¿Sabías que más de la mitad del cacao que consumes procede de África? ¿Sabías que allí hay plantaciones donde trabajan todavía casi 300.000 niños subyugados por la influencia de las multinacionales y fuera del comercio justo? Probablemente lo hayas oído alguna vez con cierta incredulidad. Hoy te voy a contar el pasado y el presente de esta iniquidad. De como algunas compañías como Nestlé han demorado y diferido su gran responsabilidad en los acuerdos establecidos para solucionar, de raíz, el problema de esclavitud en estas plantaciones.
Los gemelos Hassan y Hussein, de ocho años; abren las vainas de cacao en una aldea de Costa de Marfil. Fuente
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El “Theobroma cacao“, árbol del cacao o “Alimento de los Dioses” es una planta nativa de América del Sur que es ‘criolla’ en el continente americano y ‘forastera’ en el africano. Esta última variedad, por sus componentes taninos y mejor precio, se ha convertido en la familia más solicitada para la industria alimenticia occidental. Transformando a Costa de Marfil 38%, Ghana 19%, Nigeria 5% y Camerún 5% en los principales productores mundiales de cacao.
Históricamente el descontrol y anarquía de las plantaciones en áfrica occidental ha hecho imposible el registro de la calidad laboral en las producciones destinadas a occidente. La esclavitud y métodos de siglos pasados han chocado con las leyes y necesidades imperiosas del mercado europeo y americano. Durante décadas se ha aprovechado el vacío legal para llevarse una plusvalía en la diferencia de precios y costos del producto y mano de obra entre ambos continentes; provocando la asfixia de productores locales en beneficio de las grandes corporaciones. Con la llegada de la cultura de “Comercio Justo” o “Fair Trade” y la nueva conciencia global parecía que esto iba a cambiar.
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En toda Costa de Marfíl, en África; cientos de miles de niños trabajan esclavizados en las plantaciones de cacao. Los cultivos son de muy difícil acceso y están fuera del control y el censo internacional. Los productores ‘tiran’ de esta mano de obra barata ante la asfixia del precio convenido con sus intermediarios, directamente vinculados a las multinacionales. El precio que reciben los aldeanos no se ha modificado en 40 años mientras que en el mercado internacional ha subido -según algunas fuentes- hasta un 300% sólo en los últimos 10 años [fuente "Bitter Sweet" (Dulce amargo) documental de la BBC]
En el años 2000 informes de la administración norteamericana hablaban de más de 15.000 niños de entre 9 y 12 años vendidos como esclavos en las plantaciones de algodón, café y cacao de Costa de Marfil. Informes posteriores de la Organización Internacional del Trabajo (ILO) confirmaban el tráfico de niños entre productores africanos.
Los niños trabajan hasta 12 horas, utilizan herramientas peligrosas y están expuestos a pesticidas. Fuente
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El subterfugio de Nestlé, amparado por la libertad de comercio y de formulación de sus productos, ha sido -históricamente- comprar chocolate en aquellos mercados internacionales donde se mezcla con otras variedades perdiendo entonces su identidad como producto “hecho por esclavos” y haciendo imposible su catalogación y procedencia exacta. Conforme crecía la empresa y su monopolio en el sector, sus brutales necesidades de materia prima hicieron imposible la selección de productos más controlados y, por tanto, más caros en mercados de calidad. ¿Para qué molestarse pudiendo comprar bueno, bonito y barato? Además, la (no) ley internacional por un comercio justo ha avalado con sus carencias estas prácticas.
En septiembre de 2001, demostrado el mal hecho durante tanto tiempo con el cacao africano, las principales multinacionales y explotadoras del cacao de África occidental se vieron obligadas a firmar por la presión de la opinión pública y la insistencia de los jueces estadounidenses Tom Harkin y Ellot Engel, un acuerdo internacional o “Protocolo del Cacao” para hacer frente a las peores formas de trabajo infantil y trabajo forzado de adultos, en las plantaciones de cacao en África Occidental. Parecía que todo iba a cambiar y Nestlé y otras muchas compañías firmaron el acuerdo que les trajo múltiples beneficios traducidos en subvenciones y lavados de imagen. Todos contentos.
El protocolo estipulaba que en el 2005 todos los mercados deberían estar regularizados y desarrollar las normas de certificación y etiquetado en todos sus chocolates. Evidentemente muy pocos, por no decir ninguno, cumplieron los plazos y menos los grandes imperios del ‘oro marrón’ y sus derivados. La mayoría pidió una prorroga de cuatro años para confirmar los compromisos. Los resultados en 2008 no fueron los deseados.
Niños trabajando la semilla del cacao en algún lugar de Costa de Marfil. Fuente 1 y 2
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Poco después, el periodista holandés Tony van der Keuken, levantó ampollas con un impresionante reportaje (ver vídeo arriba) sobre el ‘trapicheo’ de Nestlé y otras compañías con el cacao de Costa de Marfil. Lo que demostraba que los pactos adquiridos eran tan efímeros como una onza de chocolate en manos de un niño. El propio Tony, atendiendo a la legislación vigente en su país, se denunció a sí mismo por comer 16 tabletas de chocolate producido con cacao de mano esclava. Las autoridades estuvieron a punto de llevarle a juicio. También creó una compañía que distribuía tabletas de cacao certificadas y procedentes de comercios controlados. La respuesta a la campaña orquestada por Tony de un directivo de la multinacional Nestlé fue:
Durante el ruego de excusas esgrimidas por las grandes corporaciones ante la justicia americana para disculparse por el incumplimiento de los acuerdos, Nestlé se descolgó con la infamia de que era imposible monitorizar la producción de cacao en plena guerra civil en Costa de Marfil , mientras seguía facturando con su complejo entramado de espías y mercaderes de precios injustos la producción de cacao esclavo.
A pesar de todo ello, Nestlé ha trabajado y destinado muchos recursos, intentando acabar con el problema -más desde un punto de vista mediático que efectivo- suscribiéndose siempre a todas y cada unas de las organizaciones que promueven el comercio justo del cacao. Y con un pequeño goteo de inversiones mediáticas y teledirigidas a ablandar la mellada opinión pública. Los esfuerzos de otras compañías por garantizar el etiquetado “free-slavery” demuestran que es posible certificar la procedencia ‘limpia’ del cacao dentro de sus marcas. Así mientras empresas como la multinacional inglesa Cadbury, se están empezando a adherir al “Comercio justo” en sus marcas originales. Nestlé tira balones fuera creando un único producto (entre más de 8.500, y no es chocolate) que sí se suma a la iniciativa del ‘Fair trade‘ pero no se sabe por qué no lo hace con sus marcas más tradicionales ¿Tendrían que cambiar las formulaciones de sus productos para adaptarse a los cacaos limpios? La impresión es que después de varios lustros de comercio más-que-injusto han creado una dependencia del cacao esclavo y sus pingües beneficios difícil de contrarrestar hoy en día.
Según el irónico código empresarial de conducta de Nestlé “[...] la integridad, la honestidad, el trato justo y el pleno cumplimiento de todas las leyes aplicables han guiado las prácticas comerciales de Nestlé [..]“. Entonces:
¿Por que es tan difícil cumplir los compromisos firmados al mismo tiempo que otras empresas que con menor tamaño son capaces de sacrificar sus beneficios en virtud del acuerdo? ¿Por qué Nestle es una de las multinacionales con más acusaciones públicas y denuncias contra la salud pública y el medio ambiente de la historia reciente?
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Fuentes y enlaces
La documentación sobre el negocio del cacao africano es muy abundante. Es muy necesario filtrar los infinitos informes sospechosos y documentos de poca solvencia y credibilidad fruto del un extremismo antisistema, más preocupada en imponer el boicot a los productos de estas compañías que en proponer soluciones al mercado. El texto no es la traducción de ninguna investigación ajena; es fruto de mis pesquisas por entender y encontrar la raíz del problema. Además de los enlaces aportados en la lectura del texto anterior podéis buscar más datos aquí, aquí, aquí y aquí.
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samuel amaru -