Sur de Líbano (ESL). Irán, decidido a exportar su revolución islámica, comenzó a brindar ayuda a los chiíes que, primero con atentados con coche bomba dirigidos a los soldados, y luego con toda clase de armamentos, se empezaron a enfrentar a las tropas ocupantes.
¿Por qué los israelíes se quedaron tanto tiempo en el sur de Líbano? Existen diversas teorías. La primera es que Ariel Sharón albergaba la idea de crear un Gran Israel. Ya en 1919, durante la Conferencia de paz de Versalles, los sionistas habían señalado su deseo de que el Estado judío llegara al río Litani, para poder tener así mayores fuentes de agua. Pero Francia, que en aquellos momentos dominaba Líbano, se opuso. Otra teoría señala que David Ben Gurión había siempre deseado tener como vecino en el norte un estado cristiano, razón por la cual Israel había armado a los maronitas desde el comienzo de la guerra civil en 1975.
Fuera cual fuera la razón de la ocupación, lo cierto es que la estrategia de Sharón demostró ser un grave error, pues de sus excesos en la zona surgió la semilla del odio con que se gestó Hezbolá. Su enemigo más acérrimo, el único que ha logrado hacerle frente en el plano militar.
En 1992, el brazo armado del Partido de Dios comenzó a contar con misiles Katyushas, así como con armas cada vez más modernas, gracias a las que infligía daños cada día mayores a la tropas de ocupación. Los combatientes chiíes había encontrado un punto débil, situado entre la torreta y la base, en los hasta el momento indestructibles tanques Merkava II. La televisión Al Manar, nacida ese mismo año, se encargaba de hacer llegar a Israel las imágenes de las bajas sufridas por los soldados hebreos.
La izquierda israelí, más fuerte en aquellos tiempos, comenzó a preguntarse qué hacían en Líbano, si los palestinos ya se había ido. Varios movimientos populares empezaron a presionar al gobierno para que terminar con la ocupación. Pero fueron cuatro valientes madres israelíes del kibbutz Gadot, situado en el norte de Galilea, las que empezaron la revolución que terminaría con 22 años de presencia hebrea en Líbano. Se reunían cada día en el cruce de Machanayim. Encendían velas por los soldados muertos. Otras mujeres se sumaron a ellas. La prensa rápidamente les prestó atención. Y su movimiento se conoció como el de las “Cuatro Madres”. Ellas decían que no entendían por qué estaban luchando sus hijos. Por qué razón debían morir.
La presión de esas madres consiguió que el 25 de mayo del año 2000 las tropas israelíes se retiraran. Fecha que se conmemora en Líbano como el Día de la Resistencia y de la Liberación. Una acción que consiguió que otras mujeres, situadas en el lado opuesto de la Línea Azul, pudieran correr hacia la prisión de Jiam para encontrarse con sus maridos e hijos, como muestran las fotografías que se suceden en este lugar en el que el viento, único sonido que nos rodea, parece susurrar lamentos, parece albergar voces cargadas de dolor.
Continúa…
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