Una pasta de dientes radioactiva y otras averraciones de la Medicina y de la Odontología (uranio en la porcelana dental y fluor en las aguas de bebida) El mundo ha sido contaminado de radiacion cancerigena desde el comienzo de siglo, todo sea por el sagrado dinero...gracias a http://www.gacetadental.com/

La Medicina y la Odontología (rama indiscutible de la primera) han caído en  desmesuras y disparates infinitos a lo largo de su historia.
A un califa  de Damasco afectado de hidropesía, considerada entonces una enfermedad producida  por humores fríos y húmedos, lo metieron en un horno (seco y caliente) siguiendo  los preceptos hipocráticos y galénicos del “contraria contrarii curantur” (lo  contrario se cura con lo contrario).
La cosa es que se pasaron con el  horneado y, cuando sacaron al representante de Alá, apareció socarrado como un  lechoncillo segoviano.
Meter excrementos de ratón, de murciélago o de  cabra (heces caprinas) en el hueco de una muela cariada fue admitido como mano  santa durante siglos y siglos para combatir el dolor.
También servía con  idéntico fin tocar la muela enferma con el diente de un difunto (y si había  muerto ahorcado, mejor).
En fin, la lista de disparates resulta  interminable, y por eso acaso algún día escriba un libro que me ronda la cabeza  cuyo título será Medicina o tortura.
En esta línea de barbaridades puede  incluirse la aparición de un dentífrico radioactivo en la anterior centuria y  que se usó hasta después de la Segunda Guerra Mundial.
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El dentífrico  radioactivo
James Chadwick (1891-1974) fue un científico inglés al que le  dieron el premio Nobel por el descubrimiento del neutrón.
Desde joven  destacó en la Física y trabajó con Lord Ernest Rutherford en el laboratorio  Cavendish, de Cambridge.
Uno de los colaboradores más brillantes de Lord  Rutherford fue Hans Geiger (el que inventó el contador del mismo nombre para  detectar las emisiones radioactivas).
Cuando Geiger volvió a Alemania,  Chadwick le acompañó para pasar un año a su lado en Berlín, con tan mala fortuna  que estalló la Primera Guerra Mundial, y por ser inglés le internaron en el  campo de concentración de Zivilgefangenlager, en Ruhleben  (Alemania).
Allí, con otros prisioneros, fundaron un círculo de ciencia y  pidieron a las autoridades del campo que les permitieran realizar ciertos  experimentos relacionados con la radioactividad.
Chadwick encontró la  materia prima comprando grandes cantidades de una pasta de dientes llamada  Doramad, entonces muy famosa, que se anunciaba como radioactiva y beneficiosa  para los dientes y encías.
Con madera y papel de aluminio construyó un  espectroscopio y descubrió que el elemento inestable de la pasta era nada menos  que el torio.
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Doramad
La pasta  dentífrica en cuestión, Doramad, fue fabricada por la casa Auergesellschaft,  propiedad de Carl Auer von Wellsbach, que se había hecho rico y famoso con sus  lámparas de gas de rejillas incandescentes.
El componente radioactivo de  la pasta era, presumiblemente, un subproducto de la fabricación de dichas  lámparas.
Se presentaba en tubos donde campeaba la denominación “Doramad  Radioaktive Zahn Creme” por un lado, y por el otro, la leyenda siguiente: 
“Doramad, ¿qué hacer?
Su radiación radioactiva aumenta  la defensa de los dientes y de las encías. Las células son cargadas con nueva  energía de vida, las bacterias se ven obstaculizadas en sus efectos  destructivos. Esto explica el excelente proceso de curación y profilaxis de las  enfermedades gingivales. Suavemente pule el esmalte, volviéndolo blanco y  brillante. Evita el sarro dental. Maravillosa espuma y un nuevo, agradable,  suave y refrescante sabor, debe aplicarse con moderación.
Tamaño, 43/4’’  de largo.”
El producto se vendió por toda Europa. Por ejemplo, en Croacia, un  anuncio de 1936 proclamaba:
“Encantadora sonrisa y dientes brillantes y  hermosos pueden proporcionarse a Ud. por la pasta dental Doramad  radioactiva.
Clínicamente probado y preferida por hermosas mujeres de  todo el mundo, Doramed es el último grito de la moderna higiene bucal. Por sus  suaves rayos radiactivos, sigue siendo eficaz cuatro horas después de la  aplicación. No daña el esmalte dental, evita el sarro, así como cualquier  inflamación bucal. La sangre circula más fuerte, proporciona a las encías un  color rojo fuerte. Los dientes, sin embargo, serán blancos como la  nieve.
DORAMAD - PASTAS DENTÍFRICAS  RADIOACTIVAS.
CREA BLANCURA NATURAL.”
En España se vendía también  hacia los años treinta.
En La Vanguardia (viernes 3 de agosto de 1934, p.  23) apareció el siguiente anuncio:
“¡Toda la vida! Empezó en la niñez usando  diariamente la crema dental radioactiva Doramad... Hoy, a pesar de los años  transcurridos, su sonrisa tiene el encanto de su primera juventud.
Por  nada ni por nadie dejaría de usar Doramad.
Limpia, blanquea y conserva  los dientes, remueve y elimina la película, impide el sarro y las caries,  corrige el mal aliento y neutraliza los ácidos.
Tubo grande, pesetas  2,25.
Tubo pequeño, 1 pta.
Timbres incluidos.
Fórmula Auer-  Berlín.
Productos Pyre. Provenza, 292. Barcelona.”
El 14 de septiembre  del mismo año se repetía, acompañado de otro anuncio del elixir Clouchet (La  Vanguardia, 14 de septiembre, p. 2).
La radiummanía
Cuando  en 1898 Mme. Curie descubrió el radium y se observó que sus emisiones provocaban  efectos en el organismo, la medicina se lanzó sobre él concediéndole propiedades  milagrosas.
Ya en 1906 en París se creó un Instituto Terapéutico  Radioterápico, fundado por Louis Wickham, Jacques Dorume y Henri  Dominici.
En 1912 sería el potentado Rothschild quien promoviera otro  similar.
Respecto al cáncer (concretamente el de útero) fue, en  Estocolmo, el Instituto Karolinska el primero en abrir un  establecimiento.
En Inglaterra, Eduardo VII inauguró en 1911 el Radium  Institute of London.
En Estados Unidos la moda arrasó y aparecieron  servicios hospitalarios de radioterapia en Boston, Nueva York, Filadelfia, etc.  Pero la radiomanía se instaló en otros ambientes más agresivos y  comerciales.
Por ejemplo, en Austria, Machen y Meyer detectaron  radioactividad en las aguas de Gastein, y bien pronto se sumaron las de  Carlsbad, Mariembad y otros.
De ahí se pasó a fabricar aguas radioactivas  para curar las neuralgias, neurosis, afecciones digestivas, neoplasias malignas,  etc.
La inventiva de ciertos promotores no conoció límites y se  ofrecieron al público sopas radioactivas, cigarros radioactivos, pasteles y  chocolates radioactivos, etc., incluso se idearon productos de este tipo contra  los insectos, para hacer crecer las patatas e incluso incrementar el vigor  sexual. En América triunfaban la “Radium Life”, en Los Ángeles; la “Radium  Company”, en Colorado; la “Radium Chemical”, en Nueva York, etc.
Europa  no se quedó rezagada y en Baden se fabricaron los “Radium-brand cigars”; en  Suiza el “Polus Tobacco”.
Carl Auer von  Wellsbach
En este contexto es en el que Carl Auer von Wellsbach, químico  e ingeniero austriaco, lanzó su pasta de dientes radioactiva  Doramad.
Auer no era un atrevido especulador, sino un científico eminente  formado en la Universidad de Heidelberg, al lado del profesor Bunsen, en  análisis espectral.
En 1882 descubrió que el clidimio se componía de dos  elementos, el praseodimio y el neodimio. Ese mismo año inventó la lámpara de  “mantas o camisas de Wellsbach”, que consistía en un tejido de algodón  impregnado en una disolución de tierras raras que tenían como misión aumentar la  iluminación de las lámparas de gas.
En 1885 patentó el invento, aunque a  los dos años quebró la fábrica que lo producía.
En 1890, tras lograr la  obtención de torio puro, ideó otra lámpara cuya manta llevaba un 99% de torio  puro y un 1% de cerio, y cuya luz podía competir con las lámparas eléctricas de  filamento de carbono.
Actualmente, ingenios parecidos se usan en lámparas  para campings (camping-gas), aunque, conocido el efecto nocivo del torio, se  usan otros elementos.
En 1903 patentó una piedra de mechero a base de 70%  de cerio y 30% de hierro, que se hizo famosa con el nombre de  “Ferrocerium”.
Cuando murió, en 1929, se fabricaban 100.000 kilogramos de  piedras de mechero.
Por tanto, Auer, experto en radioactividad, no actuó  a ciegas. Si acaso, cegado por las desproporcionadas expectativas puestas por la  clase médica en las emisiones radioactivas.
Productos radioactivos de  uso cotidiano
Aparte de su valor científico, la aparición del radio  provocó una serie de efectos sorprendentes. Por ejemplo, la lucha por hacerse  con su explotación y comercialización.
Todo el mundo quiso sacar tajada  de la sorprendente novedad, y no faltaron los aventureros que lo ofrecieron al  público como la panacea universal.
“La radioactividad te hará sentir más  sano”, fue la consigna lanzada a los cuatro vientos.
Así aparecieron  decenas de presentaciones dedicadas a resolver cualquier dolencia.
Para el Escroto

Por  ejemplo, el “The Scrotal Radiendocrinator” prometía multiplicar el vigor sexual  llevando el envase en el bolsillo, cerca de la bolsa escrotal.
Los “Radium Supositories”, producidos en Denver (Colorado), se aconsejaban a las personas débiles y desanimadas para concederles salud y fortaleza.
 
 

Parecidos efectos provocaba el “Radium Chocolate”, fabricado  en Alemania en la década de los años treinta por Burk y Braun.
Famosa fue  la crema de belleza “Tho-Radia”, muy popular en Francia, fabricada por un falso  Alfred Curie, que llevaba 0,5 gramos de torio y 0,25 mg de radio.
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Se vendieron relojes con agujas  impregnadas de radio.
Pero, sobre todo, alcanzó cuotas altísimas el agua  radiactiva desde que, entre 1918 y 1928, fuera comercializada por Bailey Radium  Laboratorios con el nombre de Radithor, aconsejada contra el cáncer de estómago,  enfermedades mentales y para mantener la salud “a prueba de  bomba”.
Desgraciadamente, el magnate del acero de Pitsburg y playboy Eben  Mac Burney Byers, que tomó tres botellas diarias durante dos años por consejo  médico, murió tras ver cómo su mandíbula se caía a pedazos.
En  Japón
También en Japón se fabricaron pastas con contenido radioactivo de  uranio.
Sarenji encontró concentraciones en ellos que oscilaban entre  4,56 Bq/Kg (0,12 p. Ci/g) y 1.000 Bq/kg (27 p. Ci/g).
| Agua  radioactiva  | 
La pasta dentífrica  radioactiva y la bomba atómica
A principios de los años cuarenta, Estados  Unidos, alarmado por las informaciones sobre la construcción de una bomba  atómica en Alemania (la célebre agua pesada procedente de Noruega), puso todo su  empeño en adelantarse al enemigo.
En este sentido, llegó a confiscar el  óxido de uranio utilizado por los fabricantes de cerámica para producir esmaltes  rojo/naranja.
Igual sucedió en le Europa dominada por los nazis,  empeñados en proporcionarle a Hitler la terrorífica arma nuclear.
Ante  esta vital competición, los americanos crearon una red de espionaje a la que  llamaron “Also”, del griego “bosque”, en honor del jefe de la misma, el general  Leslie Groves (grove, en inglés, también significa bosque).
En 1944, Also  se enteró de que Auer Gesslshaft (la misma empresa que fabricaba la pasta  radioactiva Doramed), empresa química alemana entre cuyas actividades había  emprendido la búsqueda de uranio, se había hecho cargo de la empresa francesa  “Tierras Raras”.
Ominosamente, Auer había hecho entregas masivas de torio  al régimen nazi, y hay que tener en cuenta que a partir del torio se puede  obtener el isótopo U233 que desempeña un papel muy importante en la tecnología  nuclear.
Esto hizo pensar a los americanos que la investigación alemana  iba muy adelantada.
Cuando París fue liberado, Also se hizo con el  control de las oficinas de “Tierras Raras”, pero se encontraron con que estaban  vacías y con que su director, un tal Petersen, había huido y se encontraba en  una localidad fronteriza entre Francia y Alemania, al parecer intentando  localizar unos vagones con torio que se habían extraviado.
Also pudo  echarle el guante y encontraron una maleta con abundante  información.
Petersen había estado en Hechingen, una ciudad donde se  hacía investigación nuclear y donde habían construido unos gigantescos  subterráneos para poder trabajar tranquilos.
También se enteraron de algo  sumamente curioso. Al parecer, la compañía Auer, consciente de que la guerra  acabaría con la derrota de Alemania, había pensado sobrevivir después de la  contienda, produciendo cosméticos y objetos de consumo empleando el torio que  almacenaba.
Entre esos proyectos figuraba el relanzamiento de la pasta  dentífrica Doramad, de la cual seguían poseyendo la patente.
Incluso ya  habían ideado un eslogan propagandístico: “¡El uso del torio en la pasta de  dientes, espumoso y fresco, proporciona a la dentadura un hermoso brillo  radioactivo!”
Aun en aquellos momentos, la peligrosidad de la radioactividad  no había calado suficientemente en los medios científicos y menos en la  población.
Aunque en 1928 se había creado una comisión para estudiar los  efectos de la radioactividad, no fue hasta 1950 cuando se emitieron normas de  protección ante ella, al comprobarse sus devastadores efectos tras las  explosiones de Hiroshima y Nagasaki.
Porcelana radioactiva
En  la década de 1940 los fabricantes comenzaron a añadir uranio en polvo a la  porcelana empleada en la fabricación de dientes artificiales.
Esto se  hacía buscando que la fluorescencia del uranio contribuyera a imitar con más  fidelidad la apariencia de dientes naturales.
El uranio era el elemento  ideal para conseguir esa fluorescencia, pues resiste las altas temperaturas (de  800 a 1.400) necesarias para cocer la porcelana.
Papastefanou, en 1987,  midió los niveles de uranio en 22 muestras de polvo de porcelana usado en Grecia  y halló concentraciones que oscilaban entre 3,6 Bq/kg (0,1 p. Ci/g) a 5.600  Bq/kg (151 p. Ci/g).
Binney y Scherpelz, en 1977, también encontraron  dosis de 224 ppm (2.760 Bq/kg o 70 p. Ci/g).
En Inglaterra, O’Riordan y  Hunt estimaban la proporción de 5.060 Bq/kg (136 p. Ci/g).
Téngase en  cuenta que en la porcelana hay, de forma natural, potasio, lo que engendra  radioactividad.
O’Riordan y Hunt estudiará en Gran Bretaña la cantidad de  emisión radiactiva de ese uranio a las encías. Igual hizo Thompson en Estados  Unidos.
Desde 1986, los fabricantes dejaron de echar polvo de uranio en  la porcelana.
 

La fluoración de las aguas de bebida y la bomba  atómica
La construcción de la bomba de fisión, conocida como “Proyecto  Manhattan”, influyó decisivamente en la fluoración de las aguas de bebida, otra  de las grandes monstruosidades de la Medicina y la Odontología del siglo  XX.
Para la obtención del Uranio 235, más fácilmente fisionable, y  separarlo del Uranio 238, menos fácil de sufrir una fisión por medio del  bombardeo de neutrones, se necesitó el concurso del flúor para formar  hexafluoruro de uranio, que captaba el U 238 de alto peso molecular que no  atravesaba ciertos filtros que sí podía atravesar el U 235.
En una  palabra, el flúor propició la obtención del U 235, que sirvió para fabricar la  bomba atómica (el Uranio 238, llamado uranio empobrecido, se usa para protección  de vehículos blindados, por ejemplo, y se ha hablado mucho de él tras las  guerras de Irak).
El flúor siempre se había considerado un elemento  peligroso (y así lo era, pues mató a dos científicos que buscaban  aislarlo).
Presente en la criolita, de la que se obtiene el aluminio,  cuando éste comenzó a usarse para utensilios domésticos y en la construcción, el  gigante Alcoa construyó numerosas fábricas por cuyas chimeneas escapaba el flúor  destruyendo la vegetación y la vida animal de los alrededores.
Su  recuperación era difícil, e incluso corroía el material de los envases entonces  conocidos.
Alcoa se limitaba a pagar indemnizaciones y el halógeno seguía  vertiéndose a la atmósfera y cayendo sobre la tierra.
Con el proyecto  Manhattan, el gobierno de los Estados Unidos le pidió flúor a Alcoa y, ante esa  primera demanda, la compañía se esmeró, puso filtros a las chimeneas y comenzó a  enviar flúor a Alamogordo para la obtención de U 235 y la fabricación de la  bomba atómica.
Al principio se necesitaban grandes cantidades, pero una  vez logrado el éxito, no se supo qué hacer con el flúor que seguía  llegando.
Alguien se enteró de que unos dentistas afirmaban que las aguas  con mayor concentración en flúor protegían a los dientes de la  caries.
Ese alguien vio el cielo abierto y pensó: “Gracias a eso podremos  deshacernos de esta peste y encima van a pagarnos por ello”.
Y así  comenzó uno de los proyectos más insensatos de la historia de la  Medicina.
Echar un veneno al agua con pretendidas ventajas terapéuticas,  saltándose a la torera todos los principios farmacológicos, éticos y jurídicos,  tanto en lo individual como en lo colectivo.
Esto se pudo llevar a cabo  en los años cuarenta, cuando se desconocían los efectos de medidas  semejantes.
A la medicina occidental (no sólo a la nazi) no le importaba  experimentar con seres humanos.
En Suecia se castró a miles de mujeres  por el hecho de ser miopes.
En Estados Unidos se estudiaban los efectos  del gas mostaza administrándoselo a los soldados.
Incluso se pretendió,  mediante la radioactividad, volver blancos a los negros, o castrarlos, si  convenía.
La fluoración de las aguas de bebida hoy es considerada una  medida inadmisible, y hay foros de miles de personas que piden su erradicación  (entre las que figuran premios nobeles y grandes  científicos).
Conclusión
En estos momentos, sabiendo lo que  sabemos sobre los delicados sistemas de la naturaleza, a nadie se le ocurriría  envenenar las aguas de bebida con un elemento (el flúor) cuya toxicidad es  parecida a la del arsénico.
Igual que a nadie se le ocurriría añadir  uranio a la porcelana, ni cepillarse los dientes con un dentífrico  radioactivo.
Barbaridades de la historia.
 
 

 
 Estas  tabletas de chocolate, fabricadas por la casa Burk & Braun,  se vendieron en  Alemania entre 1931 y 1936 bajo el reclamo de sus  poderes rejuvenecedores.
  
 

 
 Semejantes  beneficios para la salud, no podían quedar solo para los  seres humanos, así que  pronto aparecieron los productos destinados a  animales y plantas. 
 
 El  Provaradior, comercializado en Francia, se anunciaba como un  poderoso  revitalizante para los animales de granja, que crecerían más y  más fuertes  gracias a los efectos del radio.
 
       
		
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